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dijous, 8 de gener del 2009

Mr. Cizaña vaticina.

La fórmula de Mr. Cizaña para concitar unánime atención de los medios parece infalible: primero se insulta un poco a alguien y luego se dice una barbaridad contraria al sentido común y todos los datos empíricos porque, ¿para qué hacen estos falta cuando se tienen principios?

Lo del exotismo histórico cubre con creces el capítulo del insulto.

¿Y el previsible desastre económico? ¿No es para fliparlo en colores? ¿A qué llamará "desastre económico" quien califica de "gran estadista" a uno que deja un déficit de un billón doscientos mil millones de dólares (1.200.000.000 $), el 8,6 por ciento del Producto Interior Bruto, el más alto desde la Segunda Guerra Mundial? De la crisis financiera, la recesión, las quiebras en cadena de bancos, el aumento vertiginoso del paro no hace falta hablar. ¿Más desastre que eso? No sé yo...

(La imagen es una foto de 20 Minutos, bajo licencia de Creative Commons).

diumenge, 7 de desembre del 2008

Los tontos de los cojones.

El asunto es suficientemente conocido y se ha comentado en todas partes: los insultadores compulsivos, los que llaman a los demás "miserables", "bellacos", "cómplices de los terroristas", "vagos", "bobos solemnes", "traidores", etc, están indignados por los insultos del alcalde de Getafe a los votantes del PP y, no aceptando su petición de disculpas, exigen su dimisión.

Lo que no ha sido tan comentado es esa exigencia de dimisión, ese maximalismo muy típico del PP y sobre todo de su presidente, el perpetuamente indignado señor Rajoy, el del ofendido honor calderoniano, el de "esto es intolerable" y "hay que tomar medidas". Es su estilo de traca y astracán, su espontánea reacción visceral que nunca recapacita sobre las consecuencias posteriores. Es lo que hace siempre en estos casos: condicionar su participación a exigencias imposibles de cumplir, como los niños. Lo hizo frente a El País por alguna cuestión de negra honrilla; lo hizo queriendo boicotear el programa "59 segundos"; lo hizo con el boicot a los productos catalanes y lo hizo recogiendo cientos de miles, millones de firmas contra el Estatuto o algo así. Gestos ampulosos, pura teatralidad de voz huera y cavernosa, exageraciones ridículas para, al final, cuando nada sucede y nadie le hace caso, olvidarlas discretamente, envainarsela con disimulo, dejar que caigan en el olvido y esperar que nadie se las frote por los morros cuando las derechas siguen hablando con El País, yendo a 59 segundos, bebiendo cava catalán y dejando el estatuto en paz.

Ahora estamos en las mismas: muy indignados y con la nariz alta, los alcaldes del PP se marcharán de la Federación Española de Municipios y Provincias y ahí se quedarán, a la intemperie, mientras el resto de los miembros seguirá funcionando y tomando decisiones y así hasta que los boicoteadores se den cuenta de que están haciendo el ridículo y vuelvan a sus puestos a la chita callando.

De donde se sigue que Pedro Castro estaba equivocado en su juicio que no debió dirigirse a los votantes del PP si no a otros. Y no digo más pero está claro que los tontos de los cojones son otros.

(La imagen es una foto de (La imagen es una foto de El Plural, bajo licencia de Creative Commons).

dimecres, 27 d’agost del 2008

Hijo de puta.

Eso es lo que, al parecer, llamó el presidente de la Diputación de Castellón, señor Carlos Fabra, al portavoz de la oposición socialista, señor Francesc Colomer, que estaba preguntando por los procedimientos judiciales penales en los que aparece el señor Fabra como imputado. Aquí está el vídeo del plenario de la Diputación en el que puede oírse con claridad el insulto al final de la cinta.

En 1986 el presidente de la Junta de Castilla y León, el socialista Demetrio Madrid ,fue procesado por un delito presuntamente cometido en una empresa que había sido de su propiedad años antes y ya no lo era y nada tenía que ver con su cargo político. El entonces jefe de la oposición, un tal señor Aznar, pidió su dimisión en veinticuatro horas; Demetrio Madrid dimitió y eso permitió al citado señor Aznar calzarse la presidencia de la Junta. Tres años después, en 1989, la justicia absolvía al señor Madrid. Por supuesto ni entonces ni después reconoció el señor Aznar haberse alzado con el cargo castellano-leonés por medios torticeros ni pidió disculpas. Al contrario, siguió en sus trece con su famoso "¡váyase señor González!" porque es su estilo de hacer política.

En la época del llamado "felipismo" era teoría de la derecha que cuando un cargo público era procesado debía dimitir porque, decía aquella, una cosa es la responsabilidad política y otra la penal. Justo lo contrario de lo que sostiene ahora por boca del señor Fabra, parte interesada como imputado en estos procedimientos judiciales.

Todo eso es más o menos admisible pues forma parte de la brega política el contradecirse cuando conviene como la forma el subrayar esas contradicciones para tratar que quienes incurren en ellas pierdan las elecciones. Lo que no es admisible es la agresión verbal, el insulto grosero, la vejación personal. Ya sólo por eso el señor Fabra, si es él quien ha proferido el insulto, debiera dimitir y matricularse en una academia de buenas maneras.

dimarts, 5 d’agost del 2008

La espiral del insulto.

"Mal nacido", "hijo de puta", "facha", "comemierdas", "capullo"...Empiezo a pensar que el personal no sabe hablar sin insultar y si, como decía Rousseau, "el insulto es el argumento de quienes no tienen argumentos" está claro que no tiene argumentos. El asunto tampoco es de hoy; hace ya años, en tiempos de los del señor Arzallus que profería y recibía insultos que era un primor, escribí un ensayo sobre La Brunete mediática en España que anda publicado por ahí en el que recogía todos los insultos que había encontrado en la prensa escrita de Madrid y un par de diarios más, uno de Barcelona y otro de Bilbao en un periodo de meses, y me encontré con cien formas distintas desde los circunstanciales y momentáneos (como "vaca loca") hasta los sempiternos ("soplagaitas") pasando por los antediluvianos ("brontosaurio") y los postmodernos ("ignorante teleósteo periodístico") lo que ilustra mucho sobre el volumen de la tarea que acometen quienes quieren que en general se hable mejor y la gente sepa discutir sin faltar a nadie.

Dicen que internet y sobre todo la blogosfera son campos abiertos al insulto a causa del anonimato de las intervenciones. ¡Como si quienes se expresan en la prensa escrita en papel y en los medios audiovisuales fueran prodigios del bien hablar! Schopenhauer escribió un tratadillo sobre El arte del insulto en espíritu parecido a Thomas de Quincey en su El asesinato como una de las bellas artes y tengo leído que el insulto es bueno y castizo porque nuestras glorias del Siglo de Oro se insultaban mucho entre ellos. De hecho, el señor Jiménez Losantos, recientemente condenado por los tribunales por insultar, esgrimía en su defensa las diatribas entre Quevedo y Góngora, que no son malos nombres para aparearlos con los señores Jiménez Losantos y Zarzalejos. Nada, nada: el insulto no tiene justificación ni defensa alguna y únicamente demuestra nula educación y mucha zafiedad. Y no digo nada de quienes, no contentos con lo que ya se insulta en el orden civil normal, pretenden que el insulto está amparado por la libertad de expresión. El insulto es la antesala de la agresión física y, si no puede impedirse porque siempre habrá gente que recurra a él, debe estar severamente castigado.

Esos políticos extremeños y catalanes que andan intercambiando ofensas, ¿por qué no prueban a dedicárselas a los que tienen más cerca si carecen de otro medio de comprender lo injustificable de su comportamiento? ¿Por qué el extremeño no prueba a llamar "hijo de puta" a su señor padre y el catalán "mal nacido" a su hijo? Seguramente así lo entenderían.

Téngase en cuenta además que el ámbito público es de todos y los demás no tenemos por qué soportar las intemperancias de gente que carece de un control mínimo sobre sus actos. Porque el insulto es práctica desagradable en sí misma pero, al menos, tiene la problemática satisfacción de que uno se queda igual de satisfecho como cuando, por ejemplo, suelta un eructo, que viene a ser lo mismo ya que el insulto es un eructo del espíritu; pero los espectadores en ambos casos, sean insultos o eructos, sufren una penosa impresión.

En cuanto al fondo del asunto, si es que queda asunto en un lugar en donde la gente insulta, ¿qué vamos a decir? Siempre habrá gente que crea que los pobres son todos vagos y gente que piense que los ricos son todos ladrones porque esto no da para más: prejuicios de esos de "catalanes tacaños", "andaluces fulleros", "extremeños holgazanes", "madrileños chulos", "aragoneses tercos" y cosas igual de profundas como alimento espiritual de los dirigentes políticos quienes, si no saben hablar ni escribir sin ofender, a lo mejor debían de dimitir.

(La imagen es una foto de steveleggat, bajo licencia de Creative Commons).

dimecres, 30 de juliol del 2008

La condena al locutor.

Con las ganas que le tiene medio establishment mediático estoy seguro de que la esfera pública crepitará hoy de comentarios sobre la segunda condena judicial en pocos meses al señor Jiménez Losantos, la primera por injuriar al Alcalde de Madrid y esta segunda de triple cuantía por intromisión ilegítima en el honor del señor Zarzalejos. Tengo dicho que no me alegro de ninguna condena de los tribunales, pero sí de que se ponga coto a ese clima irrespirable, esa catarata de injurias e insultos que es la COPE, propiciada por este señor Jiménez. Es extraordinariamente fastidioso para el común de la gente tener que habérselas con individuos que recurren de modo sistemático a la agresión verbal, el vituperio y el insulto con el agravante de que lo hacen en un medio de comunicación de amplísima difusión.

Pero no es eso lo que aquí me interesa, que ya lo habrán dilucidado y desmenuzado cientos de plumas y decenas de voces. Me interesan tres puntos en concreto que sólo he visto tocados tangencialmente por ahí. Uno es la reacción que quepa esperar de la Conferencia Episcopal Española, propietaria de la COPE. No teniendo bastante con amparar pederastas, la jerarquía puede caer en la tentación de amparar gente reiteradamente condenada en los tribunales por injuriar e insultar a los demás. Ella sabrá lo que hace pero las condenas por injurias e insultos caen sobre ella tanto como sobre su empleado.

Segundo. Se propone el condenado administrar por doquier la misma medicina que él está recibiendo. Será divertido que lo haga ya que la cosa puede acabar en aquelarre dado que si él insulta, los demás no se quedan cortos insultándolo a él. Esta línea de respuesta parece jurídicamente prometedora, aunque moralmente detestable ya que recurre al socorrido "y tú más" y presumen que insultar o injuriar no es un mal en sí mismo, con independencia de quiénes o cuántos lo hagan. El patio puede convertirse en un reñidero sin cuento, cosa que normalmente favorece y beneficia a los insultadores como el mismo señor Jiménez Losantos. Abrir ahora una batalla de querellas y demandas a cuenta de los insultos en los medios puede llegar a colapsar los juzgados dado que aquí insulta casi todo el mundo. Siempre digo que el debate mediático en España me recuerda un extraordinario relato de Mark Twain llamado Cuando fui periodista en Tennessee donde cuenta cómo los rifirrafes entre las redacciones de los dos periódicos locales se resolvían a tiros y bombazos. Aquí, cuando menos, se trata de que las diriman los jueces. Algo es algo.

Tercero. Sin embargo en las pintorescas declaraciones del locutor al conocer la sentencia hay un elemento que contradice el propósito anterior de acudir a los tribunales. Según el señor Jiménez Losantos, "esta sentencia es incompatible con un Estado de derecho o una democracia". No veo por qué. La sentencia será más o menos justa y sobre eso se pronunciará en su día una instancia judicial superior si ha lugar a ello anulándola, modificándola más o menos o confirmándola, pero compatible con el Estado de derecho y la democracia lo es claramente. A no ser que se esté de acuerdo con el tenor de la siguiente declaración del señor Jiménez Losantos sobre el mismo tema en El Plural ¿qué es eso de que los jueces tiene que decidir lo que es honorable o no es honorable? Esa pregunta sí que es sorprendente y a ella sólo cabe responder con otras: y si no son los jueces, ¿quiénes serán? ¿Los matones? ¿El revólver más rápido del Oeste? ¿El señor Métomentodo? ¿Los curas? Negarse a que sean los jueces quienes diferencien entre lo honorable y lo no honorable equivale a decir que no hay diferencias.

El cuadro primero es La Justicia, de Lucas Cranach (1527) que se encuentra en Amsterdam Fridart Stichting y el segundo La Justicia de Rafael (1508 a 1511), un fresco que se encuentra en la Estancia de la Signatura, Palacios Vaticanos, Roma.

dilluns, 14 de juliol del 2008

Lluvia de querellas.

Hace unos días un tribunal de justicia condenaba por el delito de injurias graves a 36.000 euros al señor Jiménez Losantos, locutor de la COPE, cadena de la Iglesia católica. El condenado ha recurrido la sentencia y, en tanto esperamos el fallo del tribunal superior, el señor Jiménez Losantos se beneficiará de la presunción de inocencia (un derecho que él no ha reconocido a los demás), de forma que, de momento, el presunto delincuente a sueldo de los obispos, es una persona honorable.

Hace poco se ha sabido que otro tribunal de justicia ha dado orden de ir adelante con otra querella por injurias y calumnias interpuesta por don Juan Luis Cebrián contra el mismo presunto injuriador en la cadena obispal. Y, para redondear la operación, ayer se decía en el 20 Minutos que el señor José Antonio Zarzalejos también interpuso en su día querella por injurias contra el citado presunto delincuente, señor Jiménez Losantos al que pide 600.000 euros de indemnización y otras penas accesorias y que, en principio, el señor Jiménez volverá a sentarse en el banquillo el próximo miércoles y con él, quiera o no, la jerarquía eclesiástica que, luego de la primera condena decidió mantener al frente de su radio al presunto, arrostrando la posibilidad de que se la siga vinculando a la repugnante práctica del insulto y el matonismo radiofónicos.

Ignoro qué harán los obispos si, como es probable, el señor Jiménez Losantos es condenado y si seguirán manteniéndolo en su puesto, pero no hace falta que diga que la noticia de los nuevos procesamientos me parece excelente y que ayuda a creer en el Estado de derecho y el funcionamiento de las instituciones democráticas. No porque uno desee la desgracia ajena sino porque el tal señor Jiménez era (y es, en tanto los ciudadanos no le paremos los pies, como están haciendo los señores Gallardón, Zarzalejos et al.) un ejemplo vivo de lo que NO debe hacerse en democracia, esto es, insultar a todo el que no se le someta, agredir verbalmente, hacer irrespirable la atmósfera política, ejercer una especie de terror mediático, de abuso sin límites, amparado en la ventaja que da una radio y un par de millones de audiencia. O sea, para entendernos, una peste, y el que lo dude que eche una ojeada a la cascada de vituperios e insultos que a lo largo de dos años ha dedicado este individuo al señor Zarzalejos, desde "traidor" a "cenutrio" pasando por "detritus" o "escobilla para los restos".

La verdad es que, leyendo esta sarta de dislates y sabiendo los que, al parecer, ha dedicado a mucha otra gente, está uno tentado de enviar al autor no a los tribunales sino al manicomio. Pero es que el presunto injuriador lleva años lucrándose con su insufrible actividad, haciendo negocio y caja a costa de los demás, de su buen nombre y fama y esto ya no es de locos, sino de muy "listos". No es preciso decir, por tanto, que si vuelve a caer resolución condenatoria y si todas llegan a ser firmes, quedará suficientemente demostrado que el señor Jiménez es un indeseable y que está bien que pague sus culpas. Los 600.000 euros que pide el señor Zarzalejos es una cantidad razonable, quién sabe si hasta modesta, teniendo en cuenta el negocio que ha hecho este sujeto a costa de envenenar la vida pública española y encenagar el buen nombre de mucha gente.

Un brindis por los señores Ruiz Gallardón, Zarzalejos y Cebrián que, con sus querellas están haciendo más que nadie por restaurar un clima democrático y civilizado en España. Ojalá consigamos desterrar para siempre de entre nosotros a esta plaga de encizañadores y maledicentes.

(La imagen es una foto de Danny dmcl, bajo licencia de Creative Commons).