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dijous, 21 de juny del 2007

Carmen, destino de un género.

El martes se estrenó en el Reina Victoria de Madrid el espectáculo "Carmen de Bizet", a cargo del Ballet flamenco de Madrid I. O sea que faltando a la costumbre hemos visto una primicia, con la compañía "fresca" por así decirlo.

Está claro que si una ópera se puede contar en flamenco es ésta de "Carmen" porque los personajes, los episodios se prestan al género. Lo que consigue la veterana bailaora Sara Lezana, directora artística del Ballet Flamenco, es una pieza sorprendente. Ignoro cómo será la otra pieza que tiene el Ballet en repertorio, "Carmina Burana", pero ésta es una "Carmen" flamenquizada con intermedios de flamenco puro. La propia Sara Lezana tiene una actuación estelar con un zapateado durante la "Chanson Bohême", de Bizet. A sus cincuenta y nueve años esta mujer es un torbellino que eclipsa a toda la compañía.

Las escenas de puro flamenco, que tienen seguiriyas y tarantos y hay guitarra y cante y palmas, me parecen espléndidas en mis cortas entendederas del género y son en las que la compañía se luce. Las escenas propias de la ópera, las "flamenquizadas" resultan más apagadas. Al haberse suprimido todo recitativo, las escenas se conciben como ballets y tienen un aire más suave, que contrasta con el carácter desgarrado de las escenas puramente flamencas. No sé por qué, el conjunto me recordaba algo a "El amor brujo".

La historia de la ópera de Bizet, que la interpretación de Sara Lezana sintetiza y resume en el episodio amoroso del ciclo pasión-celos-muerte, a su vez, era una síntesis y resumen de la obra de Prosper Mérimée. Bizet se concentró en la historia de amor, pasión, delincuencia, rivalidad entre hombres, crimen pasional y supo clavarlas en partituras que nos son familiares. Pero se dejó fuera una historia paralela que recorre la obra de Mérimée: Carmen, la protagonista, es gitana y don José, su enamorado, el que por ella delinque, es un vasco de Elizondo, Navarra, que habla euskera y se llama don Jose Lizzarrabengoa. A Mérimée le interesaban mucho los asuntos de minorías étnicas de acusada personalidad porque los encontraba muy exóticos. "Colomba" es una narración en ambiente sardo. Pero en Carmen, el autor riza el rizo al narrar una historia en la que dos minorías étnicas marginadas, vascos y gitanos, entran en contacto. El conflicto personal se desarrolla en un determinado contexto cultural.

Desde luego, eliminar este aspecto y reducir la historia a la "mujer fatal" y el crimen pasional la hace más clara y ello ha contribuido al éxito mundial de la ópera de Bizet. Pero el dato étnico es un factor muy curioso que da un patetismo particular a los amores de carmen y don José.

Otra cosa desde luego es cómo se trata ese crimen pasional, de acuerdo con las pautas románticas, como algo que tortura a don José y no a Carmen. Violencia de género, vamos, elevada a la categoría de obra de arte.

La verdad es que es todo un espectáculo.

dijous, 14 de juny del 2007

Blowin' in the past.

Tenía pensado callarme, pero ¿cómo voy a hacerlo cuando dan el premio Príncipe de Asturias de las artes a Bob Dylan, el grande, el único? Comprendo cómo se sienten los seguidores de Elvis, los de Frank Sinatra y hasta los de Engelbert Humperdinck, voto a tal; espero comprendan ellos cómo nos sentimos los de Dylan. ¿Qué voy a decir? He corrido a escuchar Hurricane y Highway 61 revisited y, al final, en mitad de la fabulosa Balada de Frankie Lee y Judas Priest, me decidí por lo primigenio y genuino, Blowin'in the wind. Es lo que oí a mediodía que hacían los de "Clásicos Populares" en Radio Nacional, que pusieron una versión magnífica. Fernando Argenta hizo un análisis de eso que podríamos llamar "el sonido de los sesenta", recordando que incorporaba un sueño, una visión utópica que "desgraciadamente, no se ha realizado". ¿Cómo que no? Escuchen esto. Por cierto, las palabras del presentador son excelentes: "No hay mejor manera en el mundo de conocer un país y a su gente que escuchar su música".

Yes 'n' how many times must a song be sung before we get to its heart?

diumenge, 3 de juny del 2007

La música y el mal.

Ya metidos en harina, obsérvese el video de más abajo. Reproduce algunas de las últimas escenas de El último mohicano, la película de Michael Mann sobre la novela de James Fenimore Cooper. Lo que llama la atención en él es la perturbadora conjunción de una música extraordinaria, un paisaje bellísimo y una violencia cruel y atroz.

La cuestión no es solamente cómo puedan ir juntas esas tres cosas, sino por qué producen un tan extraño sentimiento de exaltación, como si la violencia, la destrucción y la muerte se apoderaran de nosotros y nos trasportaran a un plano estético superior; cómo sea posible que apenas puedan contemplarse estas escenas pero resulten tan fascinantes, con una fascinación siniestra. La música de Trevor-Jones tiene mucho que ver con ello.

Muy preocupado, me fui a repasar lo que de la música dice Sócrates en La República platónica, donde, si no lo he entendido mal, después de muy detalladas precisiones técnicas, se permiten sólo dos tipos de composiciones, ambas ensalzando lo que de más noble haya en el ser humano en la guerra y en la paz; las demás, quedan desterradas. A su vez, el concepto de guerra es muy amplio y abarca múltiples usos de la violencia. Por ejemplo, este mismo, en El último mohicano, una violencia ciega cuyos ruidos (jadeos, disparos, golpes, gemidos) se incrustan en la composición musical como una especie de contrapunto brutal que genera una fascinación capaz de tenernos contemplando y escuchando algo que repugna a la razón, la furia destructiva de la venganza. El bien triunfa sobre el mal convirtiéndose en peor que él.

Lo achaco todo a la música que, al hablar sólo y directamente a los sentimientos puede amparar los actos más sublimes o los más atroces con similar indiferencia moral.

dimecres, 9 de maig del 2007

Sorprendente Tintoretto.

Hemos ido a ver la exposición del Tintoretto en el Prado que está muy bien. Ocupa toda una galería central de la primera planta y ofrece obras famosísimas del genio veneciano que andan en diferentes museos y otras, claro, de los fondos del nuestro. Un placer contemplar ese lienzo de San Jorge (pequeño, para las dimensiones habituales de las obras de "Robusti"), que está en la National Gallery de Londres. Con esa organización revolucionaria del espacio, una línea oblicua que parte de la asustada princesa Cleodolinda y organiza toda la peripecia de San Jorge de Capadocia dando muerte al dragón que había de comérsela, hasta ascender a los cielos, en donde Dios padre bendice la escena que viene a ser un triunfo de la Iglesia como atestigua esa víctima anterior del dragón en el suelo, reminiscente del crucificado. La imponente composición se corona con la revolucionaria imagen escorzada del castillo, que separa el cielo de la tierra. Tintoretto es el último renacentista y el primer barroco.

Me llevé una sorpresa con la Danae de más arriba, obra de 1580, es decir, de avanzada madurez, que se conserva en el Museo de Bellas Artes de Lyon y que no conocía. También una composición curiosa y poco frecuente. No tiene la gran sensualidad que supo imprimirle en sus tres versiones su rival Tiziano, pero no hay duda de que es original y el desnudo, en una línea oblicua paralela a la de la codiciosa criada, tiene fuerza. La hija del Rey de Argos parece ajena al afán inseminatorio que se trae Zeus convertido en lluvia de oro y todo en la composición, excepción hecha de la criada, da la impresión de ignorar el prodigio que está produciéndose. Hasta el perrito mira en la dirección equivocada.

De los fondos del Prado procede esta abigarrada y dinámica escena, también obra de mucha madurez en la que la maestría de Tintoretto es apabullante, al cuadricular la escena y así fragmentarla como si fueran viñetas. Aparece rotulada como "Rapto de Helena" pero admite dos títulos, siendo el otro "Batalla de turcos y cristianos". Ambas denominaciones tienen un punto. En una batalla de turcos y cristianos, la mujer de la izquierda está de más. Pero, para ser el rapto de Helena muchos de los combatientes parecen turcos y algunas de sus armas, como la cimitarra del puente, turcas son. Las naves, sin embargo, no son galeras de guerra y el que está junto a Helena bien puede ser Paris.

Me gustaría subir más imágenes porque la exposición está muy surtida y hay bastantes bellísimas, pero no voy a dar la plasta. Me reduzco a ésta de aquí abajo, el último cuadro del Tintoretto que no llegó a terminar, una deposición,

una impresionante composición cargada de sentimiento (aunque la reproducción que he encontrado es bastante mala), concebida por un hombre que se sabía próximo a la muerte, en una perspectiva similar a la de San Jorge y el dragón, que arranca del cuerpo del hijo, sigue por el de la madre, ambos en similar actitud de crucifixión y asciende hacia los cielos a través del Calvario. Una especie de exaltado itinerario místico.

La exposición es una ocasión única y la termino con una composición de un estricto coetáneo de Tintoretto, Giovanni Pierluigi da Palestrina, un hermoso cántico polifónico, un Nunc dimittis, muy apropiado para lo que está aquí diciéndose.

Se trata del momento en que, habiendo sus padres presentado a Cristo en el templo, Simeón pide permiso a Dios para morir, pues ya ha cumplido su anhelo en la vida (Lucas, 2, 29-32).

dissabte, 5 de maig del 2007

Las edades de la vida (XXI).

Lo fascinante de la contemplación de las edades de la vida es la forma en que manifiesta esa peculiaridad de la vida humana que consiste en constituirse en punto de unión de lo inmanente y lo trascendente. Contemplada en sí misma en acto, que es la única forma en que cabe contemplar la vida humana en el presente, es la inmanencia absoluta. No hay más que el aquí y el ahora, una existencia autosuficiente y autorreferencial: el yo que habla y se conoce de modo intuitivo, vital, que dicen los irracionalistas.

Contemplada esa misma vida, sin embargo en su curso, a través de la sucesión de los yoes distintos pero que aparecen enlazados por la autoconciencia de la identidad, se proyecta d modo obvio hacia la trascendencia. El yo conoce su fin, pero se encuentra con la imposibilidad de realizar en sí mismo y, en consecuencia, se proyecta siempre en alguna forma de trascendencia. Hasta el materialismo es trascendente. El cuadro de más arriba, de Damien Hirst, pintado en 1991, representa un tiburón dentro de una pecera y lleva el muy significativo título de "De la imposibilidad física de representar la muerte en la mente de los vivos".

A la izquierda una canónica representación de las cuatro edades de la vida, de Edvard Munch (1902). ¿Canónica? Habría que matizar, como siempre que se trata de este sombrío genio del expresionismo nórdico. A primera vista, las cuatro figuras están compuestas de modo casual, como si se tratara de una instantánea de alguna calle cualquiera de cualquier pueblo de Noruega: una niña en primer plano paseando, quizá, con su nurse, una señora en el plano medio cruzando la calle y una anciana barriendo la puerta de su casa. Pura autosuficiencia, pura inmanencia de cuatro vidas concretas reflejadas en un instante determinado.

En un segundo momento, mirando con más atención, podremos apreciar unas señales que apuntan a la visión trascendente de la vida: la composición en pronunciada perspectiva, con el camino zigzagueante que se pierde en el horizonte entre casas y la variante sutil de la intensidad del color del rostro de las mujeres, desde el muy fuerte, bajo el sombrerito rojo de la niña (típico cromatismo expresionista), al menos acusado de la nurse, el pálido de la señora madura y el francamente desvaído de la anciana. ¿Qué es la trascendencia? La vida entera que la niña tiene por delante pero nosotros vemos a su espalda.

Puesto ya, me he animado a poner aquí la suite del Peer Gynt de Grieg, "En las cavernas del Rey de las Montañas", para que quede todo en Noruega.

divendres, 4 de maig del 2007

Las edades de la vida (XX).

Es curioso cómo han venido pareciéndose a lo largo de los siglos las concepciones de las edades de la vida, tanto sus representaciones como las tareas que se les encomendaban...hasta el día de hoy. Me atrevería a decir que vivimos en la época de la humanidad en que por primera vez se ha roto esa especie de sabiduría inmutable.

La ilustración de la izquierda es una miniatura del siglo XIV, de uno de aquellos libros, especie de breviarios, mezcla de santorales, devocionarios, calendarios y vademecum, llamados Très riches heures... y representa la idea medieval sobre las cuatro edades del hombre; el hombre noble, claro es, la vida del villano discurría de forma muy distinta y no se diga la del siervo. En este castillo señorial, a través de cuya ventana vemos un simbólico árbol de la vida se concentran los cuatro momentos típicos de la vida: el niño que juega con un taca-taca, el joven dedicado a la caza con halcón y, probablemente a la poesía trovadoresca, el adulto, en armadura completa y con lanza, entregado a la noble actividad de la guerra y el anciano con su cayado que parece estar despidiéndose. Cada cual sabe el lugar que tiene en la vida y en eso descansa el orden que se pretende inmutable. Pero lo que está claro es que todas las edades están, por así decirlo, fuera del negocio social, son irresponsables, excepto el caballero. El niño, el joven, el anciano son "bocas inútiles"; la resposabilidad social recae sobre el guerrero, como corresponde al ideal de la sociedad "militar" que Spencer postulaba como evolutivamente anterior a la "industrial", que era la suya, la nuestra.

Somos nosotros, los contemporáneos, quienes hemos alterado sensiblemente esa distribución de las funciones sociales por edades, al reconocer mayor importancia social y capacidad de decisión a los jóvenes (algo que han conseguido ellos y nadie les ha concedido) y prolongr al mismo tiempo la actividad social de los ancianos, cosa que también se han ganado ellos. De ahí que también nos neguemos a reconocer las edades de la vida como compartimentos estancos.

En todo caso, por si alguien quiere saber cómo sonaba la música la Edad Media, aquí dejo una pieza escrita en el siglo XII por Ricardo Corazón de León para matar sus ocios en la prisión en que esperaba que lo rescataran y se llama, muy apropiadamente, Ja Nus Hons Pris e interpretada con banjo



dijous, 3 de maig del 2007

El miedo y la máquina.

Los de Trazando caminos han propuesto como tema del mes el miedo y a mi se me ha ocurrido hacer una pequeña reflexión sobre el miedo y la máquina, tomando pie en una secuencia de 2001, la odisea del espacio, de Kubrick, que es muy impresionante. Quien quiera verla, que pinche en Trazando caminos. Hay otras aportaciones, claro, muy interesantes. De todas formas, habiéndome animado, traigo aquí también un trozo del comienzo del film, "El amanecer de la Humanidad". Miren (y escuchen) lo que se puede hacer cuando se junta el genio de Kubrick y el de Richard Strauss en el comienzo del poema sinfónico Así hablaba Zaratustra.


dimarts, 1 de maig del 2007

Las edades de la vida (XVII)


Hoy entramos en un territorio nuevo por dos razones distintas, una de carácter formal y otra de contenido.

La de contenido: hasta la fecha hemos dado por supuesto que las edades de la vida guardaban armonía entre sí, que se sucedían de modo suave, sin solución de continuidad en el mismo individuo o se relacionaban de forma pacífica al tratarse de personas de edades distintas, que se atienen a lo que social y convencionalmente se espera de ellas. Pero ¿qué sucede cuando las edades están en una relación conflictiva mutua, cuando entrechocan ya sea en el individuo aislado o en las relaciones entre ellos?

La de forma: las representaciones de las edades de la vida consideradas hasta el momento han sido pinturas, grabados, dibujos, estampas, impresiones, en definitiva, dos dimensiones, no tres; nada de volumen. Ya advertí que la representación del asunto es muy poco frecuente en otras artes, especialmente la escultura.

Pero hay algunos casos. El grupo en bronce que vemos, llamado L'Age mur una obra de Camille Claudel, escultora hermana del poeta Paul Claudel, está datada en 1900 y se exhibe en el Museo del Quay d'Orsay en París. A primera vista, podría decirse que se trata de una obra de Auguste Rodin, si bien si se observa con detenimiento, se apreciará un genio peculiar, distinto del rodiniano. De hecho, el hombre maduro que se aleja casi llevado en volandas por la vieja de alado ropaje, es Auguste Rodin y la jovencita desnuda arrodillada que trata inútilmente de retenerlo es Camille Claudel. Tres edades de la vida: juventud, madurez, vejez; tres edades en conflicto.

A los diez y nueve años de edad, Camille entró a trabajar con Auguste Rodin, que le sacaba veinticinco. En poco tiempo pasó de ser ayudante a ser su colaboradora, su modelo y su amante. La intensa relación duró varios años y, al final se rompió porque Rodin estaba vinculado a una mujer de su edad, Rose Beuret, la vieja del grupo. El resultado de la ruptura fue L'Age mur, una obra forjada a puro golpe de pasión, y una creciente inestabilidad emocional que acabaría con Claudel. Tuvo otra breve relación con Debussy. Hizo una última exposición en 1905 y, a partir de entonces, arruinada, despreciada por la crítica, abandonada por su familia, empezando por Paul que era exquisito poeta y piadoso cristiano, pero se portó muy mal con su hermana, cayó en estados de depresión que le hacían destruir sus obras. Por último, en 1913, a la muerte de padre, el último que aún la protegía, su odiosa familia consiguió encerrarla en un manicomio, en donde pasó los últimos treinta años de su vida sin que nadie fuera a verla, excepción hecha de una visita anual de su hermano, que no hizo nada por sacarla de allí.

En 1987 Bruno Nuytten llevó al cine la vida de Camille en interpretación de Isabelle Adjani y Gérard Depardieu (Rodin). El video recoge las últimas y tristes escenas. En 1989 Serge Reggiani compuso una canción, Camille, que forma parte de un disco fabuloso, Reggiani 89, que no he podido encontrar, pero cuyo estribillo, 2ª parte, dice:

Camille, la vie, c'est un superbe enfer
Et Dieu est un curieux sculpteur
Qui tue les statues qu'il préfère...
Actualmente, rehabilitada, se admite que Camille Claudel fue una gran escultora, con genio por derecho propio, un genio por el que hubo de pagar un terrible precio porque nadie, su familia ni sus amantes, estuvo dispuesto a reconocérselo.

diumenge, 29 d’abril del 2007

Las edades de la vida (XV).

Hay algo cíclico en la vida; tanto en lo individual como en lo genérico. La hipótesis del eterno retorno es muy antigua, pues aparece en las concepciones filosóficas hindúes y reza con la especie así como con el individuo que lo experimenta en la rueda del karma; de ahí pasará a Occidente a través, parece, de Pitágoras, hasta encontrar sorprendente acogida en Nietzsche. Todo ha de volver, todo ha de repetirse en el mundo y asimismo en la vida individual. Nacimiento, plenitud, decadencia, muerte, nuevo nacimiento. Es comprensible que el yo se piense eterno y rechace la idea de la mortalidad y que para ello acuda al consuelo de la circularidad que representa la eternidad de forma gráfica. El yo sabe que no puede volver a vivir su propia vida, pero aspira a vivir otra. Las edades son los vértices de los triángulos cuyos lados son los radios de una circunferencia y la secante que une los puntos en que los radios cortan a la circunferencia, que da vueltas como una rueda; la rueda del karma.

Es el espíritu que se encuentra en el fresco que Hans von Marées, un pintor simbolista alemán influido por Böcklin, pintó en 1874 para la Stazione Zoologica del Mare de Nápoles y titulado "Las cuatro edades del hombre". Si observamos con detenimiento la composición veremos que tiene un carácter circular: arrancando de los dos niños que juegan con la manzana, en el sentido de las agujas del reloj, vamos a la pareja de jóvenes, de ahí al hombre maduro y de ahí al anciano que se agacha...a jugar con la manzana del niño. La ancianidad y la infancia es el punto del eterno retorno.

Por cierto, la manzana es, a su vez el leit motiv pictórico del fresco. Todas las figuras están desnudas, formando una curiosa composición en paralelo con los árboles del bosque y todas tienen un quehacer con la manzana. En la joven pareja es la mujer la que la sostiene en una actitud reminiscente de la leyenda bíblica de la tentación de Eva, mientras el hombre aparece pensativo. Ya en la edad adulta, en la plenitud de la existencia, el hombre es autónomo para procurarse la manzana de la vida o, si se quiere, para pecar por su cuenta.

El carácter rotatorio y circular del fresco suscita la idea de la vida como un torbellino. Al menos, a mí me la sugiere y por eso he subido la interpretación que de Le tourbillon de la vie hace Jeanne Moreau en una escena magnífica de una de las películas menos valoradas de François Truffaut pero que a mí me parece extraordinaria, Jules et Jim.

dissabte, 28 d’abril del 2007

Las edades de la vida (XIV).

Termino hoy la serie de Thomas Cole (no la de las "edades de la vida") con los dos episodios restantes de "madurez" y "vejez". En la etapa de la madurez, el paisaje ha desaparecido, el hombre ha perdido el gobernalle, mientras el río de la vida atraviesa rápidos torrenciales, y discurre entre rocas peligrosas que también se alzan sombrías como riscos a los lados. El cielo es turbulento y atormentado y el pasajero, sobrecogido ante las dificultades, peligros e incertidumbres de la vida, parece encomendarse a las potencias celestiales. El ángel ha remontado a los cielos, como si quisiera ponerse a salvo ante tanta zozobra.

Una observación atenta, sin embargo, nos permite vislumbrar al fondo del óleo un horizonte luminoso de paz y sosiego, como una promesa para el caso de que el infeliz navegante consiga atravesar los torbellinos de la vida.

Por si alguien quiere acompañar la contemplación del cuadro con una música que considero apropiada, ahí va una interpretación de un momento de los Cuadros en una exposición, de Modest Mussorgsky, en interprtación de un chaval de 12 años.

Por último, el cuarto episodio, de Cole, la vejez: han regresado la calma y el sosiego, las sombras turbulentas de la existencia han quedado atrás, el ángel vuelve a acompañar al navegante y le señala la prometedora luz que fulge en lo alto en una escena similar a la de la juventud pero en la que la luminosidad no es la de una ilusión o quimera, sino el claro brillo de redención. Como Cole era tan místico, a su entrada pone a otro ángel, que parece invitar al hombre a entrar en las regiones celestiales. Quienes no damos en el trasunto místico, vemos en la escena la alegoría del ideal de la sabiduría al que puede consagrar su existencia el anciano, que sigue solo su periplo, sin cejar, hasta las metas que se haya marcado, libre de ataduras mundanas, a la búsqueda del conocimiento puro que dé sentido a su existencia.

Quien se sienta con ánimo puede pinchar en una hermosa interpretación del cuarto movimiento de la 6ª sinfonía en Re mayor, Patética, de Tchaikovsky, un adagio lamentoso consagrado al final de la existencia que siempre me ha parecido de una enorme belleza, a pesar de que las interpretaciones al uso le atribuyen eso, un sentido patético. Y es verdad, patetismo hay mucho, un patetismo hermoso que actúa como un bálsamo del espíritu.



diumenge, 8 d’abril del 2007

El genio de Brassens.

Ayer me equivoqué. Creía que era domingo y era sábado. El domingo ¡¡de Resurrección!! es hoy. Es decir, que tengo 24 horas más de asueto, sin necesidad de salir a desenmascarar a la Antiespaña agazapada en La Moncloa y presta a entregar nuestra tierra (empezando por la amada Navarra) a los terroristas vascos, nuestras iglesias a los terroristas islámicos, nuestras escuelas al Maligno y nuestro oro a Moscú, que ya sabemos de qué pie cojea el nietecito del abuelo.

Un descanso que aprovecho para seguir con las músicas de jadis. Hoy cambio el tercio y traigo otro de mis viejos ídolos, Georges Brassens, fantástico cantante francés, espíritu libre, hombre noble e íntegro, representante incontestable de un tipo de chanson de un lirismo mordaz y sin compromisos. Es una pieza con guitarra y contrabajo que se llama "Lamentación de las putas" y cuya última estrofa dice:

"Il s'en fallait de peu, mon cher {x2}
Que cett' putain ne fût ta mère {x2}
Cette putain dont tu rigoles
Parole, parole
Cette putain dont tu rigoles."

dissabte, 7 d’abril del 2007

¡Abajo los Blue Meanies!

¡Genial! Abro El País que, como se ve, está temblando por el boicoteo que ha decretado el lince de Rajoy, y me encuentro una reproducción de la portada de Sgt. Pepper's Lonely Hearts Band Club con motivo del 40 aniversario de su edición. Parece que todos los músicos ingleses van a colaborar en un homenaje al disco el próximo 1º de junio. Estupendo, una excusa más para seguir con los Beatles.

Hay un acuerdo general en que esa cubierta fue revolucionaria. Como casi todo lo que hicieron los de Liverpool. En este caso, la consagración definitiva del pop, que tuvo su momento esencial en Yellow Submarine cuando los chicos de la Sgt. Pepper's Club Band liberan a Pepperland de la odiosa dominación de los Blue Meanies con toda su cohorte de seres maléficos.

El collage de la cubierta es una pasada y, ahora que existe internet ya he salido de dudas respecto al nombre de los (pocos) personajes que me quedaban por identificar. Es una de las cubiertas más imitadas, copiadas y parodiadas de la historia del vinilo y reúne a un montón de gente simpática. De todas formas, sigo creyendo que debieron de haber metido a Sherwood Anderson, el de Mrs. Lonely Heart.

En cualquier caso, el disco traía canciones espléndidas, como Yellow Submarine (pínchese sobre la imagen del submarino amarillo) o el himno al LSD, Lucy in the Sky with Diamonds que todxs nos sabíamos de memoria, a pesar de lo psicodélico que es. En fin, que dan ganas de aplaudir sin parar, como estas gentes del blanco y negro.

Bueno, ya está bien de alegrías "camp". Prometo que, a partir de mañana, el mentidero de Palinuro tratará esos asuntos tan importantes y fundamentales de cómo el Gobierno de sociatas y masones vendepatrias está aprovechando la Semana Santa para dividir y desmembrar a España. Ese Gobierno de antiespañoles.

Menos mal que nos quedan, entre muchos otros, gracias al cielo, ¡Basta Ya!, El Mundo, el Foro de Ermua, la AVT, los obispos, provistos de una buena COPE, la Fundación DENAES para la Defensa de la Nación Española y, por supuesto, el PP, heredero de la lucecita de El Pardo.

divendres, 6 d’abril del 2007

Divertimenti.

La Semana Santa.

La verdad es que tengo que hacerme violencia para no seguir poniendo fotos de Héctor, que es un sol de niño. No haya cuidado, pues sé contenerme. Lo cual es a veces milagroso. Estaba ayer en el sanatorio, ejerciendo la paternidad responsable que ya me sale de maravilla, después de haber puesto cinco críos en el mundo (seguro que me toca algún centigrado en el calentamiento global del planeta) cuando oí trompetas y tambores en la calle de Príncipe de Vergara. Me asomo a la ventana y, ¡ay Señor! que efectivamente, por la dicha calle ayuso venía la procesión del Divino Cautivo. Penitentes de capa blanca y capirotes rojos arrastraban cruces de madera que tampoco parecían muy pesadas, como si la Plaza del Marqués de Salamanca fuera el Calvario, precediendo a una figura de Cristo cautivo, una talla de Mariano Benlliure que se conserva en el colegio Calasanz. Trompetas, tambores, penitentes, madrinas, autoridades con pechos relumbrantes de hojalata y bandas de solemnidad, y oficiales empenachados, todos ellos precedidos por guardias a caballo y custodiados por efectivos de la policía municipal. Tras la talla, no más de cincuenta personas.

Los antropólogos suelen cruzar mares peligrosos, tierras inhóspitas, ríos infestados de caimanes en busca y estudio de culturas exóticas cuando aquí mismo, delante de nuestras narices, tenemos estas costumbres verdaderamente sorprendentes. Y eso sin necesidad de ponernos municipales y echar cuenta de que haya gente que se apropia de los espacios públicos cuando le parece bien, para sacar de paseo a sus mitos totémicos en mitad de un espantoso estruendo que quiere llamar bien la atención sobre sus peregrinas supersticiones. Y lo que más gracia me hace son lxs civiles entorchados que caminan junto al paso, llenxs de prosopopeya y gravedad, como esos reyezuelos tribales del África, que se ponen un smoking encima de un taparrabos con lo que representan una autoridad que se me hace menos ridícula que la de estxs ejemplares ciudadanxs..


Atraco en euskera.

La odiosa tiranía que los españoles mesetarios ejercen sobre los otros pueblos minoritarios de la península, en especial el vasco, continúa haciendo estragos. No contentos con hollar la sagrada patria euskalduna, los invasores llevan años, incluso siglos, dedicados a su tarea de exterminio cultural, de verdadero idiocidio. Las últimas víctimas de esta actitud cerradamente españolista son ya los delincuentes.

Pínchese en ese video de ETB, auténtico testimonio de la cruda realidad con la que han de toparse los ladrones que, como todo el mundo sabe, son gente honrada, a la hora de ejercer su oficio en una Euskal Herria despojada de sus señas de identidad, sometida a la férula española y en donde ya no se puede ni atracar en euskera


De ritmo

Ayer cogí carrerilla con los Beatles, así que me puse a buscar una de sus mejores canciones, Get Back, el punto fuerte del famoso "concierto en el tejado del edificio", parte del cual se usó después para la peli Let It Be (que, también, menuda canción), aunque la mayoría de los temas no se editarían y quedarían bajo la forma de lo que los ingleses llaman un bootleg, esto es, una grabación no autorizada y (normalmente) no comercializada.

En el momento en que se grabó Get back, el grupo estaba rompiéndose, enzarzado en muy diversas desavenencias. En cierto modo, Get back era una especie de canto del cisne. Get back to where you once belonged. Una especie de amargo anhelo: regresa allí de donde eres; cosa que ya era imposible para ellos... y para todo el mundo.

El concierto en el tejado del edificio de Apple, en Saville Road en aquel frío día de enero de 1969, no estaba anunciado, así que, al final, subió la policía y lo clausuró. Como otra curiosidad: es una de las dos únicas ocasiones en que los Beatles grabaron una composición con un quinto músico: Billy Preston, al que vemos fugazmente, manos a la obra, entusiasmado.

Quien quiera escuchar una de las más fabulosas composiciones rítmicas de todos los tiempos, que pinche sobre la imagen.

dijous, 5 d’abril del 2007

El mal llamado tráfico.

Como una ritual danza de la muerte, todos los comienzos de vacaciones suenan a difunto, con una Dirección General de (mal llamado) Tráfico (DGT) volcada en augurarnos calamidades en cuanto nos descuidemos. Encuentro el asunto un poco fastidioso, si bien entiendo es imprescindible que pongamos freno a la carnicería on the road, aunque sólo sea por autoaprecio. Así que dicho queda: apoyo todo lo que sea forzarnos, impelernos, obligarnos, inducirnos a conducir mejor.

Creo, no obstante, que las autoridades debieran ser un poco más sensatas en lo que dicen. Por ejemplo, escuché ayer al señor Pere Navarro, Director General de (mal llamado) Tráfico insinuando que sería recomendable poner el importe de las multas a nivel europeo. Fetén, señor Navarro; supongo que harán Vds. lo mismo con los sueldos. Si no es así, son Vds. un poco randas.

Tengo más cosas que decir sobre el (mal llamado) tráfico, pero lo haré en otro post. Merece la pena postear sobre Madrid a este respecto. Bueno, haría falta un blog entero especializado en la circulación en la Capital.

De momento, lo que señalo es la ideíta de la DGT de hacer una campaña utilizando la cubierta del disco Abbey Road de The Beatles. Por cierto, vaya chapuza de trabajo de fotoshop. Habrán destituido al responsable, espero. En todo caso, confieso que me dio un vuelco el corazón al ver la cubierta. Tuve que irme a la original para cerciorarme de que los cuatro cruzan por el paso de cebra. En el 69, cuando salió el disco, no me había dado cuenta. Se conoce que, en cosa de lo que alguien, por ejemplo el señor Navarro, acabará llamando "cultura circulatoria" vamos empeorando.

En todo caso, pongo un enlace a Abbey Road con la debida advertencia a lxs de mi generación: puede darles un pasmo retromelancóliconostálgico. Tiene los temas siguientes: Mean Mr. Mustard, Polythene Pam, She Came In Through The Bathroom Window, Golden Slumbers, Carry That Weight y The End. A ver si consiguen quedarse con una diciendo eso de: "nada, nada, esta es la mejor". Son todas de Lennon/McCartney. Escuchen la batería de Ringo en Polythene Pam o la conjunción en She came in through the bathroom window, con las escapadas de Didn't anybody tell her? Didn't anybody see? Bueno, bueno. O esa fascinación de Golden Slumber donde nos enteramos de que: "Hubo un tiempo en que había un camino de regreso a casa" o el solo de batería con variaciones de Ringo en The End, que es para salir a la calle a razonar con una esquina.

Así, donde el problema de Wagner, según sus feroces críticos Nietzsche y Tolstoi, era que ponía la música al servicio del texto, estos chicos, los más grandes para mi gusto, ponen el texto al servicio de la música, sin dejar de ser texto, pero un texto musicalmente (no lógica, ni cognitivamente) fluctuante. Poesía, vamos.

Vale, que aproveche.

dimecres, 21 de febrer del 2007

Homenajes.

Hay una página fabulosa que, entre otras cosas interesantes, tiene una colección estupenda de canciones y melodías de la guerra civil, del lado republicano, claro. Se llama Altavoz del Frente. Cada vez que me acuerde meteré un enlace a alguna canción. Hoy pongo la canción que fue himno del batallón Abraham Lincoln (15ª Brigada), voluntarios norteamericanos de las Brigadas Internacionales que lucharon en la defensa de Madrid, en el Jarama (donde sufrieron terribles bajas), en Belchite (donde quedaron tan pocos combatientes que hubo que fundirlo con el batallón Washington) y en Aragón.

La canción, llamada Jarama Valley, compuesta sobre la melodia de una vieja balada folk (Red River Valley) es muy pegadiza. La primera vez que se la oí cantar al gran Pete Seeger, hace más de 30 años, me emocionó. Esta es la letra:



There's a valley in Spain called Jarama
It's a place that we all love so well
It was there that we gave of our manhood
Where so many of our brave comrades fell.

We are proud of the Lincoln Battalion
And the fight for Madrid that it made
There we fought like true sons of the people
As part of the Fifteenth Brigade

Now we're far from that valley of sorrow
But its memory we ne'er will forget
So before we conclude this reunion
Let us stand to our glorious dead


Salud.