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dilluns, 19 de gener del 2015

Engañar a los catalanes.

No se debe engañar a los catalanes, afirma Mariano Rajoy. No, claro, no se debe. Pero ¿se puede? Precisamente Rajoy ha demostrado que a los españoles, sí. Él lleva tres años haciéndolo en todos los órdenes. ¿Y a los catalanes? Bueno, a esos hay que considerarlos aparte. Antes de nada preciso es averiguar en qué versaría aquí el engaño y quién engañaría, cuestión esta última nada desdeñable, tratándose de quien se trata.

El engaño, al parecer, corre a cargo de Mas y Junqueras, y consiste en decir a los catalanes que se convocan unas elecciones plebiscitarias el próximo 27 de septiembre. No señor, puntualiza el presidente: esas elecciones serán autonómicas normales, elecciones al Parlamento de Cataluña. No existen las elecciones plebiscitarias. La ley no las prevé y, como la ley no las prevé, no existen ni pueden existir. Es la típica mentalidad autoritaria según la cual solo cabe admitir lo que la ley permite expresamente, la misma con que considera la consulta del 9N: como las consultas referendarias no están en la ley, no existen. La del 9N fue una seudoconsulta, carente de efectos jurídicos.

Si las elecciones plebiscitarias no están previstas en la ley pero tampoco prohibidas, nada impide que quienes las convocan las llamen así. Desde el momento en que el gobierno negará que puedan tener efecto jurídico alguno además del de ser elecciones autonómicas, los convocantes pueden llamarlas como quieran. Es como si nos dijeran que un partido no puede pedir el voto para una consulta que llama "elecciones del cambio" por el hecho de que la ley no reconozca la existencia de elecciones del cambio. Otra cosa es que el término "plebiscito", teniendo un alcance político claro, esté más o menos correctamente planteado.

No son Mas y Junqueras quienes engañan a los catalanes. Al contrario, en el supuesto de que cupiera hacerlo, que es mucho suponer, más parece pretenderlo Rajoy quien quiere convencerlos de que no pueden hacer algo que sí pueden hacer. Igual que, se ponga como se ponga el presidente, el 9N hubo una consulta en Cataluña. No una seudoconsulta , sino una consulta como un acto de soberanía catalana de hecho en contra de la voluntad del gobierno central que trató de impedirla en lo que pudo.

¡Ah! Exclama el presidente, pero es que en esa seudoconsulta sin efectos jurídicos votó menos del 30% del electorado. Un argumento absurdo porque, si la consulta no era válida por ilegal, sería igualmente inválida aunque hubiera votado el 100%. Es publico y notorio que el presidente no se distingue por la agudeza de su raciocinio y de ahí que, además de esta perla siga soltando otras dos que suelen mover a grandes risas en las redes. Según la primera, él sabe que la gran mayoría de la población catalana no es independentista. Lo sabe por ciencia infusa, pues se niega a toda consulta para averiguarlo de modo fehaciente. Le segunda perla, que reitera en esta entrevista, es que en Cataluña hay muchos más catalanes que independentistas, lo cual es un alivio porque así Cataluña seguirá siendo de los catalanes y no de unos entes fantasmagóricos que a saber si son humanos, a fuer de independentistas.
 
El resto de esta estupenda entrevista a la agencia EFE se dedica a no engañar a los españoles al modo mariano. Deben estos saber que ya se crea empleo neto, que el país está saliendo de la crisis, que el año que viene se bajarán los impuestos, que se mantiene el Estado del bienestar, que de la corrupción se sabe ya casi todo y que se creará un millón de puestos de trabajo en dos años.

¿Suena? Pues aún faltan diez meses.

Por lo demás, en un sentido más amplio y hasta filosófico del engaño, la verdad es que todo aquí es un embuste, una ilusión y un embeleco. La entrevista misma no debería haberse producido; Rajoy carece de autoridad alguna para hablar de elecciones en Cataluña, de recuperación ni de nada pues hace tiempo que debiera haber dimitido por cobrar sobresueldos de origen ilegal, así como el conjunto de dirigentes del partido que encabeza que, según el juez, se ha lucrado de la comisión de un presunto delito y que más parece una asociación de malhechores que un partido propiamente dicho.

No, no se debe engañar a los catalanes; ni a los españoles. No se debe defraudar a un país entero durante años. No se debe mentir para ganar las elecciones ni financiarlas ilegalmente. No se puede gobernar mediante el fraude y, si se hace, se debe dimitir y no andar por ahí dando lecciones de nada cuando se carece de la decencia de hacerlo.