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dijous, 22 de desembre del 2016

Mal camino

Según van las cosas en las relaciones entre el gobierno del Estado y la Generalitat es extraño que nadie haya sacado ya a relucir el famoso juego "del gallina", en el que pierde el primero que se aparta para evitar el choque entre dos vehículos en la misma dirección y sentido contrario. Es un ejercicio de acción/reacción en el que está ausente cualquier intento de entendimiento del Estado, por más que el gobierno lance llamadas al diálogo.

Ayer, dos secretarias judiciales del TSJC se personaron en el Parlament a notificar un apercibiemiento del órgano judicial a los miembros de la mesa que votaron en el sentido que lo hizo la previamente encausada Carme Forcadell, y hasta a uno que se abstuvo. 

Hay algo simbólico en esto. Un tribunal irrumpiendo en un parlamento a instancias de la abogacía del Estado a las órdenes del gobierno deja tambaleándose la doctrina de la división de poderes. Además de probar que la oferta de diálogo no significa que el gobierno vaya a cejar en su tendencia a tratar por lo judicial y penal un problema político. El argumento es que solo pude haber diálogo dentro de la legalidad y el dialogante gobierno es, al mismo tiempo, el responsable de que aquella se cumpla.

En esas condiciones de incremento de la presión represiva del Estado, es fácil vaticinar que en respuesta del juego del gallina, aumenten en influencia dentro del bloque independentista los partidarios de acortar los plazos e ir a la unilateralidad antes de lo previsto. El argumento es que más vale hacerlo ahora que esperar a unas condiciones más crispadas y precarias. 

No hay otra salida que el referéndum pactado. La imagen de un país de la EU en el que se encarcela a los representantes populares por dar cumplimiento al mandato de sus electores, simplemente, no es concebible.

dissabte, 17 de desembre del 2016

La flecha ya está en el aire

Dos mujeres fueron ayer las protagonistas de la jornada pública, política; una en el Noreste, Carme Forcadell, y la otra en el Sur, Susana Díaz; una por un motivo, la otra por otro. Pero las dos se encuentran en el centro de sendos muy apasionados debates, con detractores y enemigos acérrimos y seguidores y partidarios incondicionales.

Carme Forcadell convirtió su comparecencia ante el TSJC en un acto político de afirmación de los derechos del Parlamento. Acompañada por la plana mayor del independentismo gobernante, solo respondió a las preguntas de su abogado e hizo afirmaciones de calado que pretenden romper el estrecho marco de unas diligencias judiciales para plantear un conflicto de legitimidades, soberanía parlamentaria, libertad de expresión, inmunidades de los representantes populares, etc. Quizá no esté muy bien ordenado conceptualmente pero sirve para articular un mensaje de carácter simbólico: la nación catalana agredida por el Estado a través de un Tribunal Constitucional cuya legitimidad  no reconocen las autoridades de la Generalitat.

Es una situación de crisis institucional con elementos de desobediencia que remite a un orden de ideas con muy buena prensa en la conciencia occidental: la lucha por la emancipación nacional. Le hacía falta una imagen, un símbolo icónico. Ya la tiene. Así como Mas llegó a tomar visos mosaicos cuando condujo a su pueblo al 9N, primera parada en el camino a la tierra prometida, Forcadell es una especie de Marianne actualizada y, como la francesa, una alegoría de la República, en este caso, la República Catalana.

Cualquiera sabe que llevar los conflictos al terreno de lo simbólico y sentimental y fomentar la creación de mártires, héroes, heroínas, en el bando contrario no es muy avisado. La potencia mediática de las imágenes de símbolos agredidos, representantes procesados, supera las más refinadas técnicas de comunicación política a la que pueda recurrir la otra parte. La historia de David y Goliat mantiene toda su fuerza; aunque quizá aquí fuera más de aplicación la de Judith y Holofernes, en sentido simbólico, por supuesto.

La bravura en el comportamiento de Forcadell, el apoyo social e institucional que tuvo, permiten augurar una etapa de creciente conflicto por vía de acción reacción que no se ve cómo podrá sortear el gobierno con su huera oferta de diálogo.

En todo caso, lo dicho, "la flecha ya está en el aire". No en el sentido del libro de Ismael Grasa (La flecha en el aire), que viene de Zenón, sino en el de Atahualpa Yupanqui: "La flecha ya está en el aire/para llenarse de sol".

dimecres, 5 d’octubre del 2016

De mal en peor

Mi artículo de hoy en elMón.cat, titulado La legitimació de l'adversari versa sobre la petición de la fiscalía de 10 años de inhabilitación para Mas y nueve para las consejeras Ortega y Rigau. Todas por poner las urnas el 9 de noviembre de 2014 para consultar a la ciudadanía catalana acerca de su futuro por cuanto el Estado español se negaba -y se niega- a permitir un referéndum. La idea es sencilla: considero que en el conjunto de dislates que ha sido la política del Estado en relación con Cataluña, ya desde los tiempos de Zapatero pero muy acusadamente en los de Rajoy, el recurso a la vía represiva, sea administrativa, judicial civil o penal, es mayor desatino si cabe por dos razones: 1ª) porque da por agotada la vía del diálogo y la negociación cuando ni siquiera se ha iniciado; 2ª) legitima la figura de Mas, le presta la aureola simbólica del sacrificio por la Patria catalana. Como sabemos desde siempre, lo peor que puede hacer quien pretende sofocar un movimiento popular es proporcionarle un mito, un héroe que contribuya a crear un relato justificativo. Exactamente lo que hace el gobierno español instigando a la fiscalía a pedir el procesamiento del más significado independentista, y su condena. Desde los ámbitos gubernativos se nos dirá que en España la justicia es independiente y el gobierno no instiga en absoluto al ministerio fiscal. No es necesario siquiera tomarse en serio la enésima patraña de este gobierno de embusteros redomados. De sobra sabemos que, según su ministro del Interior, la Fiscalía afina por su cuenta lo que interesa al poder,

A continuación, la versión castellana:

La legitimación del adversario

La petición fiscal de diez y de nueve años de inhabilitación para Mas y Ortega y Rigau respectivamente es coherente con la actitud que el gobierno español ha adoptado frente al proceso independentista catalán. Invocado desde el principio el principio de que la soberanía nacional no se negocia, obviamente, no hay negociación posible. La soberanía reside en el conjunto del pueblo español, compuesto este por españoles iguales. Otro principio que tampoco se negocia, el de la igualdad hispánica. No hay nada que negociar Y, ante la porfía de los soberanistas catalanes solo queda la vía de la represión administrativa, judicial y penal si a ello ha de llegarse.
Eso en el ámbito de la legalidad. En el de la alegalidad y hasta la ilegalidad, la vía represiva toma tintes aun más sombríos. Las supuestas conversaciones grabadas al ministro del Interior con un hombre de su confianza en Barcelona con el objetivo de jugar sucio con los adversarios políticos, fabricando escándalos van en el mismo sentido. Como lo hacen las demás actividades, conocidas o por conocer de las cloacas del Estado, desde las cuales se puede destrozar el sistema sanitario del prójimo.

El proceso, a su vez, sigue su curso. Conseguida la confianza de la cámara, Puigdemont se ha comprometido a un calendario que se corona, más o menos en un año, en una República Catalana, Estado nuevo en Europa. Se estará o no de acuerdo con la razón de ser o la oportunidad del proyecto, sobre todo teniendo en cuenta que se plantea como una transición de la legalidad a la legalidad. Pero no cabe duda de que es algo nuevo, que carece de precedentes y plantea el debate en términos políticos, esgrimiendo la legitimidad frente a la legalidad vigente.

Habiéndose perdido la opción de un gobierno de izquierdas en España, merced al golpe de mano de los barones del socialismo nacionalista español, solo se prevé el gobierno de la derecha. En el habitual contexto de rigidez y negativa a negociar nada, esto es, la confrontación con Cataluña. La idea, siempre la misma: mover al resto de España en contra de los catalanes. La dialéctica de la hostilidad que no soporta ni la conllevancia orteguiana. Un comportamiento que da réditos electorales al que se apoya en proclamas de amor a Cataluña mientras se aviva la catalanofobia por cualquier motivo, desde una reforma del Estatuto hasta el ejercicio de su derecho de autodeterminación.

Ahora ya no es solamente cuestión de la rígida negativa de la derecha, sino de la no menos rígida del nacionalismo español, porque se ha sumado el PSOE. El fin último del golpe de los diecisiete en Ferraz, es ajustar el paso del PSOE al del PP al abordar la cuestión catalana, cuyo punto de confrontación abierta se vislumbra en el horizonte. No es posible llegar a un gobierno de gran coalición como siempre había propuesto la derecha porque el PSOE se oponía. Los tiempos y las necesidades han cambiado. Ya no ha lugar a una gran coalición, pero sí a encontrar un terreno compartido de acción parlamentaria en lo que se refiere a Cataluña. Mostrar un punto de unión y acción común del nacionalismo español, sea de derechas o de izquierdas. El apoyo a distancia del PSOE permitiría al PP actuar como un gobierno de salvación nacional, dándole legitimidad a los ojos de los españoles.

El precio de todo ello está siendo la destrucción, la fragmentación del sistema político español: el PP, con su mayoría absoluta en Galicia y muy grande en Castilla y León, Murcia, MadridLa Rioja, etc, s prácticamnte extraparlamentario en Cataluña o País Vasco y es muy difícil que remonte en Andalucía. El PSOE, prácticamente extraparlamentario en Cataluña y Euskadi conserva mayorías substanciales, aunque mermantes, en el Dur peninsular. C’s solo puede tener presencia allí en donde el discurso anticatalanista tiene algún eco, esto es, Cataluña (curiosamente) y Madrid. El caso de Podemos aún no está claro. Si el PSOE termina de suicidarse, es posible que este otro se consolide. Si no, pasará a un segundo plano menos que discreto y los que iban a asaltar los cielos se quedarán en el purgatorio y los más infelices, en el limbo.

En Cataluña el proceso, además de la vertiente parlamentaria e institucional, tiene otra de carácter simbólico, emotivo. La movilización transversal de la sociedad ha aportado muchos elementos sentimentales para fortalecer el movimiento. La petición fiscal de inhabilitación de Mas es un paso decisivo en la construcción de un relato simbólico del nacimiento de la República Catalana. Es claro que el procesamiento del expresidente lo saca del segundo plano en que él mismo se había situado y lo empuja ya abiertamente hacia lo legendario. Al perseguirlo, el Estado español ha dado a Artur Mas la legitimidad que necesitaba para cambiar su figura mosaica de cuando era presidente que dirigía a su pueblo hacia la independencia por otra prometeica al encontrarse procesado, quizá condenado por haber dado la palabra a la gente, que es como quitar el fuego a los dioses.

El apoyo de que goce Artur Mas debiera dar al Estado una pista de en qué medida ha calado entre la población catalana el propósito de desobedecer al ordenamiento jurídico español. Porque el problema para este nacionalismo no está en los actos de los dirigentes sino en el respaldo que les dé la población.

dimecres, 21 de setembre del 2016

Homs en el Tribunal Supremo

Aquí mi artículo de hoy en elMón.cat sobre la justicia del Rey. El asunto va de que la justicia en España se imparte en nombre del Rey, pero este no parece interesarse en absoluto por la justicia que se imparte en su nombre. En el caso del procesamiento del diputado Françesc Homs y los de Mas, Ortega, Rigau y quizá Carme Forcadell, parece claro que se trata de la judicialización de un problema político. El Estado comienza a enseñar los dientes a los independentistas. Los dientes, no las razones. Y, detrás de los tribunales, quizá vengan las cárceles.

Está claro que tienen perdida la partida y que lo único que se les ocurre es reprimir y generar un contexto de violencia, a ver si la gente se amilana. Y no será el caso.

Aquí la versión castellana:

La justicia del Rey

En España, la justicia se administra en nombre del Rey. Esto es más que una mera fórmula protocolaria. Responde a una realidad. Donde hay un conflicto básico de legitimidad, que cuestiona el ordenamiento fundamental de la convivencia entre dos comunidades, ambas sometidas al mismo monarca, el nombre del Rey sirve para zanjarlo.

Pero zanjarlo ¿cómo? ¿Buscando un equilibrio, un entendimiento una fórmula entre las dos comunidades o imponiendo los intereses de una de ellas sobre la otra? Si es de la primera forma, el Rey serviría para arbitrar y mediar en los conflictos entre quienes están sometidos a su soberanía. Si es de la segunda, lo único que se hace es disfrazar una justicia de parte en nombre del Rey. Y, en el peor de los casos, identificar la justicia del Rey con los intereses de una de las partes.

El proceso que se sigue contra Francesc Homs por la consulta del 9N cae de lleno en el segundo supuesto. Homs, como Mas, Rigau y Ortega están imputados por presuntos delitos anejos a su propósito de consultar la voluntad popular el 9N de 2014 a la vista de que el gobierno español no autorizaba, ni autoriza, un referéndum ni siquiera consultivo.

Los hechos y resultados son conocidos. La consideración del acto en sí tiene dos facetas, una política, que es como la entendió la Generalitat catalana y otra jurídica, como la entendió el gobierno español. Para la Generalitat, la consulta fue un acto de soberanía en la que se pudo saber la voluntad del pueblo catalán. Votaron más de dos millones de personas y el porcentaje a favor de la independencia fue altísimo. Sus consecuencias políticas son necesariamente de largo alcance pues legitima la prosecución del proceso. Para el gobierno español, la consulta fue poco más que una verbena, sin consecuencia jurídica alguna, pues se hizo con menosprecio de la ley.

El hecho, sin embargo, es que desde el punto de vista político, la consulta del 9N tiene un valor simbólico, pues abre el camino al proceso independentista pero necesita una debida realización de un referéndum, mientras que los efectos jurídicos, los que no iban a tener más que un valor simbólico, lo tendrán muy real pues son los de carácter represivo que se materializan en el proceso de Homs y los subsiguientes a los otros encausados.

Para Homs y quienes lo han acompañado a las puertas del Tribunal Supremo, el proceso es un simulacro jurídico de un propósito político: los fiscales catalanes en su momento y por unanimidad no vieron razón alguna para procesar a las autoridades de Cataluña, pero su superior jerárquico, el Fiscal General del Estado, revocó esa decisión unánime y obligó a abrir causa contra las personas citadas. Dado que el Fiscal General del Estado es de nombramiento directo del Gobierno no es absurdo pensar que este presionó para imponer la decisión de procesar. Semanas más tarde se producía la dimisión de ese Fiscal General. De forma que el de ahora hereda la situación ante el TS que, en poco tiempo, tendrá que conocer seguramente de los otros procesamientos y que es quien debe dilucidar en sede jurídica actos y pronunciamientos de carácter estrictamente político.

Para el gobierno y sus innumerables terminales mediáticas, el proceso de Homs et al. es un asunto estrictamente jurídico que debe resolverse en sede judicial. Es más, alguno de sus representantes no se recata en comparar el caso de la imputación a doña Rita Barberá por un presunto delito común con el de Françesc Homs por otro supuesto delito pero de conciencia. La comparación solo puede mantenerse en el campo del más rabioso positivismo que renuncia a valorar la motivación de las personas. Las dichas terminales mediáticas no dudan en calificar de “desafío total a la justicia” la actitud de Homs quien ha comparecido en tiempo y hora a la citación del Tribunal y, en uso de sus derechos procesales, ha contestado a las preguntas del juez y de la defensa, pero no a las de la acusación. Ningún desafío ven los medios del nacionalismo español (entre ellos, los catalanes) al hecho de que la señora Barberá haya decidido burlar, aunque sea transitoriamente, la acción de la justicia mediante un uso torticero y presuntamente prevaricador de la institución del aforamiento, cosa que ha hecho con el apoyo directo del presidente del Gobierno. El mismo que probablemente presionó al Fiscal General para que revocara la decisión unánime de los fiscales catalanes y procesaran a Homs.

Esta desviación de un problema político a sede judicial por la absoluta incapacidad de los políticos españoles de enfrentarse al contencioso catalán, puede acabar con el escaso prestigio que queda a la justicia en España y con generar una situación de acción reacción de consecuencias que nadie en su sano juicio puede desear.

Sí, la justicia en España se administra en nombre del Rey. Pero no se administra por igual para todos. Para los catalanes, especialmente los republicanos, la justicia del Rey es justicia de parte. Y de parte contraria.

divendres, 16 de setembre del 2016

No va a haber sitio

En las cárceles. No va a haber sitio en las cárceles para enchironar a los independentistas cuando los tribunales españoles, obedeciendo el mandato del gobierno, empiecen a condenarlos a docenas. Esa es la marcha que lleva el asunto de la investigación a Mas, Rigau, Ortega y Homs, y el posible encausamiento de otro puñado de dirigentes democráticamente electos por mayorías dispuestas a respaldarlos en la calle. Falta absoluta de entendimiento, de negociación, de diálogo.

En los años de plomo solía enunciarse la teoría general de que carecía de sentido y era rotundamente repudiable todo recurso a la violencia. Una vez se depusieran las armas se vería que en una democracia como la española cabe hablar de todo pacíficamente. Era mentira por partida doble: en primer lugar, hay muchos que no quieren el cese de la violencia y tratan de impedirlo como sea. En segundo término, tampoco es cierto que sin violencia, en democracia, quepa hablar de todo. Hay temas prohibidos, por ejemplo, el de las mbiciones de liberación de los pueblos.

El proceso independentista catalán plantea una contradicción entre la legitimidad y la legalidad, entre una aspiración política y una represión judicial. Frente a la legítima aspiración política del derecho de la nación catalana a la autodeterminación, el Estado y, desde luego, el gobierno del PP, contraponen el estricto cumplimiento de la ley. Esta, sin embargo, es injusta en el trato a Cataluña, a la que obliga a someterse a la tiranía de la mayoría. Pero, además, su misma invocación también es injusta, incluso inicua. La ley que el gobierno invoca para aplicar en Cataluña es la que él mismo ha venido cambiando unilateralmente y gracias a su mayoría absoluta hasta ahora cuando le ha dado la gana, lo cual le resta toda legitimidad. La última muestra, la reforma de la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional para convertir a este en un órgano más político de lo que ya es, prácticamente, un brazo ejecutor de la política del gobierno. Se exige así que los independentistas catalanes se ajusten a una ley que es la ley del embudo.

Estamos a las puertas de una escalada del conflicto. En Cataluña, el gobierno anuncia ya una actitud de desobediencia a las instituciones españolas. En Madrid no hay gobierno sino un grupo de amigos en rebeldía frente al control del Parlamento, en realidad, un gobierno tiránico cuya actitud frente a Cataluña ha sido siempre, y sigue siéndolo, de cerrada hostilidad. Este callejón sin salida a que ha condenado al país la ineptitud de un gobierno de la derecha, desprestigiado por su arbitrariedad y por su corrupción, acabará propiciando un intervención directa o indirecta de las instituciones europeas y, quizá, de la comunidad internacional. 

A este respecto es sumamente de lamentar que el PSOE, el eje mismo de la izquierda, haya hecho suya la visión autoritaria y antidemocrática de la derecha. No solamente es una dejación de los principios, sino algo inútil porque, como demuestra la historia, es imposible contener los anhelos de libertad de un pueblo.  

dilluns, 1 d’agost del 2016

Carme Forcadell como símbolo

A raíz del referéndum informal del 9 de noviembre de 2014, el gobierno español instó a la Fiscalía a proceder penalmente contra el entonces presidente Mas y las consejeras Rigau y Ortega. Como pieza aparte, el diputado Homs en análoga situación. El viernes, ese mismo gobierno, con el mismo presidente y a la vista de la aprobación del comienzo del proceso constituyente en Cataluña, pide al Tribunal Constitucional que proceda contra la presidenta del Parlamento catalán.

Es típico de las autoridades desconcertadas, nerviosas e incompetentes responder precipitadamente, sin prever las consecuencias de sus actos y hacerlo por la vía de la represión, en virtud de su carácter autoritario. Desconcierto y nervios provocados por su animadversión a cualquier votación democrática. No es admisible que la gente en la calle vote según le parezca o que lo hagan sus representantes o delegados en las instituciones cuando lo estimen pertinente.

El estallido de furia de la derecha gobernante a raíz de la votación es un mecanismo psicológico muy elemental propio de los códigos disciplinarios de las que Ervin Goffman llama "instituciones totales", como los cuarteles, las cárceles, los hospitales. Ante un comportamiento colectivo opuesto a las directrices del mando, lo encargados, los vigilantes, buscan un culpable, una cabeza de turco con el fin de dar un escarmiento. Singularizan a un solo individuo para castigarlo en público y de este modo cunda el ejemplo. Hacer comprender a estos funcionarios franquistas que un Parlamento democráticamente elegido no es una institución disciplinaria es imposible. No valoran la función simbólica de los órganos representativos porque no sienten respeto por ellos y los tratan como negociados de la administración a cuyos responsables se puede expedientar por incumplimiento del deber. No hay más que ver a quién han puesto al frente del Congreso de los Diputados, una especie de jefa de negociado que cumple la ley última de Peter de ser promovida al nivel máximo de su incompetencia.

Quienes así piensan, deberían proceder contra los órganos colegiados por la vía política, no la judicial. Una vez aprobada la norma, recurrirla en inconstitucionalidad ante el Tribunal Constitucional. ¡Ah, no! No hace falta esperar tanto, se nos dice. La ley de ese tribunal le permite actuar avant la lettre a instancias del gobierno. De este modo, el Tribunal pasa a ser una agencia del poder político habiendo resucitado una especie de control previo de constitucionalidad de las leyes para lo que guste el ejecutivo. Igualmente autoriza al Tribunal Constitucional a proceder contra las personas, obligándolas al cumplimiento de sus decisiones mediante multas, procedimientos de inhabilitación y, eventualmente, dando traslado a la jurisdicción penal. Es decir, Carme Forcadell puede tener un futuro judicialmente proceloso.

Por descontado que todo esto solo sea posible merced a una reforma ad hoc del año pasado en la citada Ley del TC, impuesta por el rodillo del PP, no es algo que suscite escrúpulos en la derecha para quien la ley es materia de obligado cumplimiento para todos menos para sí misma que la cambia a su antojo y sin consenso siempre que le interesa. En este contexto se entiende que, cuando la derecha responde al independentismo que es preciso cumplir la ley razona en función de sus interese; cuando lo hace la izquierda, no se sabe en función de qué intereses razona, ni siquiera si razona.

Pero Carme Forcadell no es una jefa de negociado ni el Parlamento de Cataluña una subdirección general de un ministerio, sino un órgano legislativo, representativo y que se considera a sí mismo soberano. Esto hace que su respuesta a la decisión que hoy tome el TC solo será ignorarla porque no puede admitir una interferencia de ese calibre en sus atribuciones. Mientras Forcadell se atenga al reglamento, lo que el gobierno central puede hacer es impugnar el reglamento o los actos de la Cámara y, por supuesto, poner en marcha lo previsto en el art. 155 CE. Lo demás es abuso de poder por muy amparado que esté formalmente en una chapuza legal de última hora que nadie acepta. Es decir, de seguir el Tribunal en sus trece y el Parlamento en los suyos, ya tenemos el primer conflicto institucional grave en el que choca una legalidad apañada con un argumento de legitimidad en el que el Parlamento catalán basa su actuación. Es decir, la política, de la que estos gobernantes no entienden nada, igual que no entendía Franco.

Por eso escribía ayer Forcadell un artículo en Punt Avui titulado L'hora de la política más o menos con estos argumentos.

Pero la solidez de la figura de la presidenta no reside solo en sus argumentos, sino en su valor simbólico. Forcadell representa hoy la dignidad de un pueblo. El intento del gobierno de reprimirla y doblegarla es el de reprimir y doblegar el independentismo catalán. Y esa es la política, un ámbito en el que juega la fuerza moral de las personas. La ética y la estética de unas convicciones.

dissabte, 30 de juliol del 2016

El Estado contra Cataluña

La ratita hacendosa que vicedesgobierna en funciones este infeliz territorio, muy seria y digna, anuncia su intención de empapelar a la presidenta del Parlament de Cataluña. Solicita el correspondiente informe de “afinación” a la Fiscalía para cuando esta haya terminado de “afinarle” los presuntos al frustrado embajador del Opus-sección española en el Vaticano.

Por mucho que la Fiscalía “afine”, es imposible que esta colección de romos funcionarios franquistas entienda una pizca de política democrática, actividad que le produce vértigo. Este puñado de ineptos con ínfulas de Conde-Duque de Olivares, abogados del Estado que creen que este no es más que una cadena jerárquica en la que el mando da las órdenes y los demás cumplen con servil premura, solo puede gobernar mediante rodillo parlamentario y decreto ley, por imposición y tentetieso, que es lo que han mamado en sus casas. En cuanto el panorama se complica, los senderos se bifurcan y el personal muestra sus diferencias, ya no saben qué hacer y recurren a lo único que se les ocurre en su raquítico repertorio: la policía, los tribunales, la cárcel. Como Franco, Franco, Franco, que es lo único que entienden.

La ratita hacendosa y su jefe, el registrador de la propiedad, confunden el Estado con su partido, igual que el movimiento nacional era el Estado y la carrera en el uno era la carrera en el otro: se era jefe de centuria, presidente de la Diputación, gobernador civil, jefe provincial del Movimiento, secretario de Estado, ministro, siempre por orden del Caudillo, se obedecían sus órdenes y ahí acababa la política.

Estos fantoches del más rancio fascismo español en línea biológica o doctrinal son esencialmente incapaces de entender el alto valor simbólico de una magistratura al frente de una cámara representativa de origen democrático. Para ellos, el Parlamento, cualquier parlamento, es como las Cortes de Franco: una cámara de aplausos y su presidente o presidenta cualquier inútil en premio a los servicios prestados inclinando la cerviz. Nada más ilustrativo y claro que comparar a las dos presidentas, Carme Forcadell, mujer forjada en las luchas de la sociedad civil por la independencia a la altura del cargo que ostenta y Ana Pastor, una gris funcionaria al servicio del mando, que hace lo que le ordenan, escurre el bulto cuando toca dar la cara y rebaja el cargo a la altura de una subalterna.

La segunda generación de franquistas, hoy al mando, incapaz de entender la política democrática como sistema de institucionalización civilizada de conflictos, pretende resolver estos por la vía penal porque, creyendo que los demás son como ellos, se arredrarán cuando vean aparecer a los alguaciles. Abren así en su incompetencia e ignorancia definitivamente el último tramo que conducirá a Cataluña a la independencia. Un fracaso más de España como nación solo atribuible, como todos los anteriores, al carácter oligárquico, caciquil y profundamente estúpido de sus clases dominantes. 

Y, sin embargo, no es difícil verlo. El relato de la independencia de Cataluña es un crescendo dialéctico que, por limitarnos a los últimos años, muestra el siguiente cambio de cantidad en calidad: 

Tesis: Desprecio al Parlament al "cepillarse" el proyecto de Estatuto de 2006.
Antítesis: Desprecio a la voluntad popular en referéndum mediante sentencia del Tribunal Constitucional.
Síntesis: Consulta del 9N y elecciones referendarias de 27S con mayoría independentista.

Y, ahora, segundo ciclo:

Tesis 2: Nuevo desprecio (y ataque) al Parlament en la persona de su presidenta.

Los demás pasos vendrán a continuación. Estos funcionarios franquistas ignoran que detrás de Carme Forcadell hay 72 diputados y, detrás de los 72 diputados, millones de ciudadanos. Más incluso de los que los votaron porque, ante un ataque tan obvio a la par que imbécil a una magistratura popular y nacional, muchos electores de otras fuerzas juntarán las suyas con la parte agredida.

Es decir, como siempre, el recurso a la represión es el que enciende la llama de la rebelión.

dijous, 21 de juliol del 2016

Las fosas de la ignominia

Otro vídeo del programa de TeleSur dedicado al franquismo. Son como cinco minutos dedicados a los 114.000 asesinados por los fascistas y enterrados en fosas comunes en todo el país. Mi aparición en él es brevísima, pero lo dejo por la importancia del tema en sí y para que quede constancia de quién es quién aquí y ahora. Veamos:

Hay 114.000 asesinados en fosas comunes. España es el segundo país en este macabro record, detrás de Camboya, otra dictadura asesina, esta vez comunista que, seguramente, tendrá defensores hoy día, como también hay gente en España que defiende, protege y admira a Franco.

Entre ellos, el presidente de los Sobresueldos. Hay un claro mandato de la ONU de que España haga justicia con esta barbarie. Hay una Ley de la Memoria Histórica aprobada por el gobierno Zapatero que prevé el desenterramiento de esta víctimas. Pero el Sobresueldos retiró la aportación financiera del Estado. El mismo Sobresueldos que, preguntado en un programa de Jordi Évole, por estos enterramientos delictivos de compatriotas suyos dijo que a él "no le constaba" que hubiera miles de asesinados en fosas comunes. Eso, tras haber suprimido la subvención oficial para desenterrarlos. Tal cosa da la medida de la calaña moral del presidente que, sin embargo, no tiene inconveniente en mantener a su padre, dependiente, con cargo a unos fondos públicos que niega a los demás dependientes. Es difícil imaginar un comportamiento más repugnante.

Difícil, pero no imposible. Este sinvergüenza se queda corto al lado de su portavoz, Rafael Hernando, para quien los familiares de los asesinados por la gente a la que Hernando sigue, solo se acuerda de ellos cuando hay subvenciones. Una afirmación no solo odiosa en su miseria moral sino también cruel, típica de un sicario porque, precisamente son los compinches de estos tipos quienes han suprimido dichas subvenciones.

En efecto, que cada cual responda de sus actos y sus palabras.

dijous, 9 de juliol del 2015

A la sombra de su sombra.

Juan Maestre Alfonso (2015) Persiguiendo mi sombra. Pecado, culpa y sociedad en la España de Franco. Salamanca: Comunicación social (297 págs.)
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He leído de un tirón el libro de Juan Maestre. Me atraparon los dos primeros párrafos, en los que cuenta cómo un cura abusaba de él con prudencia jesuítica cuando era niño. El hermano Z. (casi todos los nombres en la obra vienen en iniciales) le metía mano. No a fondo, pero sí lo suficiente para que el chaval tardara veinte años en contárselo a alguien y, además, a un compañero de colegio, que es un contar a medias, y unos sesenta en explayarse sobre ello en público.
 
Es un libro de memorias, pero tan original y personal que se lee como una novela. Porque viene novelizado. Maestre, con toda una larga trayectoria de sociología cualitativa a la espalda, influido por Jesús Ibáñez y sus grupos de discusión, por Ángel de Lucas y, sobre todo, por la técnica de las historias de vida, en la que tiene reconocida reputación, ha pasado a contar la suya pero a través de las de los demás. Incluso cuando habla de sí mismo (capítulos primero y último) lo hace distanciado, en los momentos de apertura y cierre, por así decirlo, de su ciclo vital. Verse a sí mismo en el recuerdo como otro y verse a sí mismo en el retrato de hoy pero como un tercero, introduce una visión literaria. Las historias de vida son cruces de caminos en que se encuentran varias ciencias sociales y la literatura. De hecho las memorias están siempre, obligatoriamente, realizadas desde la perspectiva que los novelistas llaman "narrador omnisciente".  Y eso sucede en persiguiendo mi sombra, en dos capítulos habla de sí mismo a través de sí mismo y en cuatro de sí mismo a través de otros, y en todos prevalece la figura del narrador, punto al que se refieren las historias propias y las de los demás.
 
Una obra así concebida, escrita en un castellano fluido, elegante, sobrio, sincero, encandila. No se lee; se devora o se bebe. Fui posponiendo otros quehaceres, sacando tiempo de donde no lo había, hasta concluir la lectura, fascinado por el despliegue de una vida que, en su mayor parte, ha transcurrido bajo el franquismo, como se hace notar en el subtítulo de Pecado, culpa y sociedad en la España de Franco. Concluido el leer, llegó la perplejidad. Ese libro narra también mi vida. No solamente porque sea más o menos coetáneo del autor sino porque algunos de los personajes de que trata también los traté yo, porque los lugares de su infancia en Madrid son los míos en mi adolescencia. El cuadrilátero urbano que dibuja, Bilbao, Quevedo, Argüelles y Dos de mayo (p. 257) me es tan familiar (ampliando el límite sur del Dos de Mayo hasta el metro de Noviciado) como mi cuarto. Y porque fui partícipe de algunas de las peripecias que cuenta, no en los episodios narrados, pero sí en otros.
 
 Mi primera reacción fue ponerme al teclado y escribir un ditirambo. Yo también publiqué hace unos años una especie de memorias, igualmente mezcladas con consideraciones sociales y políticas que, en el fondo, nos sirven a los académicos para no ir demasiado a lo privado, (Rompiendo amarras. La izquierda entre dos siglos. Una visión personal. Madrid: Akal, 2013). En la medida en que eran memoria, también recreé esos paísajes urbanos, incluidos los bulevares, de cuya desaparición se lamenta Maestre. Sí, preciosos aquellos paseos centrales arbolados por cuyas veras subía y bajaba el tranvía que iba a Rosales, pero absolutamente incompatibles con la densidad de tráfico que hoy soportan los cinco tramos de Marqués de Urquijo, Alberto Aguilera, Carranza, Sagasta y Génova. Cinco nombres de calles de Madrid sin  ningún militar ni santo ni cura. Un milagro. El resultado hubiera sido una crítica laudatoria, hablando de los viejos tiempos, que no tiene mayor interés.
 
Luego reparé en que las coincidencias de lugares, hechos y personas, dan pie a muchas discrepancias también. Juicios sobre las personas, valoraciones de los hechos, interpretaciones de las relaciones. Mi segunda reacción fue de nuevo saltar sobre el teclado a dejar constancia de mis objeciones, críticas, reproches, a meterme en donde no me llaman y enjuiciar al autor. La crítica podía convertirse en una controversia, en una diatriba. Pero no por ello tendría mayor interés si bien, quizá, mayor audiencia, por cuanto siempre atrae más la riña que la concordia, aunque lo correcto sea decir lo contrario.
 
Me llevó más decidirme a comentar el libro que leerlo. Al final me puse a hacerlo adoptando como guía el huir de los dos extremos, el ditirambo y la diatriba, pues ambas actitudes obscurecen y acartonan el relato. Basta con que este se componga de observaciones espontáneas, surgidas al paso de una lectura que tiene muchos registros pero aparece unificada por un hilo conductor: el de un hombre que intenta exponerse como se ve. Con otro paralelo: el de un lector que trata de entender cómo se ve el autor y, de paso, verse a sí mismo como punto de referencia. Y ese es a mi juicio el mayor mérito del libro de Maestre, que nos interpela personalmente. 
 
Así que el hermano Z le metía mano. Maestre se educó en los jesuitas de Areneros y eso marca. Elitismo, privilegios, disciplina y mucha hipocresía. Claro que marca. Maestre ve su propia vida como una lucha por librarse de la marca. Y no está muy seguro de haberlo conseguido. Este capítulo autobiográfico lo prueba.  "En materia de castidad no existe pecado venial", le decían. Considera que es algo tremendo que todavía lo obsesiona y le afecta porque entiende que la represión sexual fue una constante de su generación, de la que esta no podía sustraerse y la mayor a que se la ha sometido y lo reitera en la obra (pp. 18, 41, 159). Recordando los ejercicios espirituales, acaba asimilando el colegio a un campo de exterminio, como los de los nazis y los comunistas pero, como a estos, el tiro les salió por la culata pues fueron muchos los que se situaron en las antípodas de lo que los jesuitas querían (p. 52). Los jesuitas sufren a veces esas paradojas. Recuérdese a Voltaire, siete años interno con los jesuitas de Louis-le-Grand. Pero tampoco es el asunto tan drástico. A pesar de irse a las antípodas, reconoce que, aun habiendo roto los lazos institucionales, mantiene relaciones "fluidas, sinceras, distendidas" con los padres (p. 65). Igual que Voltaire, cuya veneración por algunos de sus maestros le duró toda la vida.

De los jesuitas alaba cierto espíritu igualitario que probablemente enlaza con el de las misiones del Paraguay y que se observaba en el hecho de que el colegio tenía también unos internos uniformados de los que, dice, los externos intuían que "no eran de nuestra clase" (p. 59). Es curioso. Yo me eduqué en un colegio de medios pelos, gestionado por el arzobispado de Madrid y también me llamaron la atención aquellos internos uniformados. Eran los contingentes de huérfanos de distintas instituciones que los colegios de Madrid tenían que admitir después de la guerra. Nunca los consideré de "otra clase" y tenía amigos entre ellos, como entre los externos. Claro que, como hijo de republicanos vencidos en la guerra civil, eso no me era difícil. Maestre expone reiteradamente su conciencia de ser de familia de vencedores. Yo crecí en familia de vencidos. Pero de vencidos que se consideraban moralmente vencedores. Algo que muchos vástagos de los vencedores de la generación de Maestre acabaron aceptando, lo cual explica algunos misterios de la historia reciente del país.

Además de ser hijo de vencidos que no aceptaron la derrota y siguieron luchando por la República, en mis años de colegio jamás vi un cura. El único clérigo era uno secular encargado de los frecuentísimos ritos religiosos de la época, misas, rosarios, via crucis. Todo el profesorado era seglar. Hasta el profesor de religión era un cura défroqué y algunos de los enseñantes hasta republicanos a las escondidas, habiendo sobrevivido con argucias a las temibles depuraciones que hicieron los fascistas. La pederastia allí estaba descartada y la represión sexual era parte de la represión general de las ordenanzas hispanas, pero acababa a las puertas del colegio y cada cual se buscaba la vida como podía, algunos con notable éxito.

Profesa Maestre gran admiración por su compañero de curso V. P. D., quien llegó a príncipe, categoría definitiva en el ámbito jesuita. Pero se molesta porque V. P. D. consigna en un libro valoraciones negativas (que él considera superficiales y periféricas) de la labor de los jesuitas en América y del padre Arrupe en concreto (p. 65). Son los misterios de la marca de la casa. Al hermano de Voltaire lo educaron los jansenistas y las conversaciones entre ambos debían de ser asaz curiosas. Por mi parte no comparto en absoluto la admiración de Maestre por la capacidad intelectual de V.P.D. pero sí coincido con este en tener muy pobre opinión de los jesuitas allí en donde se den.

Salido del colegio con propósito de no ser monje, Maestre opta por las armas. Será soldado y se prepara para la carrera militar. Esta parte de la historia ya tiene una ajena, la de su compañero Antonio quien, fracasado en el mismo intento castrense, acaba al parecer, suicidándose en Peñíscola. Su propio abandono de la vocación militar se explica a la luz de su juicio actual sobre las fuerzas armadas de entonces (el actual ha mejorado) a las que hace responsables de la  "tibetanización de la nación" (p. 80, 187). El término tiene una claro eco orteguiano. España necesitó 16 años para superar la brecha de la guerra civil y vivía "tibetanizada" en Europa (p. 89). Y el plazo parece desacertado. En 1955 no se superó brecha alguna, salvo que se interprete por tal el ingreso en la ONU, cosa poco convincente. Hoy, además, sabemos que, mientras haya más de 100.000 personas asesinadas en las cunetas de España, esta no habrá superado brecha alguna.

Hay un toque de color en la aventura militar de Maestre al referirse al africanismo de Franco: la "guardia mora" (p. 90), la "guerra de Ifni" (p. 91). El "africanismo" tenía un toque casi tribal. El espectáculo de la guardia mora era de película de Hollywood y, de hecho, lo que la historia gráfica recuerda de aquella guerra semioculta es la visita que hizo Carmen Sevilla a las tropas en Sidi Ifni en la nochevieja de 1957. Una imitación de la que hizo Marilyn Monroe a las tropas yanquies en Corea en 1954. El país es así. Puro plagio.

Por fin Maestre reconoce que tampoco quiere ser soldado y se apunta a las letras. Y ese es el comienzo de su tercera vida, que resulta ser la definitiva. Estudia Derecho, Ciencias Políticas, Graduado Social, se licencia, se doctora y emprende una vida que casi puede caracterizarse de errante por distintas geografías, recala en Lovaina, es becario en Israel, escribe dos libros (luego, llegarán más), es sociólogo del ministerio (p. 96), viaja por América, ejerce docencia y asesoramiento en diversas partes del mundo, hace política en España y finalmente se jubila en la Universidad hispalense en la que es emérito, rodeado del reconocimiento de colegas y discípulos. Atalaya desde la que describe su vida en clave de vidas ajenas

Metafóricamente podríamos asimilar la decisión de Maestre de colgar los futuros hábitos y renunciar a lucir uniforme a una especie de rebelión final contra la figura del Padre. Al fin y al cabo, está muy presente en su ánimo su idea de proceder de una "típica familia de clase media-alta, católica a lo hispano, de derechas y, en consecuencia, de los vencedores de la guerra civil..." (pp. 94/95, 164, 174, 178, 236), en donde esos oficios se verían con buenos ojos. "Padre", llega a firmar Maestre, es la palabra clave en la educación de Antonio, (p. 101), el supuesto suicida de Peñíscola. Porque, añade, el problema del padre es el de su generación, que considero la mía, porque desemboca en el autoritarismo que parte del régimen e invade la familia, sobre todo la familia del régimen. Muchas reacciones antifranquistas eran a veces reacciones contra el padre (p. 105). Sí, el padre suele ser el problema, pero también cuando falta. Mitscherlich, el discípulo de Freud, consideraba que la sociedad alemana de la posguerra era una "sociedad sin padres", lo cual era estrictamente cierto dado que en la guerra habían muerto muchos de los que hubieran podido serlo o ya lo eran. La presencia o la ausencia del padre son siempre problemáticas. En mi caso, por ausencia, dado que mi padre se exilió y yo crecí en un matriarcado.

La vida política de Maestre parece haber sido tan moderada como radical su doctrina. En otro capítulo pergeña la vida de otro personaje, Fernando, un elemento pocedente del frente de juventudes (p.141) que se pasa a la izquierda y se enamora de una señorita bien, Gloria, quien le correspondía. Lo grueso del relato -que las nuevas generaciones harán bien en calibrar, tratándose de la España de los años sesenta o setenta del siglo XX- es que la familia no aceptó la situación y metió a la niña en un hospital psiquiátrico en Santander durante cinco años (p. 148). Fernando no pudo sacarla de allí y acabó casándose con otra. Su izquierdismo lo llevó al PSOE y el autor, que reconoce haber militado cierto tiempo en el PCE, lo juzga como "visceralmente anticomunista" (p. 154) pero aun así, capaz de hacer campaña en contra de la permanencia de España en la OTAN. Siempre me ha llamado la atención esa expresión de "visceralmente anticomunista" con la que los militantes del PCE daban por perdidos los casos de determinados interlocutores. Y la verdad es que, los breves meses que yo estuve en el PCE, tambén encontré muchos comunistas que eran "visceralmente antisocialistas". En realidad, entre el PCE y el PSOE siempre ha habido muchas vísceras. Maestre parece haberse movido más cómodamente en la esfera del PSOE que izquierda es, al fin y al cabo. Ignoro qué actitud adoptaría frente a la cuestión de la OTAN, que fue muy reñida. De mí puedo decir que me pronuncié por el sí sin ser ni haber sido nunca militante del PSOE, únicamente empujado por mi convicción de que España debía dejar de ser "singular" y estar en todos los organismos y organizaciones en que estuvieran los llamado "países de nuestro entorno". No hace falta señalar que hube de aguantar entonces y aun ahora, mucha "visceralidad".

El capítulo dedicado a un tal José Luis A. trata de un episodio que también me toca muy de cerca. En los años 60, la guardia civil detuvo a tiros a dos miembros del Partido Comunista de España (m-l), cuyo dirigente por entonces era mi padre y en el que no milité jamás. Uno de los detenidos, Riccardo G., un italiano, recibió un tiro en la boca (p. 164). Riccardo era amigo mío. Habíamos estado juntos en el PCE y, luego, mientras yo abandoné  toda militancia partidista, él se hizo prochino. Desde entonces nos hemos visto ocasionalmente. Curioso destino el suyo. Maestre actuó como su abogado el juicio que se le siguió en el Tribunal de Orden Público, pero la historia que le interesa es la de José Luis A., el copiloto de Riccardo en el momento del disparo. Igualmente un ejemplo de buena familia, muy católica y muy derechas, exmiembro del Frente de Juventudes (p. 173), admirador del Tercer Reich y también militar frustrado. Un caso similar al del autor que confiesa haberlo perdido de vista cuando salió de la cárcel (p. 195) y no sabe que haya hecho nada. Con algo de resignación viene a decir que, en definitiva, la Transición la hicieron los "reformistas del franquismo", Suárez, Rosón, Martín Villa, Aparicio Bernal, Gabriel Cisneros (p. 172), en realidad, los que habían hecho la carrera a la que  José Luis A. se destinaba a sí mismo y de la que se desvió.  

Hay un curioso capitulo dedicado a Tomasa, la sirvienta que estuvo prácticamente toda la vida con su familia, a la que llama "asistenta" y que luego heredó él. "Una más de la familia". En casa de mis abuelos paternos siempre había un par de criadas y una cocinera, generalmente chicas jóvenes que mi abuela traía de la aldea y a las que renovaba según volvían a ella para casarse o porque las familias las reclamaban. Es decir, ninguna duraba. En casa de mis padres hubo en ocasiones alguna interna pero que también cambiaba con frecuencia, según dictaban las oscilantes circunstancia económicas de la familia, nunca muy boyantes y, a veces, angustiosas. Es decir, no he conocido esa experiencia de la sirvienta "de la famila", que ve crecer a los hijos y acaba siendo como una especie de madre para ellos. En todo caso, al autor le sirve no solo para dedicarle un recuerdo sentimental sino también para asomarse al mundo de la gente más pobre y desasistida. Tomasa era hija de un peón caminero que tuvo abundante descendencia. Casó con uno de su condición y tuvo la mala suerte de montar la casa en Brunete, el de la famosa batalla. Al terminar esta, ya no tenía casa y pasado poco tiempo, quedó viuda y, luego perdió a su hijo. Las observaciones de Maestre sobre la resignación y el fatalismo con los que Tomasa vivió su duro destino son de las más ilustrativas de un libro en el que hay muchas otras, pero no sé si tan sentidas. (p. 220).

Los capítulos centrales nos llevan por otros vericuetos al trozo autobiográfico del final en el que Maestre despliega sus tres nombres, Juan Mariano Julián, y da las últimas pero muy significativas pinceladas al cuadro. Matiza el autor la imagen de "familia privilegiada de vencedores", situándola, al menos en parte entre los "desertores del arado", si bien añade que eso pasa a casi todo el mundo excepto a la Familia Real y a Romero de Solís (p. 238), uno de los pocos que no está oculto tras unas siglas y, por probable afinidad profesional,  se tratará de Perico. Me siento hermanado con el autor. Mi familia paterna es de desertores del arado en sentido estricto. Mi abuelos paternos, labrantines poseedores de una herrería en un pueblo de Cuenca. Sus hijos, comunistas. Mi abuela materna, rica terrateniente gallega (que ya es difícil), casada con prestigioso vástago de linaje de letras y naturalmente del régimen, aunque tibios a fuer de tradición liberal. Esas mezclas, transgresiones de clase, las trajo la guerra.

Casi al final del libro, el autor señala que fue hace poco tiempo cuando su mujer le informó del origen ilegítimo de su padre, cuestión que no le preocupa. Pero de nuevo se viene a la memoria Voltaire, con quien empezó esta crónica, cuando decía, lleno de orgullo, no que su padre fuera ilegítimo, sino que lo era él mismo y siempre dijo admirar grandemente a su madre por haberlo concebido del señor de Rocabrune, "mosquetero, oficial, autor y hombre de espíritu" y no del vulgar notario Arouet. Hablando de padres...

 

dimecres, 1 de juliol del 2015

La Ley Mordaza.

La enmienda primera de la Constitución de los Estados Unidos (la que encabeza su declaración de derechos) dice: "el congreso no aprobará ley alguna para imponer o prohibir ninguna religión; ni para restringir la libertad de expresión o de prensa; o el derecho del pueblo a reunirse pacíficamente y pedir al gobierno que atienda a sus agravios" (Congress shall make no law respecting an establishment of religion, or prohibiting the free exercise thereof; or abridging the freedom of speech, or of the press; or the right of the people peaceably to assemble, and to petition the Government for a redress of grievances).
 
A tenor de esa Constitución vigente en los Estados Unidos, la Ley Mordaza que entra hoy en vigor en la gran nación española, sería nula por inconstitucional. Aquí, no se sabe, porque dependerá de la decisión de un Tribunal Constitucional presidido por un militante (o exmilitante) del partido del ministro que la ha hecho aprobar. Esta norma retrotrae el Reino de España no a los tiempos del franquismo, como suele decirse con razón, sino al siglo XVIII, antes de las revoluciones burguesas; al siglo XVII, antes de la llamada "gloriosa" británica. Es una ley que consagra la arbitrariedad del poder despótico frente a los derechos de los ciudadanos.
 
En la neohabla del autoritarismo gubernamental, la ley se llama de seguridad ciudadana, pero, en realidad, produce inseguridad desde el momento en que arrebata a los jueces la competencia para sancionar determinados comportamientos. Se la otorga a las autoridades administrativas y, en realidad, a las fuerzas de orden público, que actúan como juez y parte y aparecen protegidas no por la presunción de legalidad sino por la de infalibilidad e impunidad. Cosa que se ve por  cuanto se considera punible la demostración gráfica de su comportamiento. ¿Por qué motivo se prohíben las fotos de los agentes de la autoridad en sus actuaciones públicas si no es porque se pretende garantizarles impunidad?
 
Esa ley no protege a los ciudadanos sino que trata de amedrentarlos e impedir, con sanciones arbitrarias y abusivas, que hagan uso de sus derechos. Es una ley tiránica que ampara el hostigamiento de la ciudadanía para yugular todo intento de crítica o protesta por los medios que sean. Con esta ley, de contenido franquista, como sostiene el New York Times, pretende despedirse este gobierno nacionalcatólico, autoritario y acosado por la corrupción, o sea, neofranquista. 
 
Una ley de este alcance, aprobada con los votos de un solo partido, habrá de ser derogada en su integridad por cualquier otro gobierno sin duda con los votos de los demás partidos.

dijous, 18 de juny del 2015

El nivel de la banda de ladrones.

Ocurre con Twitter lo que sucedió en la leyenda de las orejas de de burro del Rey Midas. El peluquero, el único conocedor del cómico secreto del Rey, no pudiendo callárselo, hizo un agujero al borde de un río y en él susurró: "el Rey Midas tiene orejas de burro; el Rey Midas tiene orejas de burro". Luego lo cubrió con tierra y, ya aliviado, volvió a su casa. Crecieron las cañas en la ribera y, cuando el viento las agitaba, se oía por doquier "el Rey tiene orejas de burro; el Rey tiene orejas de burro". El secreto se había revelado y el viento lo "viralizaba".

Habiendo crecido las cañas, unos tuits de 2011, debidamente aireados, revelan que el majadero que iba para concejal de Cultura del Ayuntamiento de Madrid, además de las orejas también tiene espíritu de burro. De momento se ha quedado de concejal. Mas no pierda la esperanza y persevere. Quién sabe si, cambiando el gobierno, no acaba de ministro de Educación. Haría bueno al mangante que hay ahora, ese que deja sin fondos las universidades, pero luego pasa los fines de semana de gorra con su millonaria novia en instalaciones públicas por no pagar el hotel.

Twitter es un peligro público. Todo lo guarda y, aunque los peluqueros quieran enterrar sus secretos, los vientos u otros tuiteros con mala uva se encargan de difundirlos. Véase el caso de la exdelegada del gobierno de Madrid, esa hipócrita que pasó cuatro años identificando, hostigando, multando y apaleando vecinos de la capital para cercenar sus derechos y amedrentarlos y que, en justo premio represor, será investida presidenta de la Comunidad Autónoma de Madrid gracias a los votos de Ciudadanos, el partido que lucha contra la corrupción a base de ayudar a ocultarla.

La buena señora, dando rienda suelta a sus fantasías eróticas de omnipotencia sexual, se adjudicó en un tuit con faltas de ortografía un par de gónadas altamente improbables dada  su condión femenina. Luego, viendo lo que sucede a los demás con sus demasías, lo borró. Pero, por desgracia, ya lo había copiado y guardado alguien que, con toda razón y mesura, aprovechaba para llamarla "ordinaria". Mucha razón y excesiva mesura. Atribuirse "cojones", cuando se es una rubia de bote y abundante carmín, más parecida a Jack Lemon en con faldas y a lo loco que a una dama que desempeña un cargo público, no es solamente un evidente atentado contra la evidencia anatómica, sino una muestra más del lenguaje, el espíritu, el talante, el modo de ser de los miembros de esa supuesta asociación de malhechores que es el PP. Chul@s, prepotentes, broncas, muy machot@s. Ellas, féminas de muchos cojones y ellos bravos de reyerta de los de "no me lo dices en la calle". Trato normal de una presunta banda de ladrones.

Basura. La basura que gobierna España.

dijous, 4 de juny del 2015

Con esto, ¿tampoco va a pasar nada?

Que el Rey pueda ser un imbécil o un criminal capaz de homenajear en España a los compañeros de quienes su protector Franco asesinó a mansalva y cuyos huesos yacen aún en fosas comunes en todo el país está dentro de la naturaleza de las cosas. Hasta es probable.
Que al gobierno de mangantes neofranquistas esto no le produzca reparo alguno y hasta le parezca bien, también es muy probable dado que está compuesto de nacionacatólicos y fascistas más o menos nostálgicos, a quienes la coherencia ética nunca ha parecido asunto de interés porque desconocen qué sea la ética, la conciencia u otras zarandajas. Si hay que disimular y hacer como que la justicia y los derechos humanos nos importan, se disimula y se hace. Al fin y al cabo, lo suyo es robar.
Que la oposición -en gran medida heredera de los héroes de la Nueve en París y de los asesinados en el genocidio franquista- todavía no haya dicho nada, ni protestado siquiera, demuestra su grado de abyección moral, habiendo cambiado un lugarcejo al sol de las elecciones por su responsabilidad por el restablecimiento de la justicia en nuestro país. Demuestra que no solamente no tiene valor para presentar una moción de censura, sino que también carece de él para respetar sus propios ideales y la memoria de quienes murieron por ellos. O sea, que es tan escoria y bazofia como la corona, el gobierno y su partido.
Que los medios no den la noticia, no digo ya completa, como aquí, sino ni siquiera manipulada, censurada, por temor a que la gente ate cabos, demuestra que, si los políticos de la oposición son miserables y cobardes, los periodistas lo son por partida doble porque su deber es precisamente este: informar de algo que tiene una indudable trascendencia.
El Rey homenajea en París a los republicanos españoles, compañeros de los cientos de miles que los fascistas también españoles asesinaron y enterraron en fosas comunes y que el gobierno de este Rey y él mismo siguen negándose a desenterrar y hacerles justicia.

dimecres, 29 d’abril del 2015

Otra obra de la canalla franquista.


Solo para ver sobre qué barbarie, que crueldad, qué ignominia, qué inhumanidad está construido nuestro presente. Para escuchar, ver de primera mano, contado por los/las protagonistas cómo los curas, las monjas, los falangistas, los funcionarios y resto de perros guardianes de aquella atrocidad que fue el franquismo trató a los niños y niñas desde 1939 hasta bien entrada la democracia, hasta los años ochenta. Niños y niñas abandonadas, huérfanos de guerra, hijas de presos políticos, pero también hijos de madres solteras o padres divorciados. Cualquier menor que tuviera la desgracia de caer en las garras de aquellos delincuentes y criminales vestidos de sotanas, hábitos, uniformes, togas judiciales o cualquier otro disfraz que mancillaron con su hipocresía y profunda inhumanidad.

Para que, al ir a votar, todos recordemos que los Rajoys, Cospedales, Aguirres, Aznares y demás tropa de mangantes y corruptos, además,  son los descendientes ideológicos (y, en muchos casos biológicos) y defensores de los canallas que perpetraron estas atrocidades y que, por todo cuanto sabemos, les gustaría repetirlas. Que las pías y devotas damas de buena sociedad, las Aguirres y Botellas de ayer y de hoy, son las mismas sádicas hipócritas que condenaban a niños y niñas a vidas de sufrimiento y humillación en nombre de su beatería y su repugnante dios, como hoy quieren acabar con los mendigos, los sin techo o las putas y putos a base de multarlos, reprimirlos, humillarlos y escarnecerlos.  Que los caballeros hoy neoliberales y nacional católicos de comunión diaria son los mismos o parecidos granujas que cometieron todo tipo de excesos, incluidos los abusos sexuales con los niños huérfanos, abandonados.


diumenge, 28 de desembre del 2014

Ya no basta con mentir.


Efectivamente, ya no basta con convocar una rueda de prensa, comparecer solemne en carne mortal y no en plasma y soltar la acostumbrada sarta de trolas y embustes. Después de tres años de engaños, silencios y excursiones por los cerros de Úbeda, no es que el crédito del presidente esté "bajo mínimos". Es que está en el cero absoluto. Nadie lo cree. Ni él mismo.

Por eso ya no se molesta en hacer verosímiles los datos que habitualmente manipula. Ahora ha decidido recurrir a la retórica, incluso a la licencia poética. Así, el 11 de diciembre anunciaba que la crisis ya es historia, una frase autorreferencial, destinada a hacer historia, como la de "ya no hay Pirineos" o "vine, vi, vencí". Pero la opinión descreída se la tomó a chirigota y hasta los suyos le dijeron que redujera el redoble. Se vistió entonces de experto ténico y anunció que 2015 será el año del despegue definitivo de la economía. Ciberlandia sacó su más afilado sarcasmo y apostó porque el despegue se haría desde el aeropuerto de Castellón de la Plana.

Escarmentado de tanta burla Rajoy redujo el núcleo de su habitual patraña a su mínima expresión, confiando en hacerla más aceptable a fuer de modesta:   "España ha conseguido superar la peor etapa de la crisis sin menoscabar lo sustancial del sistema de protección social" . Pero ya es tarde hasta para la modestia. Ni los suyos lo creen. Zarzalejos, un periodista de acrisolada tendencia a la derecha del PP, califica el año que resta de legislatura de año políticamente agónico.

Efectivamente, ya no basta con mentir, ni siquiera en sordina. Hay que echar mano a otros recursos para mantener quieto el Reino. Y a no dudarlo, se recurrirá a ellos:

La amalgama. Una vieja táctica, consistente en meter en el mismo saco a dos o más adversarios, asegurando que son todos iguales. Los estalinistas la emplearon con gran éxito en la Unión Soviética y en España, asegurando que los trostkistas eran colaboradores de los nazis. Los comunistas también se la aplicaban a los socialdemócratas en los años treinta, hablando del socialfascismo. Ahora se oye mucho hablando de la igualdad entre PP y PSOE y, desde luego, el partido del gobierno recurre a ella con fruición equiparando a Podemos con el comunismo, el chavismo y el populismo en general, y al soberanismo catalán, cómo no, con los nazis, en aplicación de la Ley de Godwin.

La intoxicación. A estas alturas no debe quedar aspecto de la biografía de los líderes adversarios más populares, especialmente en Podemos y el consabido soberanismo catalán, que no se haya escudriñado milimétricamente en busca de cualquier asunto, por insignificante que sea, que se pueda agrandar hasta convertirlo en escándalo y desprestigio. Y, si no se encuentra, se inventa. Para eso el gobierno y su partido tiene prácticamente comprados a todos los medios escritos en papel y audivisuales con la misión de cantar sus alabanzas y denigrar a sus adversarios, incluso al modo torticero en que lo hace a veces RTVE, cuando enmarca noticias sobre Podemos con anagramas de Bildu, por ejemplo.

La oración. Este recurso no debiera figurar aquí de ser España un país normal. Pero no lo es. Este gobierno no echa solamente mano del BOE, de los informes oficiales, los expedientes administrativos y los códigos para gobernar sino también, y mucho, del misal. Vari@s ministr@s ponen sus políticas públicas bajo la advocación de diversas Vírgenes, otros se asesoran directamente en las sacristías y otros hacen pública ostentación de su fe. ¿Por qué no convocar procesiones y oraciones colectivas para salir de la crisis y ganar las elecciones igual que las gentes sencillas impetran la lluvia?

La represión. El espíritu es fuerte pero la carne es débil. La gente es de una contumacia insoportable en la protesta, sobre todo los catalanes, a quienes no parecen tranquilizar las jaculatorias del Rey. Hay que estar preparados para defender el orden. La crisis y los recortes no han pasado por el ministerio del Interior que lleva años pertrechando a las fuerzas de seguridad con medios materiales de todo tipo para hacer frente no ya a manifestaciones pacíficas y alguna algarada ocasional sino a sublevaciones en toda regla, como las de los campesinos en Alemania o la revuelta de los payeses en Cataluña. Lo peor no es que estas fantasías puedan realizarse. Lo peor es que quizá haya alguien interesado en provocarlas. La nueva Ley Mordaza es la verdadera clave del sentido de la legislatura. La prueba definitiva de que estamos saliendo de la crisis es que se prepara un Estado policial.

Ya no basta con mentir.

(La imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).

dimecres, 17 de desembre del 2014

La culpa es de la oposición.


Aprovecho que los periódicos todavía pueden mostrar testimonios gráficos de la brutalidad de la policía al servicio de este gobierno autoritario y semifascista. Cuando entre en vigor la Ley Mordaza que han cocinado los psicópatas de Interior, la publicación de estas imágenes que, en cualquier país civilizado harían caer a los responsable políticos de que la policía actúe como una banda de matones, será sancionada con multas estratosféricas y, posiblemente con una buena paliza a los responsables a fin de seguir sembrando un sano terror en España.
 
A propósito, el motivo de esta nueva agresión de las fuerzas represivas a la ciudadanía es una Operación Pandora que tiene toda la pinta de ser otro montaje policial para justificar la brutal Ley Mordaza y, de paso, criminalizar a los anarquistas, quienes suelen encabezar las listas de víctimas de la vesania nacionalcatólica.
 
¿Cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Cómo hemos alcanzado este nivel de degeneración democrática que en tres años nos ha dejado a la altura del México de hoy?
 
Muy sencillo: porque hemos tolerado todo tipo de abusos.
 
Hemos tolerado que gobierne un partido que es una presunta banda de ladrones con decenas y decenas de cargos en procesos penales, probablemente la punta del iceberg del gigantesco expolio que estos sinvergüenzas han organizado en el país con una corrupción insólita que ahora, los más granujas de ellos, quieren hacer extensiva a toda la ciudadanía. Los ladrones tratando de convencer a las víctimas de que ellas también roban.
 
Hemos tolerado en la presidencia del gobierno a un embustero redomado, sospechoso de cobros en B, maniobrero, taimado, una persona indigna no ya de presidir un país sino una peña de fútbol en un oasis del desierto. Un incompetente cuya falta de escrúpulos solo es comparable a su arrogancia, capaz de mentir sin que se le descomponga el peinado aunque el compulsivo guiño del ojo izquierdo lo traicione como el maullido del gato en el cuento de Poe.
 
Hemos tolerado que estos indeseables prolonguen la crisis a costa de los más desfavorecidos y en beneficio de empresarios y banqueros depredadores, pero sobre todo de su propio bolsillo, pues todos ellos están pringados en el expolio nacional. No hemos reaccionado cuando han desmantelado el Estado del bienestar, despojado de sus derechos a la gente, excluido a los inmigrantes, expulsado a los jóvenes, eliminado la asistencia a los dependientes o robado sus pensiones a los jubilados.
 
Hemos permitido que esta presunta asociación de malhechores se cisque en el Parlamento, reducido a una cámara para aplaudir las mentiras del jefe y que ha llevado su ignominia al extremo de tener de portavoz de la partida a un jayán energúmeno que no solo insulta cuando habla sino que es capaz de agredir físicamente a quienes no piensen como él.
 
Estamos permitiendo que se nos imponga una Ley Mordaza para amedrentar a la gente, perseguir las protestas, criminalizar la oposición y cercenar los derechos y libertades de la ciudadanía. Como estamos permitiendo que este Estado policía espíe a los ciudadanos en violación del secreto de las comunicaciones garantizado por una Constitución que no solamente no respetan sino que usan como cachiporra contra los adversarios, singularmente los nacionalistas no españoles. Y hemos permitido que nos arrebaten el derecho a la tutela de la justicia poniendo unas tasas judiciales tan altas que nadie puede pedir el amparo de las tribunales si no es cayendo en la ruina.
 
De esta manera, este personaje sin categoría ni principios y su partida de amigos, deudos y clientes ha conseguido la mutación constitucional perfecta: convertir el gobierno del país en una dictadura disfrazada de democracia.
 
Todo eso lo hemos permitido los españoles. Pero unos más que otros. Es poco lo que la gente normal podemos hacer fuera de salir a la calle a protestar con una probabilidad muy alta de que algún vándalo de uniforme nos abra la cabeza a porrazos y, encima nos denuncie, fabrique las pruebas, nos impongan una multa ruinosa y, si dan con juez servil, que los hay y muchos, nos envíen a la cárcel siendo inocentes.
 
Podrían hacer mucho más los partidos de la oposición si quisieran. En el fondo, si hemos llegado a esta grado de degeneración es en parte por su cobardía, su inhibición cuando no su complicidad. Dentro de unos días, el hombre de los sobresueldos irá al Congreso a exponer con toda falsedad y demagogia unas medidas en contra de la corrupción de la que él es el máximo responsable político. Y los partidos de la oposición, que no tienen el coraje de pedir su dimisión ni de interponer una moción de censura, legitimarán con su presencia esta farsa y mostrarán una vez más su absoluta carencia de espina dorsal.
 
Si la oposición tuviera dignidad, coraje, integridad y responsabilidad, habría abandonado ya ese hemiciclo de la vergüenza y dejado sola a esta partida de presuntos ladrones, con el energúmeno y el embustero a la cabeza y se habría retirado a otro lugar que solo por estar ella allí sería el reducto de las libertades y el derecho frente a la injusticia, el abuso y el atropello. De conseguirse algo así, este oprobio de gobierno no duraría una semana.
 
Pero, sí, en el fondo somos todos responsables porque millones de españoles votamos a favor de esta organización de saqueadores, otros millones lo hicimos a favor de los cobardes de la oposición y otros nos abstuvimos, avisando de que, en el fondo, nos da igual lo que suceda con el bienestar y la libertad de nuestro país y con nuestra dignidad. 

dilluns, 15 de desembre del 2014

Ministro: reprimir no sirve de nada.

Usted la llama Ley de Seguridad Ciudadana, o algo así de falso, cuando se trata de una Ley mordaza, una norma intimidatoria, arbitraria, desmesurada y probablemente inconstitucional, cosa que apreciaría un tribunal constitucional que no estuviera presidido por uno de su partido. Una norma para sofocar protestas, silenciar discrepancias, suprimir las libertades. Una norma autoritaria y represiva que trata de amedrentar a la población.
 
Ese catolicismo del que tanto alardea usted debiera hacerle reflexionar que reprimir no sirve de nada a largo plazo. Los de su religión, hoy millones, se precian de haber salido de los mártires, cuando los romanos se decidieron por la represión. Luego, esos mismos cristianos se obstinaron en reprimir la expresión del libre pensamiento y, aunque le fastidie, el pensamiento es libre. Durante siglos se reprimió a los esclavos y la esclavitud está abolida (con reservas). La represión de las mujeres cuenta también siglos y, ya ve usted, las mujeres son libres e iguales (aunque con más reservas). Desde el siglo XVIII, los Estados se obstinan en reprimir las manifestaciones populares en pro del sufragio universal, mayor justicia, más igualdad, más dignidad y, con dificultades, retrocesos y hasta barbaries, poco a poco va consiguiéndose.
 
A largo plazo, reprimir no sirve de nada. Al contrario, así se alienta lo que se quiere sofocar. Y además, se causa un sufrimiento indecible, inicuo que, como Dios, visitará en los hijos los pecados de los padres, según dice ese Libro en cuya verdad asegura usted creer (Deut., 5, 9).
 
¡Ah! Pero sirve y mucho a corto plazo. Evidencia el principio de autoridad. Determina la frontera entre lo lícito y lo ilícito, lo legal y lo delictivo según las convicciones ideológicas de un puñado de personas pertenecientes a un partido al que un juez imputa comportamiento ilícito en su conjunto. Uno que ganó las elecciones con un programa falso, incumplido en todos sus extremos, y que, por tanto, carece de legitimidad jurídica y política para dictar normas, y menos las que cercenan los derechos y libertades de la gente.

Porque lo que su ley ni ninguna ley represiva del mundo conseguirá será delimitar a su antojo la raya entre lo moral y lo inmoral, el bien y el mal, lo justo y lo injusto. A fuer de injusta, su ley provocará desobediencia por razón de conciencia. A la cual responderá usted con más represión, más violencia. Hasta hacer realidad el fin al que tiende una norma que garantiza la impunidad de las fuerzas de represión, esto es, el Estado policial.
 
El corto plazo es lo único que les importa. Llegar incólumes a las elecciones de 2015, en el caso de que no quepa aplazarlas y, por supuesto, estar en situación de repartir estopa si, aplazándose estas, hay protestas.

(La imagen es una foto de Wikimedia Commons, con licencia Creative Commons).

dissabte, 1 de març del 2014

Contra la libertad.

Esta mezcla española de nacionalcatolicismo y neoliberalismo está produciendo un monstruo, un oxímoron gigantesco que todo lo invade, un neoliberalismo totalitario. Andan los intelectuales orgánicos predicando la retirada, el desmantelamiento del Estado, que este no meta sus narices en la sociedad civil y el mercado, ámbitos de libertad y creatividad, que no legisle, que no regule, que desregule. Quieren privatizar hasta el aire y a quien Dios se la dé, San Pedro se la bendiga.

Pero luego, pertrechados del Boletín Oficial del Estado, no paran de legislar sobre todo, de intervenir en todo, de reglamentarlo todo. Desde las transacciones entre privados hasta los úteros. No hay parcela de la vida privada de los ciudadanos en que estos neoliberales no metan la cuchara en todos los sentidos del término porque, como bien se sabe y los maestros de la escuela austriaca enseñan, en donde hay exceso de reglamentación (como aquí ahora) hay corrupción. Lástima que no se apliquen a sí mismos estos hallazgos teóricos, así quizá robaran menos. Es el odio a la libertad. No el miedo, como suponía el famoso autor, sino el odio. La libertad ajena fastidia siempre a las mentes estrechas, los espíritus pobres. Y quieren acabar con ella precisamemte, oxímoron al canto, en nombre de la libertad. En nombre de la libertad se lucha contra la igualdad y, cuando se ha acabado con ella, se acaba con la libertad.

Ahora la han tomado con las redes, con internet. Quieren someter a control y censura el ciberespacio. No les basta con la parte de represión que toca a este en normas como la Ley Mordaza y otras prohibiciones de difundir libremente información. Quieren reglamentar asimismo y de modo concreto el ámbito digital. Tampoco les basta con prohibir el ágora física (lo llaman "modular el derecho de manifestación"), también quieren prohibir el ágora virtual. Les molesta infinito el acceso universal a la información y la difusión libre de esta. Les fastidian las movilizaciones populares a través de la red. Los dos proyectos que se traen entre manos los ministerios de Educación y Economía son sendos atentados contra la libertad en internet y sendos descarados privilegios en favor de sectores sociales y económicos específicos. En el caso de Ley de la Propiedad Intelectual se introduce el llamado canon AEDE que gravará forzosamente, sin excepción estilo creative commons, todo enlace en un agregador. Una medida recaudatoria arbitraria en beneficio de un sector en crisis galopante (la prensa de papel, cobijada en AEDE) y de los miembros de CEDRO, la asociación privada que gestiona derechos de autor sin ánimo de lucro. Que los derechos de autor merecen protección es muy cierto; que esta se consiga con un canon universal obligatorio no lo es en absoluto. Además de racaudar unos problemáticos dineros ese canon pretende limitar la libertad de expresión en la red, obligando a todo aquel que suba contenidos a internet a cobrar a todos los agregadores que lo enlacen y encima lo cobrado lo recauda el gestor AEDE. Lo que se quiere es que los agregadores no enlacen a sitios minoritarios que suelen ser los más críticos, para acallarlos.

La otra iniciativa, la del crowdfunding de Guindos es  desvergonzada. Los ultraliberales ponen límites a las transacciones de los agentes privados porque tampoco les gustan un pelo. No les gusta la libertad. Con el canon AEDE quieren que la gente se calle. Con el límite al micromecenazgo se trata de que no puedan ponerse en marcha iniciativas populares. Lo ha dicho muy claramente el ministro de Guindos al avisar de que, al recurrir al crowdfunding, se prescinde de cualquier tipo de intermediario -también de los "agentes bancarios"- y se opta por saltarse "todos los cauces habituales", lo cual, obviamente, es intolerable. ¿A dónde vamos a llegar? Hay que proteger los bancos, o sea, a los amigos. Son ellos quienes financian cuando les da la gana y al 7% un dinero que reciben al 1%. Está claro para quién gobiernan estos mendas, aparte de para su propio bolsillo.

¿Cómo es posible decir una cosa, que no debe intervenirse en los mercados, y pasarse el día haciendo la contraria?

Pues sencillamente porque la derecha, esta derecha nacionalcatólica española, en la medida en que no es una asociación de presuntos malhechores, es un muro. Una tapia, esa que se pone como ejemplo de sordera. Tiene una idea fija en la cabeza, su propio beneficio al coste que sea, y lo demás no lo oye. ¿Cuál es la imagen de Rajoy tras el debate del estado de la Nación? La sonrisa impostada y desdeñosa de quien llegó a leer un rollo de fábulas y, a continuación, se negó a escuchar a nadie. Un muro. Como el de Sartre, que era más un paredón. Como los de Hervé Bazin, hechos de locura. Como el muro de Pink Floyd, de angustia. Un muro ciego al país en el que vive; sordo a la opinión de sus ciudadanos; mudo ante sus preguntas. Un muro que acaba siendo el muro de las lamentaciones.