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dimarts, 14 d’abril del 2015

Honi soit qui mal y pense.

Es el lema de la Orden inglesa de la Jarretera, que aparece también en el escudo de armas de Gran Bretaña. “Avergüéncese el mal pensado”, podría ser una traducción aceptable. El episodio histórico es conocido: el honor de una dama principal, trasferido ahora al de todo un reino. Caiga la vergüenza sobre quien sea mal pensado. Es una expresión que contradice de plano la sabiduría convencional corriente por estos pagos: “piensa mal y acertarás”. ¿Con cuál nos quedamos, con la fórmula culta o con la popular? Eso lo decidirá cada quién en su fuero interno.
 
Hoy celebramos el aniversario de IIª República. Palinuro participa en un acto de Izquierda Socialista de Guadalajara bajo la advocación del socialismo republicano. Dice un amigo mío que la expresión es redundante pues el socialismo es republicano o no es socialismo. Así deben de pensar también los de IS pues se sienten obligados a subrayar el carácter republicano del socialismo. ¿Por qué? Seguramente porque el PSOE como partido, salvo que Palinuro ande errado, no tiene prevista actividad alguna de conmemoración de este 84º aniversario de la República. Probablemente haya actos aislados aquí o allá, de IU o del mainstream del partido; pero no del partido como tal. El 14 de abril es un día como otro cualquiera. La República es historia y no podemos celebrar todas las efemérides posibles porque entonces no haríamos nada. Menos de lo que habitualmente hacemos.

¡Pobre República, qué triste es tu sino! Destruida por un golpe de Estado delictivo que provocó una guerra civil de tres años y una dictadura clerical-fascista durante 35. Negada y vilipendiada su memoria por decenios de propaganda fascista, historiografía mendaz y mercenaria al servicio de la dictadura. Todavía hoy falsamente acusada de vicios y crímenes propios de quienes se alzaron en armas contra ella. Difamados y calumniados sus principales protagonistas, muchos de los cuales murieron en el exilio o en las cárceles, fusilados o, simplemente, asesinados en una cuneta. Perdida su memoria simbólica, sustituida por una inundación atosigante de iconografía fascista que en buena medida perdura al día de hoy. Abandonada y olvidada por todos, por quienes la destruyeron manu militari y sus descendientes y también por los de quienes la defendieron de palabra y obra y en incontables casos murieron por ella.

Hoy sigue bebiendo el amargo cáliz del olvido, las aguas del río Leteo. No tendrá homenajes, ni banderas, himnos y grandes discursos. Si acaso los que le haga IU, los grupos de izquierda del PSOE, los fieles círculos republicanos, los laicos, los cuatro masones del Reino y los amantes de las causas perdidas, como Palinuro. Con la precisión de que no todas las causas perdidas le parecen dignas de defensa sino solamente aquellas animadas por la razón, la justicia y el sentido de la humanidad. La de los nazis también fue una causa perdida y muy bien y justamente perdida. No es el caso de la República, una causa injustamente perdida.

Pero nadie quiere reparar en ello ni comprometerse a nada. Será causa injustamente perdida, pero está perdida. Lo mejor es no remover memorias amargas. Que los muertos entierren a los muertos. Los que puedan, porque aún quedan más de 100.000 tirados en fosas comunes y no se sabe quién querrá enterrarlos.
 
Pero honi soit qui mal y pense. El día a día tiene exigencias urgentes. Vivimos en siglo XXI, nos enfrentamos a otros problemas. La política de la memoria es política de la nostalgia y la nostalgia es emoción propia de los perdedores. Y aquí nadie está dispuesto a perder. Todos quieren ganar. Primero, las elecciones; luego, el gobierno; después, la fama y la gloria; y, por último, la memoria imperecedera para el futuro. No podemos enredarnos con la del pasado ni admitir que también sea imperecedera. Algún día los gritos de esos muertos sin sepultura se acallarán para siempre. El silencio caerá sobre la memoria y el olvido sobre la República. Pero no se piense mal, por favor. Nadie cuestiona el ejemplo de los valores de aquel régimen de libertad con el que sus enemigos acabaron a sangre y fuego.

Hay que ganar las elecciones. No se pueden perder votos asustando a los sectores a quienes la República asusta. No es el momento. Tiempo llegará. Y, si no llega nunca, tampoco pasará nada. El PSOE no tiene previsto acto conmemorativo, pero mañana se reunirá con el Rey en una visita de este al Parlamento europeo en la que hablará con todos los eurodiputados españoles. No con todos. Se autoexcluyen los de Izquierda Plural y asimilados. Supongo que también, aunque no estoy seguro, los nacionalistas, pues no se consideran españoles, pero nunca se sabe. Asistirán, probablemente, PP, PSOE, Podemos, UPyD, C’s y algún otro.

El espíritu republicano late, pues, en Izquierda Plural. En los otros, PSOE y Podemos, entiéndase, no es que no lata sino que tienen otros latidos más fuertes. No se piense mal. Lo dicho: hay que ganar las elecciones y no arriesgar la derrota por reproducir memorias antañonas. Me parece bien. Cada cual actúa según le dicta su conciencia.

Palinuro tiene una sola pregunta a ambos partidos. Los dos se afirman partidos de la nación española. Con matices diferenciadores sustanciales, pero con una identidad de fondo: la nación española. La pregunta reza: ¿qué nación es la que no honra a sus muertos? Cierto, ni hoy ni mañana se conmemora algo que tenga que ver con los muertos. Solamente el aniversario del régimen por cuya defensa esos muertos fueron asesinados.

Por fortuna esta pregunta no necesita respuesta. La justicia que esos asesinados esperan de la nación española hace cuarenta años ya no depende de la nación española sino de la conciencia moral y jurídica internacional, de la justicia universal, de los tribunales argentinos, de la ONU, quizá también de la Unión Europea. Pero honi soit qui mal y pense. Nadie tiene nada contra la República y los republicanos asesinados. Sería absurdo equiparar la desidia y el desinterés por la República y los republicanos con la evidente mala fe y el obstruccionismo de las fuerzas políticas herederas ideológicas de quienes se rebelaron contra el orden constitucional republicano, lo destruyeron por la fuerza de las armas y asesinaron después a miles y miles de compatriotas desarmados acusándolos de la misma rebelión que ellas habían protagonizado. Asoma la oreja el refrán de piensa mal y acertarás. Pero sería absurdo acertar aquí, ¿verdad?
 
Absurdo...

dimecres, 8 d’abril del 2015

La España eterna.


Ignacio Ramírez de Haro, Trágala, trágala. El Español. Compañía Yllana. Director Juan Ramos Toro.
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Fui a ver el espectáculo de Ignacio Ramírez de Haro con una mezcla de complicidad y envidia previas y a partes iguales. Complicidad pues, por cuanto llevaba leído en declaraciones del autor, mi coincidencia con su punto de vista acerca del destino trágico-cómico de nuestro país es total. Yo también creo, como él, que España es un desastre en cuanto Estado y nación a nada que la comparemos con las otras europeas y que ese desastre se origina en la dominación de una oligarquía ladrona, inútil, vendepatrias, reaccionaria y católica. Un país gobernado secularmente por curas y frailes, militares incompetentes, civiles ladrones y reyes disolutos y estúpidos no alcanza los mínimos necesarios para codearse en lo internacional con otros Estados que han sabido organizar comunidades nacionales libres, prósperas y de peso e importancia en el mundo.

La envidia venía producida porque llevo ya un par de temporadas convencido de que la crónica de este tiempo último nuestro no puede hacerse a través del reportaje ni de la crítica política o el ensayo histórico, sino que debe acometerse como una farsa, como un esperpento valleinclanesco. Es realmente bufo que, después de cuarenta años de una dictadura miserable, cruenta, cerril e inútil, hayamos concluido el círculo de la transición con una vuelta al dominio de la misma estirpe de imbéciles nacionalcatólicos, ladrones y fascistas que alimentaron aquel régimen criminal. Esta convicción me empujaba a vencer mi resistencia a meterme en un terreno extraño y estaba ya casi decidido a hacerlo cuando se estrenó la obra en comentario, Trágala, trágala, suscitando mi inquietud al ver que otro se me había adelantado.

¡Y qué otro! Un dramaturgo con experiencia y con una biografía que añade interés e intriga a su obra. Cuñado de Esperanza Aguirre, probablemente el ejemplo más acabado de esa oligarquía parásita nacionalcatólica y estúpida que lleva trescientos años destruyendo el país, ya estrenó hace diez una obra titulada Me cago en Dios en Madrid, siendo su pariente presidenta de la Comunidad. O sea, el autor va provocando. Y hace bien. Quizá sea la única forma de sacudir la modorra hispana, hecha del maridaje entre los curas de garrote, los señoritos parásitos, los fascistas y militares de opereta y un populacho embrutecido por el pan y toros y TV. Hoy, sobre todo, mucha TV. Así lo entiende precisamente esta Aguirre quien, habiendo organizado un canal de propaganda y ensalzamiento de su persona, de basura insoportable, regido por el favoritismo, el enchufismo, el clientelismo y la falta de dignidad de unos comunicadores dispuestos a lamer el suelo a cambio dinero, tiene el morro de decir que es una TV "plural". Están tan acostumbrados a que nadie les rechiste que dicen mentiras como pianos sin sonrojarse y sin molestarse en disfrazarlas. Una TV poblada de tipos como Sánchez Dragó, Hermann Terstch o Buruaga es tan neutral, independiente y de calidad como una Mesalina virgen o un tigre herbívoro.

Vista la obra, la complicidad se mantiene; la envidia, no. El modo de Ramírez de Haro de abordar el tema de las dos Españas no casa con lo que se me ocurre a mí. Coincido en el planteamiento general del autor, pero no en su forma de tratarlo. Mi último libro sobre La desnacionalización de España se refiere a alguno de los temas más significativos que el dramaturgo expone, como las citas del famoso artículo de Maçon de Morvilliers Que doit-on à l'Espagne? del siglo XVIII, cuando se pregunta qué cabe esperar de un pueblo que pide permiso a los frailes para pensar. También hay paralelismo en rechazar el discurso fantástico, demagógico y falso acerca de la guerra de independencia como crisol de la nación española. Precisamente, su cuñada ha sido siempre abanderada de esa versión barata, carnaza de patriotismo de señoritos ineptos, cuarto de banderas, clero trabucaire y populacho ignaro del surgimiento de la nación española en 1808. A su servicio despilfarró la ultraliberal nacionalcatólica abundantes recursos públicos para seguir con la patraña de que 1808 es el punto de encuentro entra las dos Españas, la tradicionalista, oscurantista de Trento y la liberal y progresista de Cádiz, una mentira en la que están interesados la oligarquía ultramontana de siempre y los débiles estamentos intelectuales que apenas se atreven a hablar y se callan felices cuando los privilegiados les conceden alguna canonjía, un nombramiento, un cargo, unos dinerillos, una columna en un periódico de postín en la aldea o voz en alguna de sus tertulias.

Breve digresión para que se vea hasta qué punto, en efecto, España es, desde todos los puntos de vista, una anomalía y un engendro. Recién nombrada directora de la Real Academia de la Historia (RAH) doña Carmen Iglesias, la institución dice ahora por fin, y gracias a ella, que, al contrario de lo que sostiene la correspondiente voz en su Diccionario Biográfico Nacional, Franco sí fue un dictador. Reflexiónese sobre este paso porque, en su aparente nimiedad, es la clave de la desgraciada historia del país. La RAH reconoce que Franco fue un dictador. Algo elemental, que saben hasta los niños de la Patagonia. ¿Hay algo que celebrar en ello? ¿No está la RAH diciendo una perogrullada? En la Patagonia, sí; aquí, no. La misma RAH imprimió, a grave costa del erario, un diccionario en el que la voz sobre Franco se encargó a un franquista redomado, un hombre de habitual buen juicio pero que, en tocándole al General, pierde el oremus y dice auténticos dislates sobre su adorado caudillo. O sea, la actual RAH no hace más que cumplir con su deber y se queda corta mientras que la anterior cometió la villanía habitual en estos pagos de doblegarse ante la mendacidad, el abuso y la estupidez nacionales. Cosa corriente en un país en el que los jueces están al servicio del poder político y el poder político al de la Iglesia católica. Un país en el que se persigue y reprime a la gente por exponer sus ideas y se premia con dineros generalmente producto del pillaje a políticos ladrones sin escrúpulos. Un lugar en el que empresarios sinvergüenzas labran su fortuna a base de enchufes, coimas, sobornos, estafas y de esclavizar la mano de obra gracias a un marco jurídico debidamente apañado por estos políticos serviles. Fin de la digresión. Tal es la situación actual y la de Fernando VII y esto es lo que el autor pretendía mostrar.

Pero yo no lo hubiera tratado de este modo. La obra se concentra en el reinado del Fernando VII el Deseado, al que presenta como un imbécil, traidor, cobarde, cruel y absolutista. Un Borbón. Nada que objetar. La abyección del país en manos de esta camarilla de truhanes e incompetentes, María Luisa de Parma, su marido Carlos IV, su amante Manuel Godoy y sus hijos, en especial este desecho de la condición humana que fue Fernando VII, es completa y el autor la expone sin concesiones. Si acaso, se queda corto. La historia se entrevera con continuas referencias a la situación actual para hacer verdad el dicho de que en España nada ha cambiado y que el país sigue regido por la Inquisición y la misma mentalidad cerrada de la época fernandina. Pero no creo que este juego con la máquina del tiempo esté conseguido. Al contrario, desmerece bastante. El hilo conductor de la reina Leticia narrando en directo los acontecimientos políticos de la guerra de 1808 -reiteradamente considerada como una guerra civil, cosa bastante cierta- es artificioso, injustificado y la actriz lo remata sobreactuando a cada paso. Es verdad que la acción general lo pide porque todo está visto bajo el prisma de la farsa, la burla y el esperpento, lo cual va bien con el absolutismo borbónico pero no acaba de cuajar porque también este aparece sembrado de chistes y parodias manidos y de escasa originalidad. La cuestión del priapismo del Borbón y la presencia del psicoanalista argentino son sencillamente inaguantables. La guinda la pone la presencia de un Pablo Iglesias Turrión que, sobre ser desafortunada, carece de toda razón de ser como no se trate de recordarnos la perennidad de la lamentable condición hispana.

La obra es una farsa, de acuerdo. Y en las farsas todo es desmesura. También de acuerdo. Y estridencia y burla. Siempre de acuerdo. Procacidad, rabelesianismo, burla y chirigota. Pero todo eso no está reñido con la originalidad, el ingenio, la innovación y el frescor de las ideas. Me temo que no sea el caso salvo algunas excepciones. La historia de Fernando VII y este miserable país del ¡Vivan las caenas! y el Lejos de nosotros la funesta manía de pensar, ambas expresamente citadas en la obra es suficientemente conocida, aunque no esté de más recordarla y recordársela a sus herederos. Pero eso es fácil. Más difícil es vincularla a la actualidad y tal es el punto débil de la obra porque no lo consigue. La aparición de Pablo Iglesias carece de sentido y toda la última parte de la pieza, a partir de la muerte del Deseado en La Granja, sobra,

Tengo mi explicación respecto a esta insuficiencia en la actualización del drama permanente de España y es que el autor queda superado por lo que enuncia pero no alcanza a comprender del todo. Tiene la valentía de decir al público que el grado de imbecilidad, tiranía y cerrilismo de la oligarquía española ha llegado a tal extremo hoy que España está a punto de desaparecer por desintegración territorial. Estoy de acuerdo con el aviso. La fantástica ineptitud de esta banda de ladrones que detenta el poder político, encabezada por un prodigio de estolidez, marrullería y corrupción que es Rajoy, ha conseguido destruir las escasísimas esperanzas que una timorata transición había hecho surgir de contar por fin con un país normal en Europa.

Pero aquí está la divergencia y no es menuda. El mayor riesgo de fragmentación de España viene, sin duda, del soberanismo catalán. Pero el tratamiento que Ramírez de Haro hace de él, sugiriendo que, en el fondo, es una variante del carlismo y, por lo tanto, profundamente hispánico, es en mi modesta opinión, errado y emparenta al autor con los nacionalistas españoles subgénero cínico, esto es, aquellos que quieren desactivar el movimiento soberanista acusándolo de ser justamente lo contrario de lo que es. El actual nacionalismo catalán es un proceso de recuperación no solo de la identidad colectiva de este pueblo sino también de su dignidad como personas en una sociedad libre, abierta, plural y tolerante. O sea, lo contrario de lo que es España.

Y si la rump Spain tiene alguna esperanza de no acabar yéndose por el sumidero de la historia a manos de esta oligarquía de imbéciles, más le vale que vaya aprendiendo de los catalanes en lugar de negarlos.

divendres, 6 de març del 2015

La princesa está contenta.

¿Qué tendrá la princesa? Sencillo, una promesa de que en unos días podrá vestirse un lujoso trajecito y ser el centro de la atención en una ceremonia que no entiende ni puede entender, pero que le han dicho que es muy importante. Y, como se lo han dicho sus padres, en quienes ella confía ciegamente, como buena hija, no duda de que lo será. Sea lo que sea, la culpa no será suya.
 
Va a integrarse ya totalmente en una secta religiosa en la que ingresó en el bautizo y la comunión, dos ceremonias que oficiaron por ella pues ella no tenía uso de razón ni libre albedrío. Por primera vez en su vida va a recibir en su cuerpo la carne y la sangre de su Dios bajo la forma milagrosa de una hostia consagrada. ¿Y quién ha metido estas estupideces en su cabeza?  Obviamente sus padres, en uso de su derecho paterno que no es tan bestia como el de la familia romana (cuyo pater podía vender un hijo como esclavo, por ejemplo), pero tampoco se le aleja mucho porque si vender como esclavo un hijo está mal, esclavizarlo espiritualmente a la estupidez para siempre incluso puede ser peor. Pero tienen derecho. Allá ellos con su conciencia, si es que la tienen y no se la administra el cura de turno. Como si quieren educar a sus hijos en la fe de Krishna o en la mormónica o en las prácticas vegetarianas o nudistas. Nada que objetar.

Pero estos padres no son unos padres cualquiera, sino los reyes de España. Lo que ellos hacen tiene una extraordinaria repercusión. La prueba es que una noticia que afecta a su hija es noticia antes de ser noticia, para regalo de las publicaciones de los infragéneros del corazón y prensa lacaya en general. Los reyes son pieza esencial del poderoso engranaje del  abuso y secular opresión de la oligarquía nacionalcatólica española sobre este triste pueblo, que todavía no ha conseguido liberarse de estos parásitos a pesar de haberlo intentado un par de veces. Es el círculo vicioso del atraso español: gobiernan los curas porque los gobernados quieren. Parece mentira, pero es así.
 
En un Estado aconfesional, el Jefe del Estado es muy libre de practicar un culto u otro o ninguno. Pero no como Jefe del Estado, sino como ciudadanos privados, Felipe y Letizia. Pero insistir en que este sea así no solo es iluso sino hasta un poco ridículo. Imposible evitar que en una sociedad mediática deje de funcionar el negocio de la publicidad y la propaganda sobre el que la Iglesia ha montado siempre el suyo: la ostentación, el lujo, el boato. Dios está con nosotros y el Rey nos obedece. Y la prueba la tienen ustedes en el Boletín Oficial del Estado (esa muestra de la racionalidad moderna) en el que un ministro del Rey ordena a los españoles que crean que su dios ha creado el universo, entre otras necedades.
 
Ignoro lo que pensará esta pareja pero, según todos los indicios, nada. Lo suyo es representar un papel, dejarse llevar por razones y criterios ajenos, carecer de propios. Adaptarse a lo que les dicen y hacer y decir lo que les ordenan en nombre de una interés superior de España que no existe ni ha existido nunca porque esta oligarquía de chupacirios, explotadores y vendepatrias jamás se ha ocupado para nada del bienestar, los derechos y las libertades del pueblo.

dimecres, 7 de gener del 2015

La Gran Nación.

El Rey ve con optimismo el futuro de la “Gran Nación” española, titula la pieza un poco pasmado El País que pone la expresión Gran Nación entrecomillada. Sí, claro, suena como una consigna hueca. Y lo es. El Rey la repite como un papagayo. Ya se la he oído tres veces en los últimos dos meses. Antes se la había oído innumerables a Rajoy que será quien ordena que se la pongan al Rey en los discursos. Rajoy seguramente la sacó del título de un libro de conversaciones de Jaime Mayor Oreja con César Alonso de los Ríos titulado Esta gran nación (2007). Los políticos hablan incluso cuando escriben. Tienen poco tiempo. Hasta para pensar. Seguramente por eso Rajoy tomó el título el libro. Suena bien.

Tengo rastreada esta expresión de "gran nación" hasta Marcelino Menéndez Pelayo. Quizá se empleara antes; no lo sé. Pero no mucho antes porque esa nación en sentido moderno que se menciona aquí es témino originariamente afrancesado y doceañista, detestable para los conservadores. Entre tanto se ha revestido de dignidad y autoridad y por eso Menéndez Pelayo la califica de "gran". Pero que se revista de dignidad y autoridad hasta el punto de que la pronuncian los Reyes en los grandes momentos, no quiere decir que lo haya hecho también de sentido.

Porque, ¿qué significa "gran nación"? ¿Cómo se mide la grandeza de una nación? ¿Hay criterios objetivos? ¿Cómo se evalúan? ¿Se procede por comparación con otras?

Desde luego, no hay que buscar tres pies al gato. La expresión es una consigna. Está vacía de significado. Se dirige a los sentimientos. Es como un grito. Se usa por no arrancarse con un "¡Viva España!" porque no están los tiempos para gollerías. Así que déjense de bobadas y no se pongan quisquillosos tratando de averiguar qué sea una "gran nación". España, hombre, ¿no lo ven?

No, no lo ven. La gente se empeña en comportamientos mezquinos, quiere saber a qué se refieren sus gobernantes y reyes cuando repiten como carracas que el país es una "gran nación". Eso los que no aplican directamente el sabio refrán de "dime de qué presumes...". Los otros, los inquisitivos, se empeñan en consultar las estadísticas, los datos, los índices, y compararlos con los de otros países europeos. La situación del nuestro es mediocre tirando a triste. Estamos en los primeros puestos de todas las desgracias, como paro, paro juvenil, precariedad, emigración, pobreza, salario mínimo más bajo, mas IVA y otros impuestos, peores servicios, precios más altos. Nos reñimos los lugares con Grecia y Portugal, lugares en los que nadie piensa como "grandes naciones".

Esto es coyuntural, dice el jefe. La crisis se ha cebado en España por culpa del despilfarro anárquico de los socialistas y ha causado un bajón en la prolongada trayectoria ascendente de esta "gran nación". Pero la gente sigue siendo escéptica. Le dicen que no mire el lamentable presente sino que contemple la trayectoria. Y es lo que hace para comprobar que en los últimos doscientos años tampoco ha brillado la nación española como grande ni como mediana y, en momentos, ni como pequeña, como cuando Lord Salisbury la daba por "moribunda" en 1898.
 
La consigna España es una "gran nación" no tiene nada que ver con la realidad, por eso la emplea también Cospedal y acabarán empleándola todos los segundos niveles, como aquella jaculatoria de Franco de "Por Dios, España y su Revolución Nacional Sindicalista".
 
Un último dato sobre la "gran nación" española. Si una nación no puede recuperar un enclave territorial que considera militarmente estratégico y simbólicamente esencial como parte de su integridad, esto es, Gibraltar, ¿puede llamarse "gran nación" sin caer en el ridículo?
 
Hasta que España no se vea como es y no deje de llamarse cosas que no es no saldrá del marasmo.

divendres, 26 de desembre del 2014

De no creerlo.


Este debe de ser el tercer o cuarto apunte sobre el discurso del Rey que sube Palinuro. Su opinión ha quedado bastante clara: Felipe VI, Preparao, es más de lo mismo. Más y de lo mismo que su padre quien, luego de una vida regalada, disfruta de una jubilación de ensueño con unos buenos capitales que ha ahorrado como una hormiguita y de los que no da cuenta a nadie. Más y de lo mismo. Si acaso, más soso, con menos experiencia y algo más bobo, que ya era difícil y dicho sea con todos los respetos a la institución real antes de que venga el de la cachiporra con su Ley Mordaza a poner al pobre Palinuro una multa de 600 millones de denarios. Más soso, más bobo y con menos experiencia; nada que no pueda subsanarse con el tiempo en los próximos cuarenta años con que este joven Borbón pretende deleitar a su amado pueblo.

Además del estilo inconfundiblemente borbónico, el monarca ha recitado ce por be y punto por punto el discurso triunfalista que le ha apañado el presunto cobrador de sobresueldos, okupa de La Moncloa, sobre sus habituales patrañas: la corrupción es atosigante, sí; pero gracias a los esfuerzos del principal responsable político de esa misma corrupción, será erradicada sin contemplaciones. La crisis fue muy dura, pero ya es historia, gracias a la gestión de este gobierno todo él encomendado a la intercesión de la Virgen del Parto Feliz. Cataluña anda tonteando con la idea de la independencia pero la abandonará de inmediato cuando sepa cuán cara es al corazón del Rey y, sobre todo, cuánto la aman los gobernantes que anhelan "españolizar" a sus nens. La democracia está firme, rozagante y tranquila, como lo demuestra el proyecto de Ley Mordaza gracias a la cual nadie podrá elevar el tono de voz so pena de paliza policial, identificación de lo que quede y multa al canto a los despojos.

La única diferencia entre este discurso del Rey y la habitual farfolla del presidente es que el Monarca no tiene que leer de los papeles. Lee en el teleprompter.

Para su gran pasmo Palinuro comprueba que la recepción del discurso real en lo medios ha sido de alegría, contento y algazara. En los medios y en los partidos. Al parecer en todos. Probablemente no hemos escuchado el mismo discurso o sí lo hemos hecho, pero con distintos oídos. Lo cual debe tranquilizar a la Corona. Porque lo importante no son las indudables bobadas que Felipe soltó sino la capacidad de la miriada de intermediarios y comunicadores de convertirlas en profundas y oportunas reflexiones. Así se forma una opinión pública informada y crítica.

Cómo sería la cosa de abyecta en el juicio de las reales tonterías que el elemento más crítico fue un editorial de El País con el muy significativo título de Buen discurso, pero... , pero, vamos, que le faltaba alguna precisión sin mayor importancia. En el resto, al parecer, coincidencia de criterios. Según el mismo diario, todos los partidos, PP, PSOE, UPyD y hasta Podemos  aplauden el debut de Felipe VI. Parece que el único algo más crítico, atinadamente crítico, ha sido IU. Pues muy bien, damas y caballeros, que los dioses les conserven el juicio y la capacidad de entender a qué altura debe estar el discurso de un Jefe de Estado a la población y no las divagaciones del chico de los recados de un perillán que lleva tres años desgobernando el país y mintiendo a todo el mundo.
 
De no creerlo, pero cierto.

dimecres, 24 de desembre del 2014

El portavoz del sobresueldos nos toma el pelo.


Hubiera sido mejor que pusieran el vídeo pregrabado que el pequeño Nikolaus pasó a Palinuro hace un par de días con el verdadero mensaje del Rey, menos lamentable, menos patético, menos estúpido, falso y vacío.

Este joven promesa minimalista ha recitado obedientemente las falsedades y embustes que el presidente del gobierno se obstina en colocar al respetable desde hace tres años contra toda evidencia. El texto recitado respondía a los sórdidos intereses de ese individuo que dice gobernar el país que está destruyendo desde un cargo del que debiera haber dimitido hace años.

Cinco puntos tuvo el penoso alegato del Borbón y un estrambote.


1.- La corrupción. Propósito firmísimo de acabar con ella con la ayuda un gobierno presidido por su principal responsable político en el gobierno y el partido, a su vez señalado por el juez como partícipe a título lucrativo en la comisión de un delito. Si alguien  imagina un guión más absurdo, que lo presente al concurso de Ubú Rey.

2.- Crisis económica. ¿Qué crisis? Hombre, por Dios, ya es historia. Todas las magnitudes son positivas y, si bien quedan algunos rezagados, ahora de lo que se trata es de no emborracharnos con la prosperidad que el partido y gobierno más corruptos y ladrones de la historia de la democracia han traído a España.

3.- Cataluña. La unidad nacional es intangible. Formamos un piña bajo la sombra de la Constitución. Aquí las habitualess mentiras y bobadas de Rajoy son palo que pinta en el juego en el que por supuesto, si el gobierno está tratando de encarcelar a Mas es solo para protegerlo de sí mismo.

4.- El Rey padre, gran servidor de España. Un ejemplo para todos, fuente nutricia del amor que este buen hombre dice haber leído en los ojos de los españoles y que le permite sobrellevar el amargo peso de una hermana presunta choriza.
 
5.- La democracia consolidada y resto de las patrañas de Rajoy. La consolidación democrática se nota en la nueva Ley Mordaza, erróneamente orientada a acallar las protestas de la ciudadanía, cuando debía dirigirse contra las memeces propagandísticas de la pandilla de inútiles que detentan los poderes del Estado. El Estado del bienestar que el gobierno del partido de los sobresueldos ha desmantelado, preservado con el mismo éxito con que flota el plomo. Y ya no hablemos del gran peso en Europa de España, gobernada por un menda al que los demás consideran el líder más incompetente de la Unión.
 
Estrambote:  vamos a regenerar la vida política, aunque nadie sabe por dónde empezar cuenta habida de que todo va de cine y, por supuesto, no se olvide, vamos a preservar nuestra unidad dentro de la pluralidad. Por si acaso.
 
Llegados a este punto descubrimos que el resto del mensaje sobraba.
 
Quieto todo el mundo.

dissabte, 7 de juny del 2014

Referéndum.





Por un referéndum sobre la República.

Las dinastías pasan. Los pueblos permanecen.

La dignidad de las personas reside en su autonomía y su derecho a decidir como individuos y como pueblos. El derecho a decidir es la base moral de la civilización en libertad.

Lo más importante que las personas deben decidir es su orden de convivencia y su forma de gobierno.

Nadie puede arrogarse el derecho a decidir por la mayoría si no es por determinación expresa de esta. El derecho a decidir individual y colectivamente es originario y se actualiza cuando circunstancias extraordinarias lo exigen. La única forma de averiguar la voluntad de la mayoría es consultándola en un referéndum sobre la forma de gobierno y/o sobre la organización territorial del Estado.

Este Parlamento fue elegido para asuntos ordinarios y sostener que la sucesión es uno de ellos cuando es fuerza aprobar una ley orgánica por vía de urgencia, quebrantar normas de procedimiento y modificar de hecho la Constitución es un evidente abuso. De tratarse como asunto ordinario, la sucesión será legal pero no legítima y la monarquía, último legado de la Dictadura, seguirá siendo ilegítima. El relevo es la oportunidad de reconsiderar o validar la decisión que se tomó en el pasado en otro momento de excepcionalidad. No hay razón para aceptar sin más una forma de gobierno impuesta por circunstancias que ya no están vigentes.

Desde el momento en que la democracia es la igualdad de todos ante la ley, el concepto mismo de “monarquía democrática” es una contradicción en los términos. Cuando las personas son libres, nadie es más ni menos que nadie.

Esta monarquía hereditaria, basada en un principio sucesorio patriarcal, es una afrenta al sentido de la libertad, la igualdad y la dignidad de la conciencia contemporánea.

La República, en cambio, es la negación de todo privilegio y la garante de la igualdad ante la ley.

Ramón Cotarelo.

dilluns, 10 de febrer del 2014

WikiLeaks filtra la conversación entra la Infanta y el Rey.

Palinuro recibió ayer un what'sApp de su amigo Julian Asange: "Pali, cliquea en el archivo adjunto. Hemos pinchado a la Infanta hablando con el Rey". Y tal cual:

- ¿Qué tal ha ido todo, hija? Dicen que no has contestado a casi nada, que te has hecho la tonta.
- Ya sabes que se me da muy bien. Pero sí he contestado algunas preguntas.
- ¿Sobre qué o sobre quién? No sería sobre mí, ¿no?
-Claro que no, papá. ¡Si estabas mirándome desde el cuadro que presidía la sala!
- Eso es lo esencial.Yo no sabía nada. Nada de nada
- Bueno, me preguntaron por qué le dijiste a Iñaki que se apartara de Nóos en 2007.
- Sí, para el caso que me hizo... ¿Qué les has dicho?
- Que fue por razones de estética.
- Es que tu marido es muy feo. Con esa cara de lechuguino de pueblo y vendedor de crecepelo...
- No empieces, papá. Sabes que lo quiero, que me casé por amor, que solo veo por sus ojos.
- Calla. Es un inútil y un mastuerzo. ¡Mira que dejarse pillar! 
- Mala suerte, caramba. No todo el mundo tiene tu experiencia.
- ¿Qué quieres decir?
- Lo sabes de sobra. Iñaki solo quería imitarte. Su única falta fue seguir tu ejemplo.
- Ten cuidado que esto está todo intervenido. Me fío menos de estos gobernantes de derechas que de los de izquierdas.
- Pues no me calientes. A ver ¿qué ha hecho Iñaki que no hayas hecho tú? Si hasta estuvo tonteando con esa marujona amiga tuya.
- ¿Lo ves, Cris? Un mastuerzo. Nunca supo cuál es la función de un plebeyo frente a un Rey.Y con un gusto deplorable.
- Pues anda que el tuyo... Por cierto el juez me preguntó también por el préstamo de 1,2 millones que me hiciste. 
- Y que veo en globo.
- Le dije que eres paciente y esperarás a que lo devuelva. 
- Ya, al paso que van las cosas, lo doy por perdido.
- ¿De verdad? No me lo digas dos veces, que te tomo la palabra. Ahora andamos un poco apretadillos de dinero. Los abogados dicen que lo he hecho de cine y no he de temer nada. Un mal trago. Un trámite enojoso, y se acabó.
- Ya veremos, ya veremos. Ojalá. Si es así te perdonaré el resto de la deuda.
- Claro que será. Me aplicarán la doctrina Botín.
- ¡Botín! ¡Ese sí que es un leal vasallo! Claro, el dinero, la clase, en fin... ¡Un adelantado! Pero no sé yo. Está el pueblo soliviantado y los medios solo quieren escándalos para vender.
- Si Botín se libra, me libro yo. O todos o ninguno.
- Hay que confiar en los banqueros y en los empresarios. Son los que controlan a los periodistas por la barriga. Y también a casi todos los políticos (siempre hay algún friki), que es gente escurridiza, falsa. Te descuidas y te clavan un rejón.
- Tranqui, papá, está todo controlado. El fiscal es de los nuestros. Y los medios te comen en la mano.
- Los de aquí. Los de fuera echan bombas. El cuento de la democracia y el Estado de derecho y esas cosas. Menos mal que estos patanes no saben inglés. Y el que menos, el berzas de Rajoy.
- No haber empezado tú, que a veces pareces un rojo: "la ley es igual para todos, la ley es igual para todos". ¿A quién se le ocurre?
- Había que decir algo, mujer.
- Menos mal que los abogados son unos soles. Sobre todo ese amigo tuyo, Roca.
- ¿Verdad que sí, Cris? Y eso que es catalán. Hasta entre los mercaderes hay caballeros.
- Y muy listo.
- Cierto. Hizo la Constitución.
- Desde luego. Es al que se le ocurrió que me hiciera pasar por tonta.
- Que se te da muy bien.
- ¿Ves? Ya empiezas otra vez.
- Pero si lo dices tú misma.
- Es verdad. Solo he cometido un error.
- ¿Cuál? 
- Dejar que Iñaki hiciera frente a la situación él solo. Tenía que haber salido yo, diciendo que cumplía mis órdenes.Porque a la vista está: el verdaderamente tonto es él.
- Ya te lo decía yo, hija...

diumenge, 9 de febrer del 2014

La estética.

Motivos de "estética" aduce la Infanta al responder a la pregunta/dinamita de por qué el Rey ordenó a Urdangarin dejar Nóos en 2007. Y el periódico entrecomilla el término, como si le pareciera impropio. Como si al tomar la decisión, el Rey solo quisiera quedar bien, guardar las apariencias, pura forma. Pero, en realidad, la Infanta, que no es tan tonta como se hace, aduce la estética como cuestión de fondo, dentro del juicio estético kantiano, que es el juicio del gusto, intuitivo, subjetivo, empírico, incomunicable y que excluye todo entendimiento previo. Dicho en castellano castizo: el Rey ordena a Urdangarin dejar algo acerca de lo que ignora todo. No es encubrimiento, ni complicidad; es estética. ¿Ven como no es tan lerda?

La estética, ya en ese sentido más liviano y callejero estuvo presente a lo largo de una jornada que ha sido como una catarsis nacional. Sonrisas, elegancia, compostura, restricción, palabras mesuradas de la defensa. Solo el abogado de la acusación popular las piaba (en el moderno sentiduo de tuitear) que todo estaba siendo un escándalo y la Infanta contestaba una de cada veinte preguntas del juez Castro. Por lo demás, casi un rigodón. La tempestad, por dentro.

Estética en la escenografía. La sala, presidida por un retrato del Rey en cuyo nombre se administra la justicia. La justicia del Rey se aplica a su propia familia de la mano de un juez de aspecto algo tosco que monta en una scooter. Hay algo extraño en todo ello. La Infanta ha declarado en defensa propia frente a la justicia de su padre. De todas las complicadas relaciones entre hijos y padres que el psicoanálisis ha clasificado, esta queda fuera de catálogo. ¿Acaso la justicia del padre puede ser justa? Bueno, pero se trata de la institución y de su valor simbólico. Es una cuestión estética.

Esta sobreabundancia de estética hace más patente la falta de ética. Viene así a la memoria el recuerdo de otro tiempo, también de conflicto (¿cuándo no?) en el que el profesor de Estética de la Universidad de Barcelona, José María Valverde, al abandonar su cátedra en solidaridad con los expulsados Tierno, García Calvo y Aranguren, dejó escrito en el encerado algo perfectamente aplicable hoy día: nulla estetica sine etica, ergo apaga y vámonos.

Eso es. Si no hay ética, no hay estética y, si el Rey ordenó a Urdangarin dejar Nóos, pudo ser por salvarse a sí mismo.

dissabte, 8 de febrer del 2014

No es la Infanta. Es la Monarquía.

Ya tiene morbo, ya, la declaración judicial de la Infanta. Fuerzas de seguridad movilizadas al efecto. Todo tipo de medidas extraordinarias. Probablemente no pueda ser de otra manera, dada la condición de la declarante, que suscita mucho interés público y la atención de los medios nacionales e internacionales. Ahí es nada ver a un miembro de la realeza declarando ante un juez en vía penal. Si, en lugar de tratarse de doña Cristina de Borbón y Grecia, fuera doña María de Tal, nadie se daría por enterado, exceptuados, quizá, los familiares directos de la señora  de Tal.

Exactamente, razona la doctrina oficial en nuestro Estado de derecho. La ley es igual para todos. Lo dijo el Rey y se cumple precisamente en una allegada suya.

Pero es inútil ignorarlo. La comparecencia de doña Cristina es un terremoto político. Se miden los metros que ha de recorrer hasta la puerta del juzgado de instrucción, se describe su atuendo, se hacen cábalas sobre su comportamiento; los periódicos vienen llenos de artículos y columnas, ponderando unos u otros factores; las tertulias no dejan aspecto por considerar. Como es lógico. La infanta Cristina no es doña María de Tal; es la hija del Rey y declarará en una sala presidida por el retrato de su padre, en cuyo nombre se administra la justicia.

Y todo esto, ¿por qué se da? Porque el problema no es personal de la Infanta. Es un problema institucional; es el problema de la Monarquía. El establecimiento sostiene que no hay tal y pretende desvincular el destino de doña Cristina del de la Corona. Por establecimiento podemos entender los partidos dinásticos, los medios de comunicación y diversas asociaciones de distinta índole pero políticamente muy influyentes, como la iglesia, la asociación de la banca o las patronales. Era muy de ver cómo Rajoy reafirmaba su fe en que la Infanta resultaría inocente. Igual que lo es el cerrado silencio de Rubalcaba, convencido de que, cuanto menos se hable, mejor para la Monarquía.

Pero es un empeño imposible debido, sobre todo, al comportamiento del mismo monarca en los últimos años. No es cosa de hoy. Han estado ocultándolo pero, al final, la información ha aflorado por eso, por las meteduras de pata del Rey, quien ya se vio obligado hace unas fechas a un lamentable acto de contricción público. La bajísima valoración ciudadana de la Monarquía es un hecho prolongado en el tiempo. Si se le añade la peripecia de la hija, la institución recibe un golpe mortal.

¡Ah, pero eso es injusto! razona el legitimista. No puede hacerse al padre responsable de las presuntas fechorías de la hija. ¿No? Dejando a un lado la fuerte sospecha de que el matrimonio de los duques de Palma no haya hecho otra cosa que lo que ha visto en la Casa Real desde siempre, queda por salvar el importante obstáculo de que la Monarquía es una institución familiar. Todos sus miembros tienen asignadas funciones protocolarias y, como acabamos de ver, también un salario, nada desdeñable, por cierto.

El monarca parlamentario, recuerdan todos los tratadistas políticos, no tiene funciones ejecutivas sino meramente ceremoniales, honoríficas, simbólicas, representativas, mediadoras. Se ha perdido el carácter feudal de su origen pues ya no es quien puede obligar a la obediencia a sus vasallos por ser el señor más fuerte, el más poderoso. Ya no es el señor de la guerra, el monarca absoluto, aquel cuya legitimidad consistía, según Hobbes, en garantizar la seguridad de sus súbditos. Eso se ha acabado. Vale. Pero, si seguimos estirando de Hobbes, encontramos una conclusión sorprendente: si el monarca no puede garantizar la seguridad de los súbditos, pierde todo derecho y quizá hasta la cabeza, como pasó con Carlos I Estuardo. Del mismo modo, lógicamente, si el Rey no puede garantizar el cumplimiento de sus funciones honoríficas y simbólicas, ¿no pierde su derecho también? En el fondo, el derecho preeminente de la familia a reinar se basa en su carácter ejemplar. El mismo Rey dictaminó que el comportamiento de su yerno no lo fue. Ahora se encuentra con que los tribunales de justicia pueden decirle lo mismo de su hija.

¿Y su propio comportamiento? ¿Ha sido siempre ejemplar?

Ese es el problema. Muy endemoniado. No es muy seguro que la Monarquía aguante la situación de una Infanta condenada por los tribunales. Pero, por otro lado, los ímprobos esfuerzos por salvarla a toda costa solo pueden ir en detrimento de la institución. Remito a una entrada de hace unos días con el título de Salvar a la Infanta y hundir la Monarquía.

No es la Infanta. Es la Monarquía.

dimecres, 8 de gener del 2014

La fiebre del oro o Todo por la Pasta.

El dinero, la pasta, la pastuqui. El oro es lo esencial, la razón misma del existir.

La Patria, la Nación, la gran Nación, la Constitución, la democracia, el Estado de derecho, el Parlamento, lo Justicia, la Corona, la dinastía, la unidad de las tierras y los pueblos, la Iglesia, la reevangelización de España, la libre empresa, la competitividad, la productividad, el ahorro, la prosperidad, el bienestar, el lugar de España en el mundo. Palabras lanzadas a diario a los vientos, repetidas sin parar por los publicistas y propagandistas de este pintoresco país mientras quienes las pronuncian se llenan los bolsillos desaforadamente por todos los medios: malversan, estafan, defraudan, se apropian indebidamente, cometen delitos societarios inimaginables y expropian y expolian hasta los sectores más indefensos, por ejemplo a los negratas de Nicaragua.

Hasta 1,8 millones de euros, según parece, estafó el grupo de presuntos corruptos valencianos más o menos orientados por Blasco, que se sentaba -y se sienta, si no me equivoco- en las Cortes valencianas, estando imputado en la causa y con una petición de once años. ¿No dijo hace unos días Rajoy al director de El País que no había un solo imputado con cargo en el PP? Es decir, mintió. Pero eso ya es hábito en el presidente. Imputados, encarcelados, racistas e ignorantes. En Nicaragua la población mayoritaria es blanca o mestiza.

Lo que más gracia me hace es la noticia de que este tal Blasco -factótum del PP valenciano- empezó en política en la extrema izquierda. Como tantos otros. Fascinante esto del transfuguismo. Siempre por pastuqui, por supuesto. ¿Cuánto? Eso ya depende de lo afortunado o lo sinvergüenza que sea el tránsfuga. A algunos de estos elementos de la extrema izquierda o la izquierda, pasados al PP, he escuchado en tiempos condenar a los socialdemócratas como "vendidos al capitalismo". Así que ahora no puedo evitar la curiosidad por saber cuántos izquierdistas de hoy que vociferan contra el PSOE por ser "la misma mierda" que el PP, estarán mañana en las filas de este. Por pastuqui, no se olvide. Por pastuqui.

¿Qué ha movido a Urdangarin y la Infanta a hacer lo que supuestamente han hecho? El desaforado amor a la pastuqui. Un verdadero frenesí que estupidiza. Porque, ¿qué necesidad tenían estos dos de pringarse, si lo han hecho, cuando conseguían lo que querían? Enchufes y empleos fabulosos, casas de ensueño, estancias en donde quisieran. Pero no es bastante. La codicia es una enfermedad del espíritu. Emborracha, ciega, hace perder el mundo de vista y lleva a la perdición.

Porque esa otra recua de presuntos mangantes, todos en la cárcel, pendientes de entrar en ella, paseándose por los pasillos de los juzgados, los Bárcenas, Correa, Díaz Ferrán, Matas, Blesa, Camps, Barberá, Fabra, Baltar (sin olvidar los compadres del PSOE de Andalucía y los de la UGT), son como los extras del mangoneo. Plebeyos, a veces rufianes, advenedizos, empresarios fulleros, todos a forrarse, tarea en la que algunos han mostrado verdadera maestría. La complicada trama de corrupción que, al parecer, montó Correa y estuvo años funcionando es casi una obra de arte del delito: la mezcla de venalidad de los cargos políticos en la administración, la vanidad y codicia de los dirigentes, con la endemoniada habilidad del pillastre, le permitió disponer de un partido y varias administraciones públicas para perpetrar sus presuntos latrocinios, en los que está pringado todo quisque. Su botón de gloria fue la boda del Escorial, una cita de aquelarre de un buen puñado de golfos, un esperpento que algún día tendrá su Valle-Inclán.

Por último, la cerrada defensa de la Infanta en la que forman frente común el ministerio de Hacienda, la fiscalía y todos los medios sin contar, claro está, la Casa Real, que se expresa por oráculos, no pretende salvar a Cristina de Borbón, sino al Rey. Si la Infanta es procesada, obviamente el monarca quedará salpicado. Sin consecuencias penales porque es irresponsable, pero con otras políticas abrumadoras. Consecuencia de esa fiebre del oro.  La sospecha de que las supuestas fechorías de Urdangarin y señora eran conocidas, si no alentadas, por el suegro y amantísimo padre, en un pintoresco affaire de alcoba no es ningún dislate de mente calenturienta. El juez se interesa por el préstamo de 1,2 millones de euros del Rey a su hija. Pero eso son ya cuantías menores. Tras la reiterada promesa real de transparencia ahora corresponde pasar a los hechos.

El Rey debiera haber aclarado ya si es cierto o no que posee una fortuna astronómica, en dónde está y cómo la ha conseguido.  Algo menos que esto no es de recibo.

Mientras tanto, recuérdese, el gobierno ha congelado el salario mínimo en 645,50 euros mensuales. Es decir, lo ha bajado,

dimarts, 7 de gener del 2014

Borbón rima con...

El yerno está imputado por estafa y mangancia. Aprovechándose de la confluencia astral entre unos años de dinero fácil y unos políticos en Baleares, Valencia y Madrid (Matas, Camps, Barberá, Gallardón, etc.) tan paletos como estúpidos, este pájaro estuvo supuestamente expoliando durante años el erario público mediante empresas que no eran otra cosa que tapaderas de sus presuntos latrocinios.

La hija, cónyuge del anterior, ahora también imputada por participar, según parece, en el supuesto negocio delictivo del marido. En un principio se quiso hacerla pasar por tonta, condición verosímil y no infrecuente entre los Borbones, pero no ha habido suerte. Sus presuntos delitos de colaboración son demasiado escandalosos y el juez no ha tenido otro remedio que dar el paso, incluso con la feroz oposición de la fiscalía. 

El Pater Familias, el hasta ahora intocable Juan Carlos I de Borbón, bien pudiera haber sido quien dio el ejemplo a esta pareja de espabilados que, en realidad, quizá no hayan hecho otra cosa que lo que han visto. Aunque la gran capacidad comunicadora/intoxicadora de la Casa Real es conocida, como lo es el espíritu servil de los medios en España y la falta de dignidad de su estamento intelectual, la burbuja de intangibilidad de que gozó la Monarquía durante la transición, el cuento de hadas tejido a lo largo de los años por los lacayos de la pluma y la palabra, se han venido abajo con estrépito en el último lustro.

Ahora todo el mundo sabe que este Rey campechano, además de un mastuerzo, poseedor de una incultura enciclopédica, es un viva la Virgen, juerguista, reiteradamente infiel a su pareja, aficionado al lujo, a los deportes caros, al despilfarro de coches, buques, cazas. Todo el mundo lo ha visto cazando elefantes en el África, mientras era presidente de honor de WWF, lo cual da una idea del valor que este menda da a su palabra. Y últimamente todo el mundo también se ha enterado de que, al parecer, tiene una fortuna (probablemente fuera de España, en algún paraíso fiscal, como cualquier dictador africano) de orígenes desconocidos y que la Casa Real, a pesar de sus reiteradas promesas de transparencia, no ha aclarado.

Es decir, el prestigio de la Casa Real, de la familia real y del Rey en concreto se ha venido abajo. Mejor dicho: está abajo, en donde hubiera estado desde el principio de no haber contado la Corona con la abyecta colaboración de empresarios, periodistas, comunicadores, curas e intelectuales, empeñados en ocultar la verdadera naturaleza de esta institución parasitaria, dedicada al saqueo de los recursos públicos.

No son asuntos íntimos; no son cosas de familia que deben quedar exentas del escrutinio público. La monarquía es un régimen de carácter familiar y los reyes no tienen intimidad salvo, quizá, la de la alcoba (y siempre que sea con el cónyuge legitimo) y el excusado. Para el resto, una persona que, como dice la Constitución, es "inviolable y no está sujeta a responsabilidad", no puede tener esfera privada.

La institución monárquica, restaurada por el genocida Franco y entregada en manos de esta pandilla de presuntos mangantes, debiera hacer un prudente mutis por el foro y dejar paso a una República, último régimen legítimo de la historia de España. El asunto es moral, de negra honrilla, de dignidad colectiva. Tiene poco que ver con la conveniencia y el pragmatismo chato de los políticos que sufrimos.

La mencionada capacidad de comunicación e intoxicación de la Corona es extraordinaria. Barruntando lo que se venía encima y, como ya contaba con la fidelidad ciega de los franquistas y la iglesia gobernantes, puso cerco al principal partido de la oposición y en un quítame allá esas pajas, se ganó la entusiasta adhesión a la causa monárquica del secretario general de los socialistas, Alfredo Pérez Rubalcaba, a quien, como a Matas, Camps, Barberá o Gallardón, se le hace el culo gaseosa cuando el Rey le pone la mano en el cogote.

Pues a ver cómo consigue ahora este españolazo defender a ojos de los militantes de su partido (la mayoría, honrados trabajadores de convicciones republicanas) que lo socialista es seguir sosteniendo a esta pandilla de supuestos chorizos como la jefatura de Estado de una país democrático.

dilluns, 6 de gener del 2014

Felicidades, Majestad.



Ayer cumplió usted 76 años, de ellos más o menos 38 sentado en el trono. Cuando en 1969 el dictador Francisco Franco lo nombró a usted "sucesor a título de Rey", Santiago Carrillo, que no era un profeta, lo bautizó como "Juan Carlos el Breve". Y ya ve, lo ha sobrevivido. Tierno Galván, que era más culto y avisado, se acordó de cuando Calígula nombró cónsul a su caballo. El VP tenía su mala uva.

Esos 38 años se le han pasado como un soplo. Comenzó usted su reinado en una posición ciertamente desairada, habíéndose saltado la legitimidad dinástica, que correspondía a su padre, y de la mano de un general felón y dictador de quien se negó siempre a hablar mal pues, entre otras cosas, juró fidelidad a sus inenarrables Principios del Movimiento Nacional. Luego dio usted una larga remontada al socaire de algunas circunstancias felices y un acuerdo tácito en el ámbito público español, especialmente los medios, pero también la Academia y el establecimiento intelectual de que no se menoscabaría el prestigio de la Corona ni del Rey bajo ningún concepto. Sobre el Rey, chitón.

Quizá no fue una decisión acertada porque, habiéndose encontrado a cubierto del escrutinio público, acabó usted por no calibrar bien las consecuencias de ciertos actos o, como diría ese pueblo del que se siente usted tan cercano, se creyó que todo el monte es orégano. Y no lo es. Se acostumbró usted mal. Y no ahora; hace ya mucho tiempo. Ese es el problema al ir a recomponer el honor perdido.

Las turbulencias en que se ve envuelta la Corona en los últimos años no son el consabido hecho aislado y no tocan a sectores ajenos a su real persona. Al contrario, reflejan comportamientos dudosos, vituperables, reprochables, muy sostenidos en el tiempo. Y no solo de los parientes sino de la figura egregia del monarca. Lo que el pueblo ve es que un Borbón es siempre un Borbón en punto a comportamiento licencioso y los borbónidas, agnados o cognados, una pandilla de pillastres. Hay ya una sabiduría convencional acuñada según la cual es usted conocido como Campechano. Incluso se han hecho pujos de colocar a Sofía un papel de Reina dolorida sufriente que no prospera porque María de Las Mercedes de Orleans y Borbón dejó la marca de ñoñería muy alta y, además, era una niña.

A la gente no le gusta nada el tufo a corrupción que despide la Casa Real. Un realista lo encontraría absurdo. ¿Acaso no es la corrupción la tónica general de la política española? ¿Por qué no la Corona también? Precisamente porque es la Corona, supongo. A la gente no le gusta enterarse de que su monarca tiene una fortuna que diversas fuentes cifran en más de 1.000 millones de dólares, sobre la que reina el secreto, empezando por el modo en que pueda haberla amasado, si lo ha hecho. Y, si es así, prefiere que no se lo cuenten. Si se cuentan estas cosas, el asunto tiene muy difícil arreglo.

En estas condiciones, es hoy tarea ardua volver el lustre a la monarquía. La Corona empezó su andadura mal, se recompuso, obtuvo altos índices de aprobación y simpatía y ahora, según los datos de todos los barómetros, se hunde en el desprestigio. Y cuanto más bracea por emerger, más se hunde. Suplica la Casa Real que se cierre ya la instrucción del caso Noos porque, dice, está siendo un martirio. Paso en falso. Algo muy frecuente en usted, que no solamente mete la pata física sino también la verbal. Que el Rey le diga al juez que espabile no solamente es una insigne torpeza, sino una necedad. Porque si mañana el juez imputa a la Infanta, puede que la instrucción se cierre volando pero la Corona no va a ganar para sustos.

En su mensaje de Nochebuena vino usted a decir que no piensa abdicar. Es una opción en una situación endemoniada porque, si se va usted, el marrón se lo come Felipe, si me permite la licencia; y, si no se va, se lo come usted sin garantías de que no haya para Felipe también. No será Palinuro, correoso republicano, quien ose aconsejar a usted nada en ese lío. Pero está usted en un lío.  Y, con usted, el país, en manos de unos gobernantes y políticos de Estado que, aparte de sus muchos otros desmerecimientos, simplemente no dan la talla. Profesionales de la representación (en los diversos sentidos del término), son burócratas del poder, ya no tienen fuerza, ni ideas, ni propuestas; escasamente comprenden el mundo en el que viven, más allá de sus despachos y poltronas. Efectivamente, se han apoltronado. Claro, son 25 años de actividad (o inactividad) pública.

Pero usted lleva 38. No sé cómo va a salir de esta cuando parece que, como le ocurrió a su abuelo, ha perdido la estima de sus súbditos.

En todo caso, felicidades por el 76º aniversario. 

(La imagen es una foto de Darco SalamancaBlog.com, con licencia Creative Commons).

dimecres, 25 de desembre del 2013

Cómo engañar a la tropa.

Tan esperados como el discurso Nochebuena  eran los comentarios de habituales opinantes en los medios. Madre mía. No hablo de los del batallón de húsares del Rey pues esos, ya se sabe, levitan con su palabra. Entre los demás, satisfacción generalizada. Mejor o peor, un monarca en su sitio, realista (en el sentido filosófico, no del blasón), centrado, oportuno, moderado, con sus toques de atrevimiento. Alguno incluso lleva su fascinación al extremo de hablar de una giro a la izquierda. Eso es fe. Fe de Jingle bells. Majestad, os los habéis metido a todos en el bolsillo.

¿A todos? Bueno, no a todos. Siempre hay por ahí algún descreído, escéptico y hasta cínico contumaz que critica acerbamente las manifestaciones reales. Tomo como ejemplo ese cascarrabias de Arturo González quien pone al Rey, con razón, de chupa de dómine por haber pronunciado un discurso que califica de inútil. Inútil para González y para Palinuro y para más gente aunque, según se ve, no tanta, pues muchos parecen haber encontrado en él solaz y consuelo. Pero no inútil para el gobierno.

Lo primero, lo más evidente, lo palmario de este discurso es que el Rey no ha dicho ni dejado de decir nada que no diga o deje de decir Rajoy. Es un discurso de Rajoy punto por punto y coma por coma. Del Rey no hay ni las buenas noches. Hasta el lema preferido del presidente, España es una gran nación, salió a la palestra. Verdad, Juan Carlos se lo atribuyó a su hijo. Estaría bueno que citara a Rajoy como fuente. El Príncipe de Asturias también lo va soltando por ahí por órdenes estrictas del gobierno. Padre e hijo son presas de un presidente que, como Napoleón en Bayona, les dicta lo que tienen que decir y hacer, sin permitir ni tanto así de autonomía. Y esta es la realidad del discurso borbónico: una pieza censurada al milímetro por el gobierno. Puede que esta derecha no gobierne; puede, incluso que esté cometiendo todo género de irregularidades; pero lo que tiene muy clara es la necesidad de la propaganda, de controlar los mensajes que llegan a la ciudadanía, adoctrinar en todas direcciones. La expresión tampoco es de Rajoy, sino que la tomó del título de un libro de Mayor Oreja. ¿Está claro? La fuente de inspiración última, el soplo de la musa del soberano viene de Mayor Oreja.

El Rey se ha mostrado modesto. Ciertamente. No está el horno para bollos, con una monarquía desprestigiada, en manos de unos medios de comunicación públicos y privados que el gobierno controla y pueden llegar a ponerse muy desagradables si les da por meterse con la Corona. En cualquier momento un juececillo de tres al cuarto le imputa a la hija. Y él, además, no puede ni tenerse en pie. No es para salir sonriendo. Es una modestia impuesta por las circunstancias. En ese estilo un poco délfico, el buen hombre asume someterse a las pautas de ejemplaridad y transparencia que hoy reclama la sociedad, como si no las hubiera reclamado ayer y siempre. "A partir de ahora seré transparente". Cosa tampoco cierta, pues sigue sin saberse el monto real de su fortuna.

Con todo, es la única referencia a la corrupción (palabra no pronunciada) que aparece personalizada. Es trago amargo a estilo Bayona. Hay otra alusión a la "falta de ética" o algo así, achacándosela a toda la sociedad y evitando escrupulosamente cualquier asociación de ideas por remota que sea entre esa falta de ética y el gobierno. Si acaso, la vida pública y los dirigentes. Lógico. Aquel, como sabe todo el mundo, está elaborando fórmulas para purificar la cosa pública, castigar los desmanes y hacerlo todo transparente. No va a dejar que el Rey se vaya de la lengua.

¿Y qué me dicen de esa afirmación como al desgaire de que España se observan indicios de recuperación que se están empezando a ver? Eso es Rajoy en estado puro. Igual que la referencia a la reducción del paro como única forma de salir de la crisis, algo que el presidente repite sin cesar. Por no hablar de ese tributo o saludo o recuerdo entrañable del monarca a los emprendedores y trabajadores autónomos, dos entes de razón de la derecha con los que espera reabsorber el desempleo al igual que aspira a la colaboración de la Virgen del Rocío en tan titánica tarea. Nada que no diga Rajoy. Este también se lamenta por la suerte de los más golpeados por la crisis y dice sentirlo mucho. Pero asegura al tiempo que, si perseveramos y estamos unidos, saldremos de esta, pues de otras peores hemos salido. ¿Quién habla, el Rey o Rajoy?

Hay un párrafo real casi insultante: Gracias, en definitiva, al conjunto de los ciudadanos por vuestro ejemplo de responsabilidad y de civismo en tiempos ciertamente diifíciles. Traduzco: gracias por ser dóciles y aguantar carros y carretas. Aquí Rajoy es menos iluso. Aunque también da las más efusivas gracias al pueblo español por su mansedumbre, como no se fía, tiene preparada una Ley Mordaza y dispone de una policía pertrechada hasta los dientes para machacar toda protesta y a la que paga suculentos suplementos de "productividad", supongo, por apalear ciudadanos.

Y, por supuesto, la monserga de la unidad, verdadera obsesión del discurso. Unidad para salir de la crisis, para regenerar éticamente la vida pública y unidad para preservar nuestra diversidad que tan ricos nos hace. Unidad para hacer frente a quienes, malvados, hablan de la decadencia de nuestra sociedad y de nuestras instituciones que, como puede verse mirando la que él encarna, gozan de envidiable salud. Unidad de los espíritus (pues nunca se habla de territorios ni pueblos ni, por supuesto, se nombra ningún otro gentilicio que el de "españoles") que se reconocen respetuosamente como diferentes, pero unidos. Unidad a la sombra del respeto a las reglas del juego aprobadas por todos, coronado con un concluyente Esta es una verdad incuestionable que debemos tener muy en cuenta. ¿Esta entendido o tiene que salir Rajoy a explicarlo? In-cues-tio-na-ble.

Lo único taxativo es que el Rey no abdica. En esto coinciden la voz y el mando. El Rey no quiere abdicar pues, ¿a dónde irá que más valga? Rajoy no quiere al rey abdicado porque prefiere lo malo conocido a lo bueno, etc. Comunidad de intereses y colorín colorado.

Hay quienes ven señales para el optimismo en este discursillo del Rey y no una prueba más del estrecho, asfixiante, control que el gobierno de la derecha ejerce sobre todas las instituciones, empezando por la más alta magistratura del Estado. Deben de ser los mismos a quienes Gallardón y Wert se la pegaban haciéndose pasar por derecha civilizada. Unos linces.

(La imagen es una foto de La Moncloa aquí reproducida según su ”aviso legal”).

dimarts, 24 de desembre del 2013

Esta noche hablo yo.

Sí, mis queridos súbditos, para mí esta es una noche más de trabajo, de entrega y servicio a España, hoy como hace 38 años, Desde aquel aciago 1975, cuando la muerte se llevó a mi antecesor, el general Franco, cuya obra he proseguido fielmente, aunque adaptándola a los tiempos de libertad y democracia, como hubiera hecho él que, en el fondo, era un monárquico leal y un demócrata. Entonces prometí que jamás diría nada en menoscabo de su excelsa figura y así ha sido pues, a diferencia de Rajoy, yo cumplo mis promesas. ¿Cómo podría no hacerlo cuando se trata de la memoria de quien fue mi preceptor , mi verdadero padre? Mi padre biológico tuvo la grandeza de eclipsarse en un acto de sublime servicio a España y yo pude proseguir la tarea que me encomendó mi padre ideológico. Y en la brecha sigo.

Voy a comparecer ante vosotros en un momento especialmente crítico para España, para sus instituciones, para la Corona y para mi Real Casa, hoy injustamente castigada con habladurías, infamias y calumnias que tanto sufrimiento nos causan a mí y a mi familia. Hay, me consta, una expectativa altísima por escuchar qué voy a decir y cómo voy a tratar los escabrosos asuntos que nos tienen en el ojo de todos los medios. Pero no todos están igualmente interesados. La TV vasca omitirá mi discurso, como suele pasar en esa comunidad irredenta. Según parece, la TV3 catalana seguirá sus pasos y me silenciará. Una oportuna huelga del personal facilita esta obra de ocultación al servicio de un nacionalismo repentinamente recrudecido. También hay una campaña en las redes, encabezada por los perroflautas del 15-M para que la gente apague la tele durante mi alocución. Es decir, es posible que, al final no haya nadie al otro lado a escucharme. Solamente el príncipe de Asturias y ese por ver si abdico de una vez. Me conozco yo mi ganado.

Por eso, temeroso de no encontrar audiencia o encontrar solo la de la TVE de Somoano, lo cual viene a ser lo mismo, he decidido aprovechar todas las ocasiones para sincerarme con vosotros. Y una de ellas me la ha ofrecido este Palinuro, un republicano de pura cepa a quien no duelen prendas. Él dice ser troyano, pero yo sé que es tirio y, en el fondo, un buen español. Le agradezco la gentileza de su plataforma pues, ¿a qué ocultarlo? el discurso que habré de leer ante la cámara, y ya viene escrito desde La Moncloa, me obligará a hablar del esfuerzo de todos, con el gobierno a la cabeza, por sacar a nuestra Patria del marasmo heredado y a subrayar cómo ya se ven los brotes verdes, las luces, la recuperación y se oyen las músicas celestiales. Me obligará a recordar cómo la grandeza de España se debe a su indisoluble unidad, la base pétrea sobre la que el país ha recuperado sus esencias cristianas, su amor por el orden público, su respeto a la autoridad, su gallardo desprecio por la educación y la cultura, venenos propios de los afrancesados. Con un recuerdo a aquellos compatriotas que, impulsados por el afán aventurero tan propio de los españoles, se han marchado al extranjero. Y todo bajo la guía inmarcesible de unos hombres íntegros, probos servidores públicos que han sacrificado su vida al servicio del Estado, sin lucro ni beneficio personal algunos.

Hasta yo sé que todo eso es una patraña. ¿De qué me gustaría hablar a mí? Es obvio: de lo difícil y sacrificado que es reinar en un tiempo de chismorreo generalizado, un tiempo de universal información, sin respeto por nada ni por nadie. Miles de cámaras en todas partes, cientos de micrófonos, de grabadoras, de móviles, de testigos inadvertidos, airean todos nuestros movimientos, incluso los más recónditos, los más íntimos. Cierto, la Constitución me hace inviolable, pero pago ese privilegio al precio de ser vilipendiado en público, objeto de risas y chirigotas que en otros tiempos más hispánicos costarían muy caro a sus hacedores. 

Gracias a esta maledicencia popular universal la gente sabe que cazo elefantes en el África mientras mis súbditos buscan comida en los contenedores. Sabe asimismo que he amasado una fortuna, según se chiva ese maldito New York Times que la calcula en 2.300 millones de dólares. Una pasada. Seguro que cuentan el valor del Patrimonio Nacional afecto a mi persona. Sabe además que tengo ciertos asuntillos con una princesa alemana de buen ver, gracias, también a la indiscreción de ese  periódico chismoso. Aunque reconoce que se trata de una utilísima asesora para operaciones de altos vuelos, también presta oídos a la murmuración popular que nos hace íntimos a Corinna y a mí. Y eso, con la fama de la dinastía, es un dardo envenenado. 

Corinna aparece ahora relacionada con mi otra cruz, ese yerno pinturero que, según dicen, ha  desvalijado media España y ha metido en danza a mi hija, infeliz como un repollo. ¡Y yo diciendo el año pasado que en España la justicia es igual para todos! Eso me pasa por no tener el coraje de Rajoy quien sabe y predica desde jovencito que la igualdad es una quimera producto de la envidia. ¿Cómo va a ser igual mi hija a, digamos, una tonadillera? Eso lo entiende cualquiera. En cuanto al yerno, mal rayo lo confunda. ¿No podía dedicar sus atenciones al mundo de las grandes empresas internacionales, de los consorcios mundiales de los que Corinna, precisamente, sabe mucho? Pues, no. Había de mezclarse con esa manga de políticos rateros, unos chorizos advenedizos metidos hasta las cejas en una corrupción pringosa. Lo saco del vil arroyo, lo ennoblezco casándolo con mi hija y ¿cómo me paga? Haciendo trapicheos con esos robaperas del PP, unos patanes que solo están a forrarse. A ver ahora cómo salvamos el buen nombre de la Monarquía. No hace falta recordar que los barómetros y sondeos (puñetera manía de preguntar a la gente lo que piensa) reflejan una imagen crecientemente negativa de Corona que yo encarno con la misma voluntad de entrega y sacrificio de hace 38 años.

Por fortuna, los sectores más responsables del país, conscientes del peligro de desmoronamiento, cierran filas en apoyo del trono y, por descontado, del altar. La prensa, toda ella, sigue tratando nuestros asuntos con guante de cabritilla. Hace poco, una presentadora de la tele daba por buena la cifra de ocho millones de euros como presupuesto total de mi Casa. Luego salieron las comadrejas de sus guaridas y empezaron a hacer números, demostrando el cuento de los ocho millones porque el presupuesto de la Casa Real española es el más alto de Europa. Pero la prensa sigue incólume. Godó, ese pequeño Grande de España propietario de La Vanguardia ha visto la luz, se ha librado de Antich, el portavoz de Mas, y ha puesto en su lugar a Carol, unionista español. De la iglesia no puedo estar más satisfecho. Me tiene en sus oraciones y devociones y no parece inquietarse de que mi familia sea el reino del divorcio. Lo mismo cabe decir del poder judicial. Si la Justicia en España se administra en nombre del Rey habrá de hacerse en todas sus esferas. El fiscal anticorrupción se dejará empalar antes de admitir una imputación penal a mi hija. Eso es sentido del Estado, algo muy conveniente porque si bien es cierto que puede haber Estado sin justicia (a la vista está en la política de indultos del gobierno), también lo es que sin Estado no hay justicia.  

Mi especial agradecimiento a los partidos políticos, esencia misma de la democracia, sobre la que se asienta la Monarquia. Singularmente, los dos dinásticos, el centro-derecha y el centro-izquierda, imagen de la balanza con sus dos brazos; icono de la justicia. Los dos partidos son oficialmente monárquicos, el de la derecha porque siempre lo fue, bien por convicción, bien por respeto a la figura de Franco; el de la izquierda porque ha comprendido que solo la corona garantiza un reparto algo más favorable (no equitativo, por supuesto) de la tarta del poder en forma de ministerios, secretarías de Estado, direcciones generales y mil y una canonjías que se distribuyen según un riguroso spoils system o sistema de despojos. Tengo confianza en su secretario general. Es un hombre de palabra, no como Rajoy, de quien no me fío un pelo. Es capaz de proclamar la república si le dejan seguir mandando. Eso te daría un disgusto, ¿eh Palinuro?

En fin, Palinuro, muchas gracias por permitirme el uso de tu blog para airear mis preocupaciones. Esta noche, cuando me oigas echar cuéntas de cómo estamos progresando los españoles, cómo saliendo del hoyo, probando qué gran nación somos cuando estamos unidos (mind you, catalonians!), cómo la marca España es la admiración del mundo y la gente habla -según dice el presidente- de cuán grande será el salto adelante de nuestro país, piensa en que yo, como el resto de los españoles, no me lo creo. Lo decía al principio, es mi noche de trabajo, por eso me pagan. Venga, a contar trolas. Recuérdame que quiero nombrarte gobernador de la ínsula Barcenaria.

dilluns, 2 de desembre del 2013

¡Viva Europa!

Esto que vemos aquí abajo es un mapa dinámico de Europa desde el año 1000 de nuestra era hasta el presente. Puede activarse pinchando directamente sobre él o yendo a buscarlo a su página web, LiveLeak. Merece la pena.



1000 años de historia de una ojeada a toda máquina. Conclusión: Europa es una realidad geográficamente estable y políticamente frenética. Es un magma en permanente ebullición. En su suelo se han erigido imperios de vocación milenaria, reinos, principados, repúblicas de toda clase, Estados de las más variadas formas y las más insólitas pretensiones, hordas, naciones, federaciones, confederaciones, teocracias, comunas anarquistas, consejos obreros que anunciaban un futuro de sociedad sin clases y sin Estado de la mano del hombre nuevo; se han dado alianzas territoriales, separaciones, anexiones, conquistas, reconquistas, invasiones, liberaciones prometedoras del milenio. Y todo se lo ha llevado el viento de la historia. El mismo que se llevará lo que nosotros vivimos hoy.

Conviene ser algo escéptico ante las pretensiones actuales de eternizarnos una vez más.

dimarts, 19 de novembre del 2013

Por la República.


La forma política del Estado español es la Monarquía parlamentaria, dice la Constitución española en su artículo 1, 3. Esta lapidaria afirmación consagra solemnemente una de las historias más rocambolescas de los últimos años por la que se produce, no la segunda restauración de los Borbones, como suele decirse, sino la tercera. La primera se ignora por un prurito de orgullo patrio, visto el comportamiento traidor de Carlos IV y su hijo Fernando. Al restituir a este como Fernando VII en el trono de sus antepasados, las Cortes aceptaban como Rey a quien unos años antes había entregado la Corona de España y sus posesiones a Napoleón. Que este felón arbitrario y despótico fuera llamado el Deseado dice mucho del masoquismo sarcástico de los españoles. La segunda restauración fue en la persona de otro hijo, Alfonso XII, tras el destierro de la Reina madre, la valleinclanesca y sin par Isabel. Entre medias, una pintoresca instauración de la casa de Saboya que no prosperó. La tercera restauración, la actual, se la sacó del magín Franco quien, con su habitual zorrería, marginó al legítimo (desde el punto de vista dinástico) pretendiente, Juan, hijo de Alfonso XIII, se entretuvo en enfrentar entre sí las distintas corrientes dinásticas y, por último, nombró sucesor a título de Rey a Juan Carlos quien previamente había jurado fidelidad a los principios del Movimiento Nacional, el remedo de constitución que se dio la dictadura.

En puridad de los términos, Juan Carlos no es el sucesor de su padre sino del general Franco. Empezó su reinado solo con la legitimidad que le daba ese juramento. Luego, faltó a él, es decir, cometió perjurio. (En el Elogio de la traición: sobre el arte de gobernar por medio de la negación, un tratadillo de política, los autores, Denis Jeambar e Yves Roucaute, analizan expresamente el caso de Juan Carlos como un ejemplo de la conveniencia de la traición en política). De esa forma, perdió aquella legitimidad, la vergonzosamente llamada del 18 de julio, fecha del golpe de Estado fascista contra la República, lo cual, obviamente, era bastante recomendable. Más tarde, se hizo con la legitimidad dinástica, al forzar una renuncia de su padre a sus legítimos derechos. No fue muy elegante ni muy filial, pero fue.

La legitimidad popular es la que no fue nunca pues la tal forma política jamás se sometió a consulta de los españoles. Sus partidarios dicen que se votó en la Ley para la Reforma Política de 1976 (que ya incluía la monarquía) y, desde luego, en la Constitución. Pero este argumento es falaz. En ambos casos lo que se consultaba era la democracia y la Constitución y la Monarquía se metió de matute. Votar "no" por no votar la Monarquía hubiera sido votar "no" a la democracia. Lo curioso es que, al final, la Constitución consagra una forma política impuesta por Franco. El dictador no solo nombraba reyes (ese a título de Rey es sublime) sino que dictaba constituciones póstumas. El ejemplar de la Constitución quese conserva en el Congreso de los Diputados lleva el águila del escudo de la dictadura. Y el Rey sigue sin legitimación popular directa.

La Monarquía fue el coste de transacción de la Transición. Un acomodo entre los franquistas llamados "evolucionistas" y la oposición de izquierda. Ese pacto o acuerdo recibe todo tipo de calificativos a día de hoy, desde modélico a traidor. Pero, en todo caso, existió. Sin embargo, no tiene por qué ser eterno. Esa es una ilusión muy peligrosa. Los pactos deben revisarse siempre y, si hay motivos para romperlos e interés de una de las partes y hasta de las dos, debe romperse. Es absurdo atarse a un cadáver. Admitida la necesidad de la revisión, lo primero que se plantea es la cuestión de Monarquía o República.

Los monárquicos argumentan en un crescendo de pasión: la monarquía ha sido funcional para el desarrollo de la democracia y el Estado de derecho. No hay modo de probarlo y ni siquiera está clara la actuación del Monarca durante el Tejerazo. Además, el desprestigio en picado de la Casa Real en los últimos años, verdadera farsa de las borbonadas más tradicionales, emparentadas ahora con el mundo de la delincuencia de guante blanco, ha conducido a una valoración bajísima de la Corona en la opinión pública y eso no es nunca funcional. Señalan igualmente los cortesanos que la monarquía es la forma de los Estados más avanzados de Europa. Falso. El más avanzado es una república y repúblicas algunos de los siguientes. En todo caso, responden los dinásticos (tanto los conservadores como los socialistas), el asunto no es urgente; hay otros más perentorios que preocupan más a la gente y reclaman nuestra acción colectiva. Pero esa es una mera opinión, un punto de vista particular, no contrastado con el parecer de la ciudadanía, a la que no se consulta jamás para nada, ni siquiera para reformar la Constitución (esa que, luego resulta ser intocable) sino solo para pronunciarse cada cuatro años sobre cuál de los dos partidos dinásticos gobernará y cómo lo hará, si pactando con los nacionalistas o amargándoles la existencia. Por último, afirman los monárquicos, la experiencia histórica de las dos Repúblicas ha sido catastrófica: revoluciones, guerra civil y desintegración de España. También falso. Esas son experiencias de la Monarquía que, al ser mucho más longeva, ha traido revoluciones, algaradas, pronunciamientos, dos de las tres guerras carlistas y una dictadura; también cabe atribuirle mediatamente la guerra civil del 36 y la dictadura de Franco. La Monarquía actual ha convivido con la mayor ofensiva secesionista del siglo XX y lo que va del XXI. Primero fueron los independentistas vascos con la violencia de ETA y ahora ha tomado el relevo el nacionalismo democrático y pacífico catalán, mucho más peligroso para la unidad de España, vía a la que también se ha sumado el reciclado nacionalismo euskérico.

La conveniencia de la República no solo se prueba a contrario, sino por sus propias virtudes. Su naturaleza electiva hasta la más alta magistratura es más acorde con el principio de igualdad, base de la dignidad del individuo como ciudadano titular de derechos. Es un asunto de principios y, por eso, tiene importancia. No es lo mismo ser ciudadano que súbdito, aunque las almas flexibles nos digan que los nombres no son importantes.

La recuperación de la República es un horizonte político noble que simboliza la de la plena soberanía de los españoles, distinta de esa demediada que se esgrime en la Constitución. Cuando, hace unos años, unas almas benditas quisieron importar el concepto de patriotismo constitucional, estaban confesando implícitamente su deseo de encontrar una nación que no fuera necesariamente la España impuesta a la fuerza por la dictadura. Así, la nación de la que andaba huérfana la izquierda española era la Constitución. El PP entendió el mensaje e incorporó a su ideario el patriotismo constitucional como consagración de esta Constitución. Y, claro, el concepto reventó en España. La Constitución producto de un pacto de mínimos, de un acomodo en una situación de amenaza, de concesiones y componendas, no suscita patriotismo alguno.

La República, sí, porque está incontaminada. Es la víctima del atropello del golpe de Estado de 1936, para ella no ha habido perdón (ni lo necesita) y con sus defensores no se ha hecho justicia todavía y esos sí la necesitan. Es una causa, hasta la fecha perdida, pero legítima;  un horizonte político muy nítido en tiempos de zozobra y confusión por el impacto de la crisis no solo en lo económico sino también en lo político.

Al respecto. la izquierda, y en concreto el PCE, parece retornar más y más decididamente al republicanismo. Pasa página de la concesión de Carrillo, al aceptar la bandera y la Monarquía y se desvincula del pacto, pidiendo el restablecimiento de la República, última forma de gobierno legítima en España desde el punto de vista popular, la que la Monarquía ha tratado de ganarse sin conseguirlo.

La posición del PSOE en cambio es más de mantenella y no enmendalla. Según su secretario general, el partido, aun siendo republicano, apoya la Monarquía. Eso es una falacia insostenible. Hay, sin embargo, dicen los socialistas monárquicos de conveniencia, dos poderosas razones para justificar este oportunismo. Una: estamos atados por el pacto de la transición. Dos: cuestionar la monarquía ahora es peligroso pues significa acumular turbulencia sobre turbulencia. Las dos falsas: no queda nada del tal pacto pues la derecha lo ha roto flagrantemente en casi todos sus puntos con su involución y, sobre todo, con su cruel, inhumana, decisión de no hacer justicia a las víctimas de la dictadura de Franco. La turbulencia la provoca la obstinación en mantener un sistema fracasado, hundido en el caciquismo, la corrupción, la incompetencia, la quiebra económica, la ruptura social y la fractura territorial.

La conversión del PSOE en un partido dinástico, alimentado por un sentido nacional español similar al de la derecha con la salvedad de una vagarosa promesa federal que ni él mismo sabe cómo articular, resta mucho crédito a sus demás propuestas reformistas. Esa petición de reforma limitada de la Constitución (que tampoco sabe cómo impondrá) demuestra que el PSOE ha renunciado a dar forma a un creciente espíritu de regeneración democrática que no puede agotarse en unos cuantos parches; ha renunciado a dibujar un horizonte de renovación política. Esas timoratas e inciertas reformas constitucionales son los balbuceos de quien no se atreve a hablar de proceso constituyente, una petición perfectamente legítima en una sociedad democrática que podría articularse mediante una Convención constitucional que replanteara todas las posibilidades de organizacióndel Estado, centralismo, autonomía, federación, confederación, independeencia.

En lugar de esto, el discurso se formula en clave de prudencia, de cautela, continuidad, inmovilismo, también llamado "estabilidad". En clave de miedo. El miedo que alumbró la Transición y reaparece ahora. El miedo de quien no quiere participar en proyectos democráticos si no puede controlar el resultado de antemano.

Sin embargo, solo la República garantizará la regeneración democrática y el restablecimiento de una virtud cívica que el país ha perdido en el lodazal del caciquismo y la corrupción. En las zahúrdas de la tercera restauración.

(La imagen es una foto de Miguel, bajo licencia Creative Commons).