dimarts, 30 de gener del 2018

La investidura en un tuit

Acabo de leer un tuit que dice : "España debe de ser el único Estado del mundo que teme y se prepara para la eventual invasión de un solo hombre". Me descubro ante la concisión, la exactitud lacónicas y el alcance de la expresión. Sí señor, el único país del mundo que blinda sus fronteras por tierra, mar y aire, los maleteros de los coches de los ciudadanos y las alcantarillas y desagües de una ciudad a un coste del que nos enteraremos cuando al ministro al frente de este disparate le dé por informar al Congreso, depositario de la soberanía del pueblo español; dicen. Un país que, en contra del juicio de Pío Baroja sobre los españoles, no tiene sentido del ridículo.

Finalmente, el Supremo ha zanjado la cuestión: se echará el guante a Puigdemont tan pronto aparezca en un maletero o disfrazado de alegre ejecutivo y, una vez detenido, no se le permitirá asistir a su propia investidura que es como impedir que el triunfador recoja su premio. 

Incidentalmente, los lectores entreverán el motivo por el que el juez Llarena no permite a los otros diputados electos acudir al Parlament. Si lo hiciera, no tendría luego argumentos para negar la asistencia a Puigdemont, que es de lo que se trata, pues es lo que quiere el gobierno. Junqueras y Sánchez son víctimas de una medida represiva (y no justificada razonablemente) que va dirigida contra Puigdemont, el hombre solo que tiene al país en estado de guerra y zafarrancho d combate. 

Porque no es un hombre solo. Son más de dos millones de ciudadanos que votaron a su favor. Posiblemente muchos más porque también estarán quienes no votaron a su favor pero no están dispuestos a admitir que se tuerza la voluntad democrática de la mayoría, aunque no sea la suya. 

Pero el subtítulo de la noticia, todas las puertas legales para que el "expresident" se presente a la investidura quedan cerradas, parece taxativo. Parece. Lo de "legales" puede quedar para otro momento. Lo de "cerradas" (y todas) parece incontestable. Parece, siempre parece. Porque contestación, habrá. Se me ocurren dos, las más evidentes, lo cual no supone ignorar que el Parlament, en uso de sus competencias, adopte alguna otra mejor. Las que me parecen obvias:

1ª.- El reto de burla burlando que ha traído Puigdemont hasta la fecha acaba hoy. El Estado, tiene movilizados en su búsqueda incontables efectivos de toda clase, incluido el equipo de hombres-rana. La experiencia del éxito de la confiscación de urnas permite pensar que la operación concluya en el momento en que Puigdemont se materialice en el Parlament en forma de deus ex machina. ¿Qué hará entonces el gobierno? Antes de responder, atención a la segunda contestación.

2ª.- Hartos los diputados de esperar el deus ex machina y convencidos de que no habrá investidura presencial por razón de fuerza mayor (o sea, sin razón), deciden proceder por vía telemática. ¿Qué hará entonces el gobierno? 

No, no es un hombre solo ni todas las puertas están cerradas. 

"Oiga, sí," razona el B155, "el TC ha declarado ilegal la telemática (y, de paso, la delegación del voto) y el TS ha dicho que Puigdemont detenido significa Puigdemont ausente".

"Desde luego", responde el sentido común, "quienes dan esas contestaciones ya saben que lo hacen en contra de sendas prohibiciones que, por diversos motivos, consideran injustas, entre ellos el que carecen de motivo. Por lo tanto, contéstese la pregunta: ¿que hará el gobierno en ambos casos?"

No era incontestable la "cerrada". Tenía contestación y requetecontestación. ¿Que hará el gobierno? ¿Volverá a recurrir la investidura telemática pidiendo al TC que decida del fondo del asunto que no existe porque no hay asunto al ser la investidura telemática factible y legal? Ni con los jueces puede el gobierno ilegalizar lo que no le gusta políticamente.

En realidad, la tentación del gobierno, sobre todo de este gobierno cuya capacidad para no entender nada es fabulosa, será dejarse de jueces, esgrimir el 155, paralizar el Parlament, si no intervenirlo a través de la fuerza pública. 

Lo interesante será ver cómo se lo explican  a los socios europeos. Cómo les hacen ver la justicia de una situación en la que alguien a 1.000 kilómetros de distancia con mayoría absoluta de 70 diputados en la cámara no puede gobernar Catalunya, pero sí puede, a través del 155 a 600 kilómetros un gobierno de un partido que tiene cuatro diputados en el Parlament y un alcalde en todo el territorio.

No es un hombre solo. Es un país.