dimarts, 2 de gener del 2018

Presidente in partibus

Sí, presidente en la parte del infiel. Pues, aunque el catolicismo es mayoritario en Bruselas, se trata de un catolicismo muy poco católico porque, por ejemplo, nunca gustó de la Inquisición, gran organizadora de festejos y hogueras populares. Por eso hubo que decapitar a Egmont, para que sentara la cabeza. Decapitar en serio, no como esos descabezamientos de Rajoy que más parecen descabezamientos de la Hidra. Nueve cabezas por cada una que corta. Diez indpendentistas cada vez que abre la boca.

La cuestión de la investidura de Puigdemont como legítimo presidente de la Generalitat, sobre la que parecen devanarse los sesos los independentistas no es una cuestión jurídica, sino política. No es cosa de saber si tal o cual artículo del reglamento permiten una investidura in absentia, entre otras cosas porque para ello antes debe constituirse el Parlament y no está claro que pueda con ocho diputados electos ausentes. 

Se trata de posibilitar la aplicación del resultado de las elecciones para lo cual hay que retirar los cargos que se formulan contra los presos preventivos y los exiliados. De no hacerse así, pretextando una imaginaria separación de poderes, la única alternativa es que Rajoy otorgue un salvoconducto a Puigdemont para entrar en Catalunya al modo en que el Rey de los Romanos, Segismundo, se lo otorgó al hereje Juan Hus en tiempos que cada vez se parecen más a estos. Y no creo que M punto Rajoy sea más de fiar que Segismundo. 

Una acusación frecuente al independentismo desde el bloque del 155 es la de jugar a hechos consumados. Es discutible e irrelevante desde el momento en que hecho consumado típico es decirle a otro: "elige lo que quieras que yo haré lo que me dé la gana". Como hecho consumado fue encarcelar a los dirigentes independentistas. Y en ambos casos justificados con el mismo error: la seguridad de que, consumado el hecho, habría una pequeña reacción y volvería la calma de inmediato. Fue falso, es falso y seguirá siendo falso. 

Proseguir con el 155 en Catalunya es fomentar la inoperancia, la inestabilidad. Cuando no la turbulencia que no se produce a causa del carácter democrático, cívico y pacífico del movimiento que se pretende sofocar.

Si el bloque del 155 retorna a la sensatez, tan invocada en sus discursos, reconocerá los resultados de las elecciones del 21D, liberará a presos y exiliados políticos, allanará el camino para la constitución de un gobierno apoyado en una mayoría absoluta indpendentista. Y, luego, abrirá un diálogo y una negociación con ese govern para encontrar una solución libremente aceptada por las dos partes.