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diumenge, 21 de desembre del 2014

La regeneración democrática, según Rajoy.


Rajoy viene anunciando su intención de presentarse cualquier día de estos en el Congreso con un catálogo de medidas contra la corrupción y en pro de la transparencia que quiere convertir en ley. Hace tres años que empezó a hablar de ello y, por fin tanta parsimonia da sus frutos. El hombre anhela pasar a la historia como el adalid en la lucha contra esta lacra político-social de la que todo el mundo abomina, empezando por quienes se benefician de ella y, muy singularmente, él mismo.

En Occidente es costumbre aquilatar el valor de las intenciones cotejándolas con los hechos, única forma de averiguar qué crédito merecen las palabras. He aquí algunos hechos relativos a la corrupción que jalonan el presente de este país, que están en conocimiento de todos y que, brevemente expuestos, dejan escaso lugar a las dudas:
  • Un exvicepresidente del gobierno, Rato, no está en la cárcel porque el juez no cree que haya riesgo de fuga; no porque no la merezca.
  • Un expresidente de Comunidad Autónoma, Matas, en la cárcel por delincuente.
  • Un jefe de la patronal, Díaz Ferrán, en prisión preventiva por presunto delito.
  • Un extesorero del PP, Bárcenas, en igual situación y otros dos tesoreros en la cuerda floja.
  • Un expresidente de Diputación, Fabra, en la cárcel por delincuente.
  • Un exvicepresidente de CA Madrid, Granados, en prisión preventiva por presunto delito.
  • Un expresidente de Caja Madrid, Blesa, imputado.
  • Un partido de gobierno al que un juez imputa haberse lucrado con el producto de un delito.
  • Una miriada de altos cargos imputados, procesados, acusados; entre ellos el propio presidente del gobierno, acusado de cobrar sobresueldos de turbio origen.
Esos son los hechos. Sobre ese trasfondo el señor Rajoy dice tener suficiente legitimidad para presentarse en el Congreso con el dicho catálogo de medidas en pro de la honradez, las buenas prácticas, la moral, la rectitud, que le han preparado sus equipos, igual que Dios entregó a Joseph Smith el libro del Mormón. Un adelanto se nos ha ofrecido ya con ese portal de la transparencia propiciado por la vicepresidenta Sáenz de Santamaría que, al parecer, oculta más datos de los que facilita y los que facilita solo los entrega si quien los pide se identifica previamente. Con la afición de este gobierno a identificar con ánimo de multar, no es extraño que el portal apenas tenga visitas.
 
Con todo, no son estos cínicos, brutales contrastes entre lo que se dice y lo que se hace lo que convierte la cacareada intención regeneradora de Rajoy en una burla sangrienta. Al fin y al cabo, algún alma de cántaro podrá argumentar que todos los hechos torcidos son anteriores a la formulación del propósito mormón de Rajoy.
 
La burla viene después, cuando, como demostración de aquella noble intención, lo primero que hace Rajoy es nombrar vicepresidenta de una comisión parlamentaria a la ex-ministra Mato, obligada a dimitir hace unos días por corrupta. Eso refleja con exactitud el respeto que el Parlamento inspira a Rajoy.
 
Y no solo el Parlamento. La misma democracia. La señora Mato dice no ver por qué no puede ella desempeñar cualquier responsabilidad en el Congreso, lo cual no es extraño dado que se especializa en no ver ni Jaguares y que es obvio que carece de todo principio moral o sentido del ridículo. Lo llamativo es que su jefe y encubridor no vea el grado de desprecio que su decisión revela. Y menos parezca ver hasta qué punto se degrada la democracia cuando no solamente no se rinden cuentas ni se acepta responsabilidad alguna por las inmoralidades y los delitos que se cometen sino que el gobierno se enfrenta a la protesta social empleando la policía casi como una banda de matones dotada de impunidad para amedrentar a la población.
 
Palinuro insiste sin embargo: los principales culpables de esta situación son los partidos de la oposición, incapaces, no de controlar los desmanes del gobierno (pues este se encarga de hacerlo imposible), sino de oponerse a ellos con valentía y audacia, de forma que lo obliguen a retroceder.

Lo menos que puede hacer la oposición si quiere justificar su nombre es presentar una moción de censura. Lo más, dejar de legitimar esta farsa por la que una democracia parlamentaria se ha convertido en un régimen autoritario que gobierna por decreto. No ser cómplices ni comparsas de este ridículo carnaval. Ausentarse del hemiciclo. Si no son capaces de hacerlo por dignidad propia, háganlo por la de sus votantes, a quienes dicen representar.







(La imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).