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dimecres, 1 d’abril del 2015

Esto sí que produce vergüenza.


Tania Sánchez era hasta ayer candidata de IU a la Comunidad madrileña, militante y dirigente durante 20 años de la organización de la "verdadera" izquierda, la imprescindible, con la que se iba a cambiar el mundo o, por lo menos, Rivas Vaciamadrid, etc., etc., mientras las masas despertaban de la modorra socialdemócrata. Su peripecia es conocida: en mitad de un confuso episodio de enfrentamientos y luchas cainitas, habituales entre comunistas y excomunistas, proyectos de convergencia con Podemos, un proceso judicial en marcha que la afecta en primera persona, se escinde con su grupo de la organización y le asesta un golpe mortal, yéndose a otra primero con pretensiones de dirigente y luego como mero refugio. Un caso típico de transfuguismo.

Y aparece en el programa de Ana Rosa a soltar metralla contra la organización que, hasta hace dos meses, aparte de ser la de la "verdadera" izquierda "transformadora", era todo en su vida. IU,  palanca de la emancipación de los trabajadores es hoy un desastre, un estorbo, un pecio con el que hay que acabar. El problema de IU no son las personas, como creen las gentes maliciosas, sino que es "estructural". No se sabe a qué se refiere con el término y dudo de que lo sepa ni ella. Estructural. Ha tardado veinte años en verlo y la vista coincide, solo por causalidad, con sus intereses personales de tránsfuga y de justiciable. IU tiene un problema "estructural" y lo que era el instrumento más eficaz para acabar con el capitalismo ha pasado a ser una rémora que solo obstaculiza el auge del nuevo "verdadero" instrumento "transformador". Y no de izquierdas "trileras", sino, a más a más, de izquierda y de derecha al mismo tiempo.

Esto es una vergüenza. En Podemos, nueva verdad "verdadera" y "transformadora" transformación, punta de lanza de la regeneración democrática y patriótica del país se habla mucho de Gramsci y la lucha por la hegemonía ideológica, de significantes, significados y construcción del relato. El valor, la autenticidad de esos discursos se miden con la práctica real de los discurseadores. La señora en cuestión se ha ido a airear sus miserias, sus excusas, sus acusaciones envenenadas, a asestar sus puñaladas traperas a un típico programa basura, un escaparate de la mendacidad burguesa, la manipulación, el mal gusto estomagante y la estupidización de masas. Vamos que si, en lugar de tratarse de un caso neto de transfuguismo, oportunismo y falta de escrúpulos y moral, se tratara de una trifulca de cuernos entre dos o tres famosos y otras piltrafas del oropel del capitalismo low cost, la cosa sería la misma. Y, mientras tanto, los sátrapas de la derecha riendo a mandíbula batiente al ver cómo estos gozques de la seudoizquierda apoltronada y enchufeta se muerden entre ellos, con todos sus seguidores y fieles "verdaderos creyentes", dispuestos a vapulear y despellejar a quienes osen poner en duda el lamentable verbo de esta partida de aprovechad@s.

El otro día se me ocurrió subir una observación crítica en FB sobre los conversos de Podemos, esa avalancha de excomunistas de IU convertidos a la nueva luz paulina que se pasan la vida atacando a los demás pero no soportan la crítica ajena y tuve que habérmelas con descalificaciones personales, impertinencias y densa bazofia. Que si hay una campaña contra Podemos, que si es una conspiración, que si el oro de Moscú, o la plata de Ferraz, o el plomo de La Moncloa o...

Largar contra tu anterior partido, en el que hay "tanta gente válida", desde la atalaya de uno de los programas de televisión más difundidos de la estupidez nacional, no es una campaña contra IU. Poner una organización que hace tres lunas era la quintaesencia de la izquierda más acrisolada a los pies de los caballos para justificar el transfuguismo y la estricta defensa de los intereses personales de esta buena señora no es una conspiración, ni un golpe bajo, ni una canallada, no. Es la razón en marcha con la que los nuevos iluminados van a asaltar los cielos.

Que los asalten, si pueden. Por si esta tropa lo consigue, yo me pido el infierno. Hay mucha más dignidad.

dimarts, 24 de febrer del 2015

El odio al PSOE.

No es cosa de demagogias, pero el PSOE se acerca ya a los 140 años de existencia. Es el partido más antiguo de España, con excepción del Partido Carlista fundado en 1833 aunque reconvertido en otra cosa. Y eso se nota. El PSOE es parte de la historia del país. A partir del restablecimiento de algunas libertades en 1978, ha gobernado casi 20 años, con González y Zapatero. En ese tiempo, España avanzó en bienestar, progreso, libertades, derechos e integración europea como no lo había hecho nunca antes. Ni durante la breve II República. Por supuesto, su mandato (sobre todo en las dos legislaturas finales de cada uno) también fue pródigo en elementos negativos y hasta crímenes: la dura reconversión industrial, las privatizaciones a voleo, los GAL y la corrupción rampante en el mandato González y la desastrosa política económica anticrisis así como la reforma del art. 135 CE en el de Zapatero.

Unos gobiernos con luces y sombras, como siempre, pero globalmente positivos para el país. Es absurdo negarlo. Y, sin embargo, se niega. Hay una especie de voluntad cerrada de reñir todo acierto al PSOE ahora y antes, esgrimir siempre sus aspectos negativos y ocultar los positivos, al extremo de que, si se escucha a voceros de derecha e izquierda, casi parecería que el responsable único del desastre y la postración actuales de España sea el PSOE. Tanta falta de objetividad y ponderación invita a preguntarse por su razón profunda. Los hechos, los datos, las pruebas desmienten tan cerrada visión negativa. Quizá nazca esta de otra parte distinta del entendimiento; por ejemplo, de la pasión. Quizá tenga poco que ver con la razón y mucho más con el odio. Y, en efecto, uno de los rasgos más llamativos del debate político español es el odio a los socialistas.

Los odian por ser el partido más antiguo, por seguir siendo un partido, por haber ganado elecciones limpiamente, por haber gobernado, por haber sabido perder en unos casos y triunfar en otros. Es decir, los odian por lo que se suele odiar a mucha gente en España: por hacer cosas.

El odio de la derecha es palpable. Es un odio histórico, de clase. Y hasta personal. Que los aristócratas se enfrenten en política a un partido de advenedizos fundado por un tipógrafo pero que tiene más solera y antigüedad que todos ellos, que son los verdaderos advenedizos, los saca de quicio, los pone enfermos. ¡Qué insolencia, los seguidores de un tipógrafo aprobando leyes! La derecha es profundamente patrimonialista y cree que el gobierno le pertenece como sus fincas, sus casas, sus tierras. España entera es de su propiedad por derecho divino y no tiene perdón que lleguen unos plebeyos a reñirles ese derecho a gobernar, desgobernar, robar y saquear lo público que vienen disfrutando desde hace siglos y para conservar el cual hicieron una guerra civil e impusieron una dictadura militar de cuarenta años. El odio de la derecha al PSOE es profundo, casi genético.

¿Y la izquierda, los comunistas, asimilados y neocomunistas? Una falta de objetividad muy similar y un odio todavía más acendrado. Esta izquierda procede de la escisión comunista de 1919/1920 que nunca, en casi 100 años de historia, ha conseguido prevalecer sobre los socialistas salvo cuando establecían dictaduras de partido y prohibían y perseguían a estos, como hicieron en los países del bloque soviético durante buena parte del siglo XX. No siendo mediante la dictadura, el proyecto comunista de derrotar a los socialistas no ha triunfado en ningún país democrático del mundo. Salvo las experiencias dictatoriales, esta izquierda no ha gobernado nunca excepto algún brevísimo lapso de frente popular aquí y alla. Nada.

Pero no ha dejado de considerarse la "verdadera", la "auténtica" izquierda frente a una socialdemocracia oportunista que se encaramaba a los gobiernos y se aburguesaba traicionando a los trabajadores. Esos gobiernos en España y otros países de Europa fueron los únicos de izquierda real que hubo en el siglo XX y, dicho sea de paso, cambiaron sustancialmente la cara del capitalismo. Tanto que hoy hasta la "auténtica" izquierda los propone como modelos a los que hay que volver. Pero sin reconocer un ápice el mérito de los socialdemócratas. Al contrario, culpándolos no solo de sus culpas sino, en un frenesí de odio, también de las ajenas. Para esta izquierda "verdadera", que lleva cien años hablando sin hacer nada, el verdadero enemigo no es la derecha; es la socialdemocracia. En España, el verdadero enemigo no es el PP; es el PSOE.

Es el caso del reaparecido Anguita cuyo odio a la socialdemocracia está adquiriendo los niveles psicóticos de un capitán Ahab, tan obsesionado con Moby Dick que no le importa hundir su Pequod, IU, si con ello extermina a su archienemigo. ¡Por fin el ansiado sorpasso! La hora de la venganza. La posibilidad de que ese orgulloso PSOE muerda el polvo gracias a esa organización, Podemos,  que, merced a una sabia combinación de liderazgo carismático, pragmatismo y ambigüedad conceptual, parece haber deshecho el maleficio que lleva cien años agarrotando a los comunistas y promete llevarlos ahora, siempre que no se les note mucho el tinte neocomunista, a  una impensada victoria.
 
Palinuro lamenta que no vaya a producirse una alianza de las izquierdas, de todas las izquierdas. En verdad, no siendo militante de partido alguno, no se siente personalmente afectado, pero este asunto suena al más sobado y ramplón quítate tú para que me ponga yo y, encima, con plumas ajenas, desde los nombres a las ideas y desde las ideas a los nombres.
 
La promesa del sorpasso que tiene encandilados a estos novísimos "de abajo" procede del triunfo de Syriza en Grecia.. Si los Podemos griegos se imponen a la Troika, la Syriza española, hundirá al PSOE en la miseria de un PASOK, dejándolo en un 4,2% del voto. Tres inconvenientes se alzan ante este rosado futuro:

Primero: es posible que Syriza no se imponga y, al contrario, tenga que ceder ante la UE y Alemania. Tiene toda la pinta. Eso supondrá un golpe para Podemos que, una vez pasados los fuegos de artificio, tendrá que recomponer su discurso con un crédito rayano en cero. Esa Estaca con la que quiere derribar el "sistema del 78" puede acabar hundida en su corazón.

Segundo el PSOE no es el PASOK; no es una empresa familiar como la de los Papandreu, fundada en 1974. Forma parte de la historia de España en estos 140 años y tiene mucho eco y, sobre todo, apoyo en Europa, cosa más fácil de rentabilizar en interés del común que todas las propuestas bienintencionadas, sin duda, pero de una inconcreción celestial.

Tercero la repentina aparición de Ciudadanos, un partido con una parafernalia análoga a la de Podemos, con similar pragmatismo posmoderno, pero con un talante que se intuye más conservador, más centrado, sin necesidad de marear la perdiz con la izquierda, la derecha, lo de arriba y lo de abajo, apunta en un sentido de consolidación de la opción de la derecha. Predecir coaliciones en un contexto multipartidista (que, a veces, dependen de uno o dos escaños) es perder el tiempo pero no es exagerado vaticinar un reforzamiento de la derecha. O sea, del PP.
 
Con estos tres datos presentes, ya da un poco igual lo que se diga. La evolución apunta a que tampoco esta vez prosperará el intento neocomunista del sorpasso. Lo pintoresco del asunto será ver si, como cabe barruntar, se conseguirá mantener al PP en el poder otros cuatro años. Algo muy español. De perdidos, todos al río. El odio nos hará flotar.

La única parte de España en que no se observa odio al PSOE, en que no es factor de movilización porque la gente está en otros horizontes, Cataluña, tampoco parece ser tierra de promisión para Podemos. Obvio.  

dijous, 19 de febrer del 2015

Unidad, claridad y lealtad.


Nadie, supongo, pondrá en duda la voluntad unitaria de Palinuro, igual que su libertad e independencia de criterio. Su posición ha sido siempre de una claridad meridiana y reiteradamente expuesta: la izquierda tiene la obligación política y moral de unirse para hacer frente a una derecha depredadora cuya fortaleza reside, precisamente, en su unidad.

Por "izquierda", Palinuro entiende, también lo ha dicho, el PSOE y las demás fuerzas que se digan de izquierda. Mucha gente, al parecer en posesión de claves de autenticidad ideológica (nunca contrastada con realidad práctica alguna), sostiene que el PSOE no es de izquierda y, por tanto, no ha lugar a unirse con él. Algunos otros afirman que no solamente no es de izquierda sino que es igual al PP. Opiniones ambas tan legítimas como las contrarias y que pueden defenderse con el mismo derecho con que Palinuro defiende esas contrarias pero que, en principio, no obligan a quien se le exponen a tenerlas más en cuenta que el vuelo de una mosca.

Ese afán unitario invade hoy todos los cuarteles de la izquierda con insólito fervor. Léase lo que dice doña Tania Sánchez de que "la gente quiere una alternativa única al PP en Madrid". Es tan fuerte la pasión por la unidad que hasta los bravos luchadores contra el bipartidismo quieren otro bipartidismo. El suyo. Tan fuerte que alguien que, como esta señora, hubiera sido calificada en otras circunstancia de tránsfuga, que es lo que es, se erige en abanderada de la unidad de la izquierda.

Cierto que no la llama unidad de la izquierda. Los estrategas de la formación con la que quiere confluir la señora Sánchez no gustan de estos términos de izquierda y derecha y prefieren hablar, como ella, de unidad popular. Bizantinismos inútiles y un poco ridículos si se tiene en cuenta que, de cumplirse el deseo unitario en estos términos, la lucha sería entre el Partido Popular y la Unidad Popular, lo que suena un pelín cantinflesco.

Pero hay algo de mucho más calado. En su grito por la unidad, la señora Sánchez pide que los "militantes defraudados del PSOE" se unan a su proyecto. Eso ya no es tan inocente y es una carga de profundidad contra ese partido, al querer introducir una cuña entre sus militantes "no defraudados" (probablemente unos burguesazos sin principios ni verdadero espíritu izquierdista, unos traidores) y los "defraudados", que son los buenos a quienes se recibe en esa flamante Convocatoria por Madrid que tiene una semana de vida y a la que quizá apenas le quede otra, si quien la promueve actúa como tiene por costumbre, escindiéndose de las organizaciones al grito de "unidad".

Ignoro hasta dónde llega la memoria de la señora Sánchez y, por tanto, no sé si recuerda que esta táctica de promover la unidad por abajo (los militantes "defraudados") y el enfrentamiento por arriba, con la dirección "traidora", etc, etc. es el meollo de la política sectaria de los comunistas en los años veinte del siglo XX que, en algunos casos los llevó a aliarse con los nazis en contra de los socialdemócratas, a los que llamaban "socialfascistas" con el habitual alarde de ingenio. Quizá lo recuerde o quizá no, eso es indiferente. Aquí lo único esencial es que se postula una unidad de la izquierda (o popular, tanto da), al tiempo que se trata de fraccionar el PSOE, tildándolo de derechista y ofreciendo la salvación izquierdista, la integración en el rebaño de los buenos, a los "defraudados".

En contra de lo que parece a simple vista, lo llamativo no es que una señora haya fracturado su propia formación por razones entre las que parece haberlas personales y muy fuertes para crear a toda prisa una organización que puede sacrificar mañana por parecidos motivos. Eso es marca de la casa. Lo llamativo es que niegue al PSOE la vitola de izquierda y discrimine a sus afiliados según sus particulares criterios. Lo llamativo es cómo todas las prédicas sobre unidad enunciadas en el territorio de la "verdadera" izquierda siguen estando presididas por el odio a la socialdemocracia típico de los citados años veinte y típico también del inagotable afán de Anguita -el referente intelectual de estas fuerzas "populares", "cívicas", etc- de hundir al PSOE.

Pero mucho más llamativo es el comportamiento de algunos militantes de este partido. Leo que mi amigo Enrique del Olmo, militante del PSOE, que se postuló para candidato a la alcaldía de Madrid, al frente de un grupo llamado gana Madrid, compuesto sobre todo por socialistas, se ha integrado en la Convocatoria por Madrid. Ignoro si Del Olmo y sus amigos forman parte de la primera cosecha de defraudados, de doña Tania Sánchez. Ellos sabrán. Pero defiendo con uñas y dientes su derecho a estar en donde les parezca y hacer y decir lo que quieran, igual que, espero, ellos respetarán el mío de hacer lo propio. Sobre todo porque, al no tener nada que ver con el PSOE, me es imposible sentirme defraudado o satisfecho.

Solo me permito una observación que tiene algo de reveladora: ¿alguien imagina una situación como la de los amigos de gana Madrid en algún otro partido de esos de la "verdadera izquierda", de esos que dicen lo de que el PSOE y el PP son iguales? ¿Alguien piensa que unos militantes del Partido Comunista, de IU, de Podemos, pueden actuar conjuntamente con otras gentes que los consideran "defraudados" por el partido en el que militan?

No siendo Palinuro de partido alguno y rigiéndose solo por criterios de integridad personal, rectitud y sinceridad, sin reconocer deber de obediencia a nadie, defiende el derecho de estos militantes socialistas a hacer lo que crean en conciencia que deben hacer.

Pero, en serio, ¿cree alguien que puede dudarse de la condición de izquierda de un partido que muestra esta tolerancia, democracia y libertad internas y que lo hagan, además, gentes que estas virtudes ni las huelen?

dimecres, 28 de gener del 2015

La izquierda, redes y manifiestos.


Un grupo de amig@s, entre las cuales se cuenta Beatriz Talegón, a quien Palinuro (hoy Palinura) tiene en alto aprecio, ha puesto en marcha una iniciativa unitaria, transversal, de las que molan, para la gente de izquierda, esté en donde esté. La idea es sumar a l@s que vienen de diferentes tendencias e, incluso, a los lobos solitarios que, como Palinura, no pertenecen a ninguna. Porque no es una tendencia, sino una suma de gente de esa que abundamos mucho por ahí con ganas de hablar, de hacer, de participar, de movilizarse, de comunicarse y vivir sin necesidad de tener en cuenta la disciplina del grupo, el programa de la secta, la orden del mando, el acuerdo del comité o la opinión de la asamblea. Gente que no tiene miedo a romper moldes, rutinas, convenciones.

Porque la izquierda es igualdad y libertad, libertad e igualdad. Si falta la igualdad, como en el gobierno de Syriza, o la libertad, como sucede en las organizaciones políticas españolas, no hay, no puede haber izquierda. Puede haber triler@s, pero no izquierdas.

Han hecho un cartel bastante al modo hodierno: manos y colores y un puño rojo. Está bien, es animado y simpático.

También han redactado una manifiesto que, supongo, estará ya por las redes. Se lo han encargado a Miguel Candelas. Buena pluma, clara mente. Ha salido una cosa un poco kilométrica, aunque quizá sea mi impresión porque lo recibí por whatsap y no se terminaba. Personalmente yo reduciría el ánimo de manifiesto a dos líneas inspiradas en aquel histórico que sigue siendo la estrella polar de los manifiestos:
 
Izquierdistas del mundo entero, uníos.
No tenéis que perder más que vuestros sectarismos.
 
Ignoro para qué pueda servir la iniciativa en concreto, pero su arranque es muy positivo. Para coordinar gentes dispersas, que hablemos, nos comuniquemos, nos conozcamos, salgamos de nuestros corralitos ideológicos y veamos que fuera hace bueno y podemos entendernos.

Porque va a hacernos mucha falta.

Acaban de nacer. Aun no tienen güebpeich, pero la tendrán. De momento, sus direcciones para quien quiera sumarse o curiosear son:

Twitter: https://twitter.com/SomosIZQ

Facebook (en donde esta el manifiesto): https://www.facebook.com/somosizquierda

dissabte, 24 de gener del 2015

¿Qué pasa en el PSOE?


Palinuro ya dedicó un post hace un par de días a la entrevista de Bono y Zapatero con los barandas de Podemos y comentó el sarcasmo que es escuchar cómo estos abominan en público de lo que luego practican en privado. A su juicio,  la "casta", en realidad, se reduce a una (de ahí que hablen en singular), la de los dalits o intocables, más bajos que perros, con los que no caben tratos. Pero cuando nadie los ve, en secreto, pierden el trasero por codearse con sus miembros, a los que toman por brahmanes.

Vamos ahora con los otros dos comensales. Uno de ellos, Bono, un meapilas devoto de monjas milagreras, más de derechas que medio PP y admirador de Fraga, no merece mayor atención. Para él la política es eso, enchufe, cabildeo, compadreo, chanchullo. ¿Y el otro? El que no iba a fallar a la gente, el pusilánime que enterró al PSOE, lo puso al servicio de la banca y abrió el camino a la derecha quién sabe por cuánto tiempo con la reforma del artículo 135 que ni a discutir se atrevió a los alemanes.

Esta pareja de intrigantes se ha reunido en secreto con dos de los principales adversarios de los suyos, sin advertir a su superior jerárquico, democráticamente elegido y, probablemente, les han suministrado información para arremeter luego contra él y vilipendiarlo en público como así ha sido.

Sánchez gustará más o menos. Palinuro, quien sigue simpatizando con Podemos a pesar de todo,  no cree que el socialista haga las cosas bien;  al contrario, a la vista está que las hace mal porque no mete en cintura a estos urdidores. Pero una cosa es criticar -por lo demás como aquí se critica a todo el mundo, incluido al propio autor del blog- y otra muy distinta tender trampas, dejar en ridículo, hacer de menos. Una cosa es ser un crítico y otra un felón. 
 
Sánchez no se merece ese trato. Ni de los botarates que intrigan contra él en sus escondrijos, ni de los otros, tipo Blanco o Chacón, siempre a la sombra de los más poderosos. Sánchez fue elegido secretario general en limpia y reñida lid. Otra cosa es que en ella hubiera alianzas, encuentros, desencuentros o lo que fuera que, como siempre, dejaron frustración y desengaño. Pero no hubo trampa y la honradez y el recto sentir mandan aceptar el resultado, ponerse a las órdenes del elegido o marcharse del partido. Pero no tratar de subvertir la voluntad de los electores con oscuras componendas.
 
Porque cuando se ataca al responsable de una empresa, se ataca a la empresa. Esta, en España, hoy, es la derrota de la derecha neofranquista, corrupta y meapilas, y su substitución por un gobierno democrático, capaz de devolver a la gente los derechos, las libertades, la prosperidad y la dignidad que la carcunda le ha arrebatado.
 
Eso es lo más importante. Incluso lo único importante.
 
Si a esa señora andaluza, a quien el halago y la adulación han trastornado al extremo de no importarle provocar un desastre en su partido solo por satisfacer sus ambiciones, le queda un adarme de sensatez, se concentrará en gobernar su Comunidad. Quizá piense que tiene más peso que Sánchez porque Andalucía es muy grande. Pero Sánchez tiene más legitimidad porque ha sido elegido mientras que ella es producto del dedazo del mandamás y legitimidad democrática tiene poca. Apoye pues noblemente al secretario general de su partido en lugar de escatimarle su respaldo y ponerle trampas, que ya le llegará el turno de demostrar su valía si la tiene, que está por ver.
 
La cuestión aquí es impedir lo que, de no haber remedios fuertes, será una realidad lamentable: cuatro años más de gobierno de estos de los sobresueldos.
 
La cuestión es ganar las elecciones. Y, para ganar las elecciones, Sánchez tiene que consolidar su autoridad en el partido, hacer una oposición cien veces más contundente,  no perder el tiempo atacando a las otras izquierdas o respondiendo a sus ataques, presentar un programa claro, viable y positivo. Y encabezar iniciativas audaces, valientes.
 
Si no las tiene a mano, ahí va una de Palinuro: proponga él, y hágalo ya, una unidad electoral de las izquierdas, con Podemos y con IU y sin condiciones previas. Los de Podemos quizá la rechacen porque dicen no estar interesados en la unidad de la izquierda sino en la unidad popular, que es otro plagio conceptual, esta vez del Chile de Allende. Quedará IU. Visto el triste destino que aguarda a esta formación, condenada a perder frente a otros que triunfan habiéndole copiado las ideas, a lo mejor conserva la lucidez y la audacia necesarias para concurrir con un programa común, sostenido por los dos partidos históricos de la izquierda española, los que tienen ya sobradamente probado que cuentan con la experiencia y la capacidad necesarias para llevarlo a cabo, haciendo un llamamiento a la memoria de la mayoría de izquierdas del país.
 

dimarts, 30 de desembre del 2014

Podemos, la izquierda y Cataluña.


En el Twitter de Pablo Soto encuentro este gráfico. Es poco detallado pero muy significativo. Mucho. A partir del 15 de mayo de 2011 comienza el declive del llamado bipartidismo. En la medida en que este se considera pilar del sistema político actual, de la segunda restauración borbónica, un descenso de cerca del 90% al 50% del voto conjunto hace pensar en el desmoronamiento. Es continuo, sostenido, pertinaz pues dura ya tres años y medio. Es una tendencia.

A mediados de los 80 los politólogos debatían sobre la naturaleza del sistema español de partidos. El sosias de Palinuro que por entonces no tenía blog porque la blogosfera no existía ni había internet, sostenía que el sistema era bipartidista. Pero se quedó en minoría entre los expertos, incluso cuando, siempre con su ánimo pactista, dulcificaba la expresión con un "bipartidismo imperfecto". Nada de bipartidismo perfecto o imperfecto; España era un sistema multipartidista. Un multipartidismo en el que los dos partidos mayoritarios juntos monopolizaban entre el 85% y el 90% de los escaños una elección tras otra.

Ahora parece que tocan a difuntos por aquel bipartidismo que nunca existió. El primer  tañido del triste badajo sonó el 15 de mayo de 2011. Aquel día surgió un movimiento llamado 15M sobre el cual se cernió de inmediato furiosa controversia. Algunos nos entusiasmamos con él y hasta participamos activamente, suponiendo que allí estaba el germen de algo nuevo. Otros se pusieron en contra, formulándole muchas críticas relativas a su oportunidad, su carencia de estrategia, sus tácticas confusas, su falta de claridad, su inoperancia. No faltaron los habituales enterados según los cuales el movimiento estaba pagado por la CIA y al servicio recóndito de la derecha española. Son los mismos que ahora acusan a Podemos de ser un pelele en manos del capital. Más o menos.

Desde el 15M de 2011 han sucedido muchas cosas. Una de ellas, el segundo redoble a muerto, otro 15M de 2014, con la irrupción de Podemos, producto de aquel otro 15M. Ya nadie da un ardite por el fementido bipartidismo, término que es ahora de uso corriente, como otros puestos en circulación por estos novísimos. Como el de régimen del 78, cuya característica esencial es estar guardado por un candado. Siendo las metáforas históricas más del gusto de Palinuro podía llamársele el nudo gordiano del 78, aunque quizá la comparación no goce de aprecio, dado que tal nudo se deshizo de un tajo y los de Podemos no blanden espada sino voto.

En todo caso es opinión general que esta organización ha trastornado el predio tradicional de la izquierda. Su fuerza demoscópica es impresionante, la presencia mediática de sus líderes abrumadora y, con ello, su hegemonía discursiva. Podemos determina el contenido del debate público y los términos en que se desarrolla. El margen que resta a las otras dos fuerzas de la izquierda institucional, IU y el PSOE, es muy estrecho. IU, prima hermana repudiada, se desangra en un goteo de deserciones y en la imposibilidad de trazar un perfil propio. La crítica que está obligada a hacer no puede ir muy al fondo porque, en el fondo, comparte criterios con los criticados. 

Algo peor lo tiene el PSOE pues no solamente le es difícil pronunciarse en la izquierda con personalidad propia, sino que carga con un pasado reciente de escoramiento a la derecha y un presente como partido dinástico, pilar del régimen. Elaborar un discurso que no le enajene el voto del centro y hasta del centro derecha y el centro izquierda y la izquierda pueda escuchar sin tomárselo a burla es muy complicado. 

Téngase en cuenta, a su vez, que el discurso de Podemos es deliberadamente impreciso, casi proteico, capaz de integrar verdaderas contradicciones, lo cual lo hace inexpugnable a las críticas de las otras izquierdas. Estas suelen quejarse de la ambigüedad de los recién llegados, y afeársela. Pero eso es perder el tiempo. Por un lado es absurdo pedir posiciones nítidas, tajantes, exactas a quienes acaban de nacer y están aún tanteando el terreno; pero no ignoran que quienes las reclaman, a su vez, están lejos de tenerlas. Por otro no es ambigüedad sino un razonable aplazamiento. Podemos no tiene pasado y fía su porvenir al resultado de las próximas elecciones de mayo y, sobre todo, de noviembre de 2015. Cuando se produzcan esas elecciones, sus ambigüedades desaparecerán como las cigüeñas en invierno.

Así que, de aquí a las mentadas elecciones, quizá lo mejor que puedan hacer las izquierdas sea acudir a ellas por separado, tratando de singularizarse pero sin atacarse entre mutuamente pues a lo mejor están obligadas a pactar, y sin olvidar que el enemigo común es la derecha.

Los análisis de más interés que he leído comienzan a valorar el impacto de Podemos en Cataluña. Ya va siendo hora de que los analistas españoles se enteren de que la cuestión catalana  es de importancia capital y no una mera algarabía, como la conceptúa esa desgracia que pasa por presidente del gobierno. Pero la entienden al modo español. Concluyen que, con el mitin de Pablo Iglesias el otro día en Barcelona Podemos tendrá en Cataluña el efecto sísmico que ha tenido en España. Extrapolan.

Tengo para mí que es una perspectiva errónea. Cataluña está en otra historia.Una historia nacional en la que Podemos tiene poco que decir y cuya solución aplaza, como todo, a la ruptura del nudo gordiano/candado del 78 y la apertura de un proceso constituyente en el que "se podrá discutir democráticamente de todo". Eso suena en Cataluña de forma distinta que en España. En primer lugar, sigue sin estar claro quiénes discuten de qué y, en segundo, es algo aplazado hasta, por lo menos, 2016, siendo así que los catalanes tienen su propio proceso constituyente en marcha y hasta andan debatiendo anteproyectos de Constitución de la República Catalana, como analizaba ayer Palinuro.

Otra historia. Los soberanistas catalanes tratan de concertar una acción común inmediata en unas elecciones anticipadas. Mas y Junqueras se han reunido para ponerse de acuerdo al respecto. Estaban con representantes de las dos asociaciones más importantes de la sociedad civil en el proceso, la Assemblea Nacional Catalana y Ómnium Cultural. Ahí Podemos tiene poco que decir salvo presentarse a las anticipadas con su programa de aplazamiento. Y menos aun puede decir si, como resultado de las elecciones plebiscitarias, hay una declaración unilateral de independencia en sede parlamentaria (DUI). En efecto, ¿qué respuesta puede dar Podemos a una DUI? La directa es "no" y la indirecta "no toca".

Palinuro no es quién para decir a los soberanistas lo que tienen que hacer. Lo saben de sobra: ir a elecciones anticipadas cuanto antes y, muy decisivamente, antes de las municipales de mayo de 2015. Estas servirán como un oráculo para las de noviembre que son las que importa porque en ellas se dirime el gobierno. Pero el oráculo, los auspicios serán unos u otros según haya sido el resultado de las elecciones autonómicas catalanas. Quien hace elecciones lleva la iniciativa política e incrementa su legitimidad. Por eso los soberanistas catalanes saben que tienen un tiempo tasado para llegar a un acuerdo.

Un acuerdo que puede funcionar como un hecho democrático consumado de forma que los partidos españoles vayan a las elecciones municipales y autonómicas de mayo de 2015 con una DUI sobre la mesa. 

dijous, 18 de desembre del 2014

El reñidero de la izquierda.


En España hay tres fuerzas de izquierda mayoritarias con grandes diferencias cuantitativas. También las tienen cualitativas pues a veces se enzarzan sobre la cuestión de la autenticidad de sus respectivos izquierdismos. Además de ellas hay algunas otras de espacio territorial más reducido, las izquierdas nacionalistas o de menor relevancia electoral.

No es un panorama de desunión sino de fragmentación, casi atomización. Todo el mundo, por supuesto, está convencido de que la unidad es la única fórmula de imponerse electoralmente a la derecha y "unidad" y sus variantes es la palabra que más aparece en los discursos de esta fuerzas. Pero está claro que no le dan el mismo significado y no lo hacen porque sus circunstancias internas las tienen tan absorbidas que no pueden acomodarse en un entendimiento común ya que ni ellas mismas se entienden.

El PSOE se debate en procesos de renovación interna en los que nadie anda muy seguro. La sustitución del líder se ha hecho propulsada por un delicado equilibrio entre tradición rubalcabiana y modernidad pietrina, entre respetabilidad institucional y necesidad de salir a la calle con un discurso más de izquierda para atajar la sangría de votos por ese lado. Sánchez tiene que ungirse de legitimidad democrática en unas elecciones abiertas y no en unas primarias de más o menos chanchullos. Si no lo consigue tiene el reto de la señora Díaz, cuya legitimidad es tan flaca y enteca como la suya.

En IU el panorama es aterradoramente idéntico al de siempre: una bronca permanente en distintos ámbitos y niveles por asuntos tan enrevesados que cuesta creer los entiendan quienes por ellos se enfrentan tan agriamente. La sustitución del maduro Cayo Lara por el joven Garzón, presentada como una prometedora renovación, está empañada por luchas, amenazas, expulsiones que transmiten una imagen de lamentables enfrentamientos en una organización que, autocalificándose de "unida", es incapaz de presentarse como tal ante su electorado.

Podemos se encuentra en el sobresaltado periodo del primer vagido. Habiendo obtenido un resultado tan espectacular en mayo pasado, ha puesto el listón muy alto, incluso para sí mismo, tiene que encontrar el modo de revalidarlo y superarlo en el mayo que viene y no dispone de mucho tiempo. Sus vacilaciones, oscilaciones, ambigüedades y rectificaciones, sus cambios de actitud en la carrera a las municipales transmite una imagen de confusión que no es recomendable en campaña electoral. Y el permanente llamado a criterios asamblearios no contribuirá a reducirla.

En esta situación es probable que las tres fuerzas de la izquierda lleguen a mayo de 2015 desunidas y enfrentadas al grito de unidad. Y también lo es que el resultado sea decepcionante.

En realidad es preciso reconocer que esa unión no es nada fácil. Hay unas diferencias profundas que son además permanentemente aireadas por los medios de comunicación. Eso no sucede en la derecha. Esta tiene también enfrentamientos pero, no siendo por asuntos de principios sino de intereses, se mantienen siempre discretamente ocultos tras una muy eficaz fachada de unidad.

La exposición a los medios es un factor determinante en el predicamento de la izquierda. Pero tanto para bien como para mal. Eso depende de cómo se enfoque en cada caso. Por ejemplo, es evidente que el ascenso de Podemos tiene una clave explicativa (aunque no única, claro) en lo que sus críticos consideran con envidia mal disimulada su sobreexposición mediática, lo que reputan un privilegio inmerecido. Ahora bien, los medios son empresas, buscan  audiencia y Podemos la garantiza. Muy probablemente por su componente de innovación que resulta muy atractivo para un público cansado de un espectáculo político en el que los actores llevan decenios en el escenario y, además, no están dotados de cualidades o ingenio que cautive a los espectadores.

Así que los partidos de la  competencia han entendido el mensaje y han procedido a sendos procesos de renovación pero, para su decepción, no alcanzan el impacto que esperan. Descubren que no basta cambiar los rostros, que no innova quien quiere sino quien puede, que es preciso tocar intereses creados, rutinas, compromisos del pasado. A las izquierdas parlamentarias las ata su historia. De ahí que su discurso no pueda ser absolutamente innovador y deba buscar el citado equilibrio entre la institución y el movimiento. La marca es un activo; pero también un lastre. Adaptarla al servicio de una innovación que suscite adhesión y apoyo en un electorado invadido por el hastío y la desconfianza solo es posible articulando un discurso nuevo y convincente.
 
Y en eso el panorama no es halagüeño.






(La imagen es una foto de Wikimedia Commons, bajo licencia Creative Commons).



divendres, 12 de desembre del 2014

Catalanes: habla el Rey.


Hace unos días, en una reunión de alcaldes del PP en Barcelona, Rajoy anunció su propósito de aumentar la presencia del Estado en Cataluña. Preguntaba el quisquilloso Palinuro qué quería decir esto. Empieza a estar claro. Ayer, el Rey, el jefe de ese Estado, se desplazó a Barcelona, a recibir la medalla de oro de la patronal catalana, Foment del Treball Nacional, la organización empresarial más antigua de Europa, a la que la prensa nacional llama "Fomento del Trabajo", ignorando ese "nacional" que, viniendo de Cataluña, es sospechoso. Acudieron al acto 160 empresarios catalanes, otros peces gordos de la patronal y varios políticos, mayormente de CiU. Acompañaba al Rey, que habló en español y catalán, el ministro del Interior a fin, sin duda, de hacer presente el Estado en sus dos más visibles atributos, la majestad y el garrote, para que nadie se llame a engaño. Speak softly and carry a big stick recomendaba el primer Rossevelt, Theodore, el rough rider. Y ese sabio consejo rige aquí. Suaves palabras y un buen garrote en forma de Ley de Seguridad Ciudadana, más conocida como Ley Mordaza, recién aprobada en esa cámara de silencios y aplausos llamada Congreso de los diputados.

Por cuanto se ve, el nuevo Rey viene a ser una especie de mandado o chico de los recados del presidente del gobierno. Este se lo llevó a México, a ese pintoresco guateque de la Cumbre Iberoamericana en Veracruz en donde, como siempre, lo más noticioso son los países que no asisten. En esa cumbre y en una reunión de empresarios, el Rey recitó de coro el discurso triunfalista del gobierno: España está saliendo de la crisis, crece más que nadie, tira de Europa y es un sitio fantástico para invertir porque los costes laborales unitarios son muy razonables; vulgo: porque los salarios están por los suelos.

Superada con éxito la prueba, Felipe VI, el Estado, recibió el encargo de aparecer en Cataluña en todo su esplendor ante una escogida representación de los suyos. A decirles ¿qué? Otra vez el discurso del gobierno: estamos mejor juntos, Cataluña es grande cuando España es grande, la Constitución, marco de concordia fraternal y garantía del Estado de derecho que reconoce a morir la singularidad catalana, aunque a veces hayan podido cometerse errores puntuales, errar es humano, que serán corregidos sin duda con garantías de éxito. Apuntalaba la remozada doctrina nacional española el presidente de la patronal catalana, Joaquim Gay de Montellá, pidiendo diálogo, negociación y pacto. ¿A quién? ¿Al Rey? No. Al pobre Artur Mas que estaba allí junto a  un par de conmilitones, todos con las orejas gachas pensando que eso es exactamente lo que les piden a ellos los soberanistas catalanes que, por cierto, con eso de que suelen ser republicanos, no estaban allí a recibir la ducha de esencias patrias nacional-españolas.
 
Desde otro punto de la geografía hispana, Rajoy inauguraba la nueva campaña de comunicación de La Moncloa, ya enfilando el año electoral, o campaña de Propaganda 2.0. Lo hace con gran habilidad dialéctica y trémolos poéticos, como si hubieran cambiado a Arriola por Manuel José Quintana. No es que estemos saliendo de la crisis, no. Es que la crisis ya es historia. Los brotes verdes son ya gigantescs baobabs.  Y, como le han dicho que el juego de las macrocifras no engaña ni a las figuras del museo de cera, asegura que las familias detectan ya la mejora en sus nóminas, bolsillos, mesas y fiestas de cumpleaños. No basta con mentir de lejos; hay que mentir de cerca también. Hay que probar a la gente que ve lo que no ve y tiene lo que no tiene. Lo complementa ese inenarrable presidente de Madrid para quien el problema de los niños en su comunidad no es el hambre sino la obesidad. 
 
Por si acaso el personal se mosquea y piensa que la propaganda 2.0 es una tomadura de pelo, también habló a los catalanes el ocupante del sidecar del Rey, como catalán y ministro de la cachiporra, recordando a los empresarios que el gobierno tiene como interés primordial al progreso de Cataluña. Es un respiro porque este mismo ministro afirmaba hace días que una Cataluña independiente sería pasto de la delincuencia organizada y las mafias extranjeras, siendo obvio que es mucho mejor serlo de las nacionales. Cosa que no sucederá, gracias a la intercesión de varias Vírgenes que el ministro tiene condecoradas y a la aprobación ayer de la Ley Mordaza, una ley de seguridad ciudadana en el más recio espíritu de la Ley de Orden Público de la Dictadura.
 
Así se hace la patria, sin duda. Esta es la cara del Estado en Cataluña y, por cierto, en el resto de España. El Rey ha hablado y ha puesto en palabras los silencios de Rajoy.
 
Ahora le toca a Mas aclarar si se inclina por el acuerdo o pacto con el Estado o con el resto del soberanismo, singularmente Esquerra Republicana. La primera opción tropieza con el inconveniente de que es el propio Estado el que niega que haya terreno para el pacto. La segunda el de una posible subalternidad del nacionalismo burgués frente al republicano.
 
Por último: lo importante no es lo que se dijera en esa reunión de empresarios a repartirse premios. Lo importante es lo que hayan hablado después.

dilluns, 10 de febrer del 2014

¡Ay, la legalidad!

Mas lo repite sin cesar: la consulta se hará dentro de la legalidad. Y eso es lo que aprobó ayer la Conferencia de IU sobre el modelo de Estado por 47,2% de votos favorables frente a 52,8% de negativos y abstenciones. Claro. Mas es un dirigente de un partido burgués, de orden. IU es una organización de izquierda radical y su núcleo, el Partido Comunista, tiene una tradición revolucionaria que se ha manifestado de sopetón dejando a algunos dirigentes perplejos, pues no se lo esperaban. Ahí es donde IU tropieza con un problema de clarificación frente a la opinión pública que no gusta nada de encarar. ¿Somos o no somos legales?

Mas lo tiene facilísimo. Si no puede hacerse la consulta directamente por impedimentos legales se hará indirectamente a través de unas elecciones que llaman plebiscitarias, pero dentro de la legalidad.

Para la tradición revolucionaria, específicamente la comunista, eso de la legalidad tiene un valor relativo, meramente instrumental. Sí, casi el 50% ha votado a favor de la legalidad; pero más del 50% lo ha hecho en contra o se ha abstenido. ¿Quiere decir que vota a favor de la ilegalidad? Seguramente no. Pero lo deja en un limbo impreciso al asegurar que el derecho a decidir es previo y superior a la legalidad y que el apoyo que se le presta es superior a esta.

Por contra, la ponencia sobre el federalismo con inclusión del derecho a la secesión ha recibido un apoyo cerrado, superior al noventa por ciento. Por lo tanto, la discrepancia no está en la cosa en sí, pues se reconoce el derecho de secesión, ahora prudentemente llamado derecho a decidir. La discrepancia está en el método, el modo de ejercerlo. 

El problema es que la vía legal es clara, previsible (aunque pueda dar sorpresas) mientras que la vía a-legal es imprevisible, incierta y, probablemente, deba ir justificándose sobre la marcha. Y ahí está esta compleja cuestión que formularemos como cadena de preguntas: 

- ¿Qué vías indiferentes a la legalidad -si no claramente contrarias a ella- se proponen y cuál es su alcance? 

- Y, para proponerlas, ¿se ha de esperar a que se agoten las legales o puede empezarse ya?

- ¿Se admite que, para saber el grado de apoyo de las propuestas, sea preciso concurrir a las elecciones?

- ¿Y no habrá que hacerlo como parte específica e independiente en lugar de como sector perdedor en la votación de la Conferencia sobre el modelo de Estado?  

dijous, 6 de febrer del 2014

Sí, se puede, pero ¿qué?

El “sí se puede” ya no es un eslogan sino un credo, dice Vanesa Navarro en un interesante artículo en El diario de Huelva, titulado El compromiso insultante de Gallardón. Tiene razón en el fondo, aunque la palabra elegida, "credo", no sea la más afín a la tradición racionalista de la izquierda, que es el auditorio de la fórmula. Sigo objetando a esa costumbre de copiar las iniciativas políticas del extranjero, ese yes, we can de Obama, que responde a un contexto muy distinto.

En el fondo, cierto, el "se puede" es hoy expresión de uso común. De él ha surgido esa opción o plataforma Podemos que ha provocado un verdadero seísmo en la izquierda y tiene al auditorio perplejo con algunos asomos de envidia. Es audaz ese rechazo del impersonal se puede por el más personalizado podemos. La política requiere implicación personal y aquí la hay. Para algunos, demasiada. Ya se verá. Otra objeción frecuente apunta a su carácter mediático. No solo mediático, también digital, viralizada en las redes sociales. Viene siendo como el mecanismo de articulación de dos sectores que hasta ahora no se entendían, el de los partidos institucionalizados de la izquierda y el de los movimientos de autoorganización social tipo 15-M. Por eso su naturaleza es ambigua, no es un movimiento social espontáneo y tampoco un partido político; es un puente que participa de ambas naturalezas; justo lo que todos los análisis recomendaban al 15-M, algún tipo de vínculo institucional. Cualquier negociación que se establezca habrá de tener en cuenta este hecho.

No obstante, a Palinuro sigue sonándole el eco del término credo, pues apunta al fondo del problema: yo también puedo creer, ciertamente, que se puede. Pero depende de qué. Es el momento de exponer las propuestas que han de ser concretas y viables para saber si cabe realizarlas. Las cuestiones abstractas, el modo de producción, las formas de dominación, la hegemonía y la lucha ideológica, siendo muy importantes, deben dejar paso a las más específicas, las que hagan frente en términos prácticos a la involución que ha significado el gobierno de la derecha en los aspectos económicos, sociales, culturales y de derechos y libertades. 

Hay una tendencia de la izquierda a perderse en debates teóricos muchas veces incomprensibles para los votantes de quienes se depende para realizar ese poder que, de momento, es solo potencia. Y un paralelo desprecio por las cuestiones prácticas, cotidianas. Pongo un ejemplo: ¿no es sorprendente que en el caso de la Infanta Cristina únicamente se personara como acusación popular el sindicato Manos limpias? Solo hace unos días se ha incorporado asimismo el Frente Cívico. Somos mayoría de Julio Anguita. ¿En dónde estaban los partidos de la izquierda? Sin duda ocupándose de cuestiones teóricas o de problemas orgánicos.

La proximidad de las elecciones europeas ha puesto a todo el mundo a hacer elecciones primarias y hablar de la participación y la movilización. Suena a melodía familiar. Movilizarse y participar ¿para qué? El PSOE parece ensimismado en la preparación y relativo control de sus primarias. Pero eso no lo eximirá de su deber de presentar propuestas en este contexto del sí se puede unitario. Para qué pide el voto. Y, de paso, habrá de aclararse respecto a qué tipo de oposición pretende mantener. En la actual situación de deterioro de la vida pública, hablar de un gran pacto contra la corrupción con el partido del gobierno justo cuando arrecia el caso Gürtel/Bárcenas carece de sentido y afecta seriamente al crédito del PSOE.

IU sí sale con una batería de propuestas para una revolución democrática y social, presentada por Alberto Garzón, otro con un pie en los movimientos sociales, aunque en su caso sea mayor el peso institucional por ser diputado. No estoy muy seguro de la oportunidad del término revolución. No porque sea contrario por principio sino porque puede resultar contraproducente para los propósitos enunciados que tienen un grado de viabilidad muy dispar debido sobre todo a que se especifican las propuestas de gasto, pero apenas se mencionan las fuentes de financiación. Y ahí es donde el término revolución puede resultar ominoso. Por eso Palinuro sigue recomendando el de "regeneración"; casa igual con "democrática y social" pero responde a una necesidad ampliamente sentida, como demuestran los barómetros. Se trata de sumar voluntades, no de recurrir a la frase revolucionaria.

La prueba de que el espíritu regeneracionista está muy extendido es que el propio Garzón o IU singulariza y subraya unas medidas de Control efectivo del representante por parte del representado, es decir, de regeneración de la vida pública. El país no puede seguir soportando a unos diputados que ponen a escurrir a los jueces cuando sentencian en contra de sus deseos y que tienen el privilegio de fijar sus propios salarios, ni unos alcaldes que se saltan la ley cuando les place y también se autoasignan retribuciones fastuosas, ni unos presidentes de diputaciones que funcionan como agencias de colocación de su extensa clientela, ni unos presidentes de autonomías que despilfarran los recursos públicos hasta arruinarlas.  La regeneración de la vida pública puede y debe hacerse.

dimecres, 5 de febrer del 2014

...y la izquierda, en la inopia.

Magnífico ese acto, ese coloquio en el Ateneo sobre la unidad de la izquierda montado por Público. Va en la línea del postulado de Palinuro: es absurdo hablar de la unidad de la izquierda sin el PSOE. Por eso, muy bien que entre los intervinientes haya dos socialistas. Y muy bien los demás. A ver si se entienden. Sigo pensando que hay mucho narcisismo en juego y no me resigno a aceptarlo como una peregrina peculiaridad de la izquierda. Pero lo hay y es lamentable.

Por cierto vaya follón le han montado los guardianes del dogma a Pablo Iglesias por una nadería. Quien tiene boca se equivoca, sobre todo si habla mucho, como es su caso. No es ni para mencionarlo. Además, cuando un hombre es capaz de movilizar a tanta gente, de ganarse su adhesión sin duda por motivos muy nobles, gente que podía estar desganada, desmotivada, merece un respeto.

Aplaudo el convivio de mañana, jueves, que los asistentes dedicarán, sin duda, a la memoria de Carlos París. Pero huelo chamusquina. En primer lugar, la ausencia de IU es un patinazo. Cuando hasta el Partido X entra en tratos unitarios con Podemos, los de la izquierda transformadora se hacen no sé si los puros o los estrechos. Y eso con Garzón diciendo a quien quiere oírle que IU y Podemos se entenderán. No lo sé. De momento produce pobre impresión que Garzón, ni Llamazares tengan arrestos para presentarse en el coloquio, aunque no sea descartable que lo hagan. La fe es lo último que se pierde.

El segundo olor a chamusquina viene del PSOE. No sé cómo explicarán sus dos representantes esa enésima abyección de su partido de pedir al PP un gran pacto contra la corrupción. Al PP. La manía de Rubalcaba con los pactos de Estado es una especie de enajenación, como la que empuja a Rajoy a no pronunciar el nombre de Bárcenas. Debe de ser una enfermedad profesional de la política. Sin duda el PSOE tiene sus más y sus menos en asuntos de corrupción pero pedir un gran pacto (¿ustedes no desconfían siempre que oyen eso de gran?) contra ella al partido probablemente más corrupto de la historia de España raya en el delirio. Lo ven hasta quienes lo proponen y por eso precisan que el pacto no será con el gobierno, sino en el parlamento, que también es el gobierno.

"Pero no importa" -Argumentan los socialistas. "Es cosa de comunicación. Se trata de probar que no somos como ellos, que tenemos visión de Estado".

La misma que Mr. Magoo. Si la unión de la izquierda puede hacerse en el tiempo que queda hasta las elecciones de mayo solo podrá ser sobre un programa mínimo común (pmc) cuyo eje es la regeneración ética y política y no los debates sobre la conciencia de clase del proletariado. Quien está en tratos con el principal corrupto del país, muy probablemente para erigir otro artificio legal a fin de ocultar la corrupción, la innmoralidad, no podrá firmar ese pmc. Un programa (sin perjuicio de los que cada cual tenga además por su parte) capaz de conseguir el apoyo de la inmensa mayoría de la población, de ese 99% del que tantos hablan. Sencillo, claro, de mínimos, en cinco puntos:

Primero: regeneración de la vida pública. Eliminación de todos los privilegios de todos los políticos, incluidos los salariales.

Segundo: transparencia de la gestión pública. Publicación en tiempo real en internet de todas las transacciones económicas de las administraciones.

Tercero: reforma constitucional (o proceso constituyente) que, entre otros asuntos (financiación de partidos, ley electoral) atienda a dos singularmente:

Cuarto: reforma a fondo de la organización territorial del Estado y de las relaciones entre las iglesias y los poderes públicos.

Quinto: referéndum sobre la forma política del Estado. 

España ya no es una joven democracia. Está por ver si es democracia en sentido estricto, pero no es joven. Tiene la experiencia suficiente para acometer una revisión profunda del sistema político en su conjunto sin mayores tribulaciones. Por lo demás, llegar a este pmc antes de las elecciones de mayo tiene su importancia porque permite comprobar su eficacia en el electorado en una votación que no va encaminada a aplicarlo de inmediato, pero sí a defenderlo en el Parlamento europeo. Y aquí, a  tenerlo ya ensayado para las elecciones de 2015.

dijous, 30 de gener del 2014

La unidad o suspiros de la izquierda.

La democracia se mueve a base de elecciones, está en permanente campaña electoral. El año 2012, primero de la actual legislatura del PP, vio cuatro elecciones en cuatro comunidades especialmente relevantes: Andalucía, Cataluña, Galicia y el País Vasco. 2013 fue insólitamente átono en lo electoral pero 2014 trae las europeas y 2015 autonómicas, municipales y generales. Como estamos ya en campaña electoral, cabe decir que, para ciertos asuntos, la legislatura se ha terminado. Los movimientos en los partidos y en los medios así lo indican. Todo el mundo preparando las europeas y, pasadas estas, las siguientes.

La izquierda también. El PSOE está volcado pero solo a medias. Tiene pendiente su problema catalán y las primarias. Sigue siendo el partido con mayor intención de voto, diez puntos por delante de IU, la fuerza siguiente. De las otras posibles opciones de la izquierda solo hay conjeturas, pero no datos, al menos a escala estatal. Hablar de unidad de la izquierda e ignorar al PSOE no es una actitud tácticamente muy avispada, aunque se justifique por fidelidad a los principios si se consigue averiguar cuáles sean estos. El PSOE es una izquierda socialdemócrata de corte europeo. Como el SPD alemán, que forma coalición con la derecha en su país. ¿Lo veis? ¿Qué izquierda ni izquierda? Son lo mismo. Sí y no. La decisión del gobierno alemán de rebajar la edad de jubilación a los 63 años es un resultado concreto, práctico, beneficioso para los trabajadores, una transformación real, o sea, de izquierda. ¿O no? Es, además, una medida de extraordinario calado que deja a los demás europeos que han prolongado la edad de retiro con la retambufa a la intemperie. Lo menos que puede hacer Rajoy es telefonear a Merkel y preguntarle si ese beneficio es solo para los alemanes, por ser un Herrenvolk, o vale también para las tribus de la periferia.

Esté como esté, la UE es muy importante. Es de esperar que el PSOE haga una campaña hablando de Europa, para variar. Aunque muchos analistas tienen las elecciones europeas por una especie de romería de pueblo, la gente sabe que las decisiones importantes para nosotros se toman en Bruselas. Los sondeos delatan una falta de confianza e interés en Europa; pero puede deberse a la ausencia total de pedagogia de los partidos al respecto. Existe un Partido Socialista Europeo y el PSOE debe hacerlo valer y formular propuestas programáticas socialistas en el marco de la Unión, que para algo está.

IU y el resto de opciones de izquierda siguen presentando un panorama poco alentador. Es cierto que hay mucho debate, efervescencia y movimiento. Pero es muy fragmentario. Los intelectuales, más abundantes y visibles que en la derecha, tienen un discurso coincidente, casi un coro, en pro de la unidad con todo tipo de argumentos. Pero no es infrecuente que estén adscritos a opciones, plataformas, foros o grupos muy distintos, en complejas relaciones entre sí. Y a veces dan la impresión de que los obstáculos a la unidad anhelada son cuestiones personalistas. Por lo demás, nada desdeñables. Esta izquierda tiene una intención de voto moderada y las expectativas de cantidad de escaños son reducidas. Es muy difícil acomodar a tanto solicitante. 

Palinuro es tozudo. Lo ideal sería un programa mínimo común de la izquierda. Eso que la derecha pretende demonizar de inmediato llamándolo Frente Popular, en donde lo demoníaco debe ser lo de "frente" porque el partido de la derecha se llama "popular". ¿No suscribiría toda la izquierda (y hasta una parte del centro y el centro derecha) una rebaja de la edad de jubilación a la alemana? Y, como esa, perfectamente factible, cuatro o cinco más: salario mínimo a un nivel digno, garantía de servicios públicos de sanidad y educación, protección a los derechos de las mujeres, políticas activas de empleo y lucha contra el paro, especialmente el juvenil,  y blindaje de las pensiones. 

Ese es un programa de mínimos que la izquierda toda podría suscribir con independencia de quién vaya en las listas. Al margen de ello, que cada cual pida después lo que quiera. Esto es lo mínimo pero, como están las cosas, parece un máximo.

(La imagen es una foto de Izquierda Unida, con licencia Creative Commons).

divendres, 24 de gener del 2014

Mentiras, saqueo y la unidad de la Patria.

Continúa la izquierda discutiendo acaloradamente entre sus múltiples corralillos de qué forma crea un solo, poderoso y unitario frente, capaz de parar la ofensiva neoliberal y recuperar los derechos y las conquistas conseguidos en cien años de luchas y perdidos en dos. Y cuanto más discute, más se fragmenta al grito de ¡unidad!. La mediática irrupción de Podemos, en un baile en el que ya estaban el PSOE, IU, Equo, Izquierda abierta y las candidaturas de las izquierdas independentistas, ha desatado un vendaval de opiniones que, como suele pasar con esta opción política, mezclan asuntos doctrinales con consideraciones prácticas. Llegaremos al momento de la votación con varias candidaturas a la gresca, acusándose mutuamente de no querer la unidad. Y llegaremos nutridos. 

Ayer mismo se especulaba con la posible candidatura del juez Elpidio Silva , al frente de un hipotético movimiento contra la corrupción, parece que apoyada por Democracia Real Ya. Supongo que la idea es la repetición de un Mani Pulite, a la española. Nada de partidos políticos. Este recién llegado al mosaico de la izquierda ayudará poco a la anhelada unidad. Su eje es el personalismo de su símbolo. Lo mismo que en las demás formaciones de la izquierda. Es injusto reducir Podemos a la figura de Iglesias porque eso sucede con los demás. Equo es López de Uralde como Izquierda Abierta es Llamazares e IU Cayo Lara y el PSOE Rubalcaba. Es la personalización de la política, una de las facetas de la sociedad mediática muy americanizada. Otra cosa es que las distintas personas tengan mayor o menor gancho o tirón electoral. Pero como de esto no se habla, los debates de la izquierda sobre la unidad de acción versan sobre cuestiones más abstractas, la movilización, la conciencia, la participación, la hegemonía, el neoliberalismo.

Frente a esta estrategia casi celestial, el gobierno de un partido que ha estado financiándose de modo presuntamente ilegal durante veinte años, presidido por el principal sospechoso de haberla tolerado e incluso de haberse beneficiado de ella, se prepara para coronar su obra de devaluación interna del país (otros lo llaman saqueo y expolio) en los dos años que le restan. Y para acompañar esta tarea con una involución ideológica y en el ámbito de los derechos y libertades.

Es ahora o nunca, compas. El que no se haya hecho rico a base de sobresueldos, comisiones, mordidas, malversaciones, adjudicaciones ilegales o simple mangoneo, tiene aun dos años para intentarlo. Las condiciones no pueden ser mejores: el gobierno, firme; la oposición, en Babia; el Parlamento, silencioso; el poder judicial, acosado; los medios, con una sola voz. Y si, por desgracia, nos pillan, hay seguridad de indulto. La crónica del Reino de España es la crónica penal, desde el borde mismo de la Corona al último alcalde pedáneo.

Una crónica en la cual el gobierno no se atiene a la realidad sino que la crea. Los datos del paro lo demuestran claramente, como los del crecimiento del PIB u otras magnitudes económicas. La mentira es la forma habitual de comunicación de la autoridad. Los hechos, sin embargo, pulverizan las mentiras: el paro ha aumentado en 600.000 personas (sin duda muchas más) con el gobierno de Rajoy y este no ha arreglado la economía en dos años, sino que la ha empeorado. Pero nadie se inmuta. El señor Floriano dice que España se recupera sin que el gobierno haya tocado la sanidad ni la educación. Esta insólita desfachatez viene de la ayuda celestial, gracias a la intercesión de  la Virgen del Rocio y, desde ayer, Santa Teresa de Jesús, reciente fichaje de la Marca España.

En tales circunstancias, pedir a la izquierda que abandone sus personalismos e intereses creados y confluya en un único frente para ganar las elecciones, estas y, sobre todo, las siguientes, es pedir lo mínimo y saber de antemano que es como si se pìdiera lo máximo pues la izquierda no se unirá. 

Y, sin embargo, es un momento crítico porque el conflicto catalán plantea una situación extremadamente delicada. Si la izquierda es incapaz de formular un proyecto de España que pueda llevar a una solución de entendimiento en la que los catalanes se sientan a gusto voluntariamente, tendrá que apoyar el que esgrima la derecha. Y el proyecto de la derecha sí que está claro: unidad, recentralización y españolización. Justo la fórmula para enconar el conflicto. 

O la izquierda se une en torno a un programa mínimo común que incluya una propuesta de reforma de la planta territorial de España que vaya a someterse a consulta de la ciudadanía o la unen marcando el paso tras la unidad de la Patria, impuesta a machamartillo por una parte de ella. La de siempre.

dilluns, 20 de gener del 2014

Los discursos de la izquierda.

En la entrada de ayer, titulada seísmo en la izquierda decía que, en caso de darse un diálogo sobre la unidad de esta, habría de ser sobre propuestas concretas. Eso es lo interesante y aplazaba a hoy una consideración de los discursos. Porque el impacto, la agitación, la efervescencia de declaraciones, contradeclaraciones, etc son evidentes: presentación de Podemos, debate sobre primarias en IU; también Equo está en proceso de este tipo de elecciones, que presenta como ejemplar y hasta el portaaviones del PSOE se agita con zafarrancho de primarias. Nadie para quieto, todo se mueve, los medios no dan abasto, los tertulianos necesitarían otra boca suplementaria.

Lo que no está claro es que ese frenesí, ese bullir material, esa agitación que se presenta ya como una forma nueva de hacer política, responda a un plan, una idea, un proyecto específico que tenga detrás un discurso. En la izquierda hay sectores leninistas. Al menos aparece el nombre del revolucionario bolchevique de vez en cuando en sus manifestaciones. Y era Lenin quien en su ¿Qué hacer? dejó dicho que sin teoría revolucionaria no puede haber movimiento revolucionario. Olvídemosnos del dichoso adjetivo. Muy poca gente propugna hoy una revolución. El substantivo ha desaparecido del discurso político habitual, excepto sectores marginales. Queda la cuestión de la teoría. Y queda la pregunta: ¿hay teoría? ¿Hay teoría para ese movimiento que no se puede llamar revolucionario, aunque ganas no faltan? ¿Hay teoría o hay retórica?

Las diferentes fuerzas de la izquierda tienen sus discursos también de naturaleza y consistencia diferentes. Equo posee una teoría clara, definida pero especializada, lo cual redunda en perjuicio de sus expectativas. Pedir el voto para unas medidas específicas equivale a reducir su valor pues el votante se manifiesta en una multiplicidad de frentes, no solo el ecológico. Para resolverlo, la organización se ve obligada a pronunciarse en una variedad de asuntos coincidentemente con otros partidos de la izquierda lo que abre la cuestión de por qué no se suma a alguno. Equo no augura mucho espíritu unitario por razón de supervivencia.

Podemos acaba de irrumpir como la cabalgata de las Valkirias, despertando asombro. Ya están escribiéndose tratados sobre el liderazgo mediático, el carisma digital, la fuerza de las redes. Pocas veces se ha visto tan claro cómo una multitud (50.000 son multitud), dispersa, anónima, de pronto, adquiere un rostro. Seguro que también están desempolvándose viejos debates sobre la relación entre la masa y el individuo. Podemos, dicen los críticos, es un fenómeno mediático. Sí, claro; en una época mediática. Bien, la presentación de Podemos ha sido una representación, sin duda; un espectáculo, una escenificación cuidadosamente preparada. Perfectamente razonable. Lo que corresponde ahora es conocer el texto. La frase, los gestos, la iconografía son un hallazgo. Pero el discurso suena retórico, ambiguo, impreciso. "Otra forma de hacer política", dicen, en clara reminiscencia del alterglobalizador "otro mundo es posible". De acuerdo, ¿cuál mundo? ¿cuál política? Los viejos partidos ya no sirven. Hay que buscar nuevas formas de acción. Perfecto. ¿Cuáles?

En IU el discurso es algo más abundante, pero no está mejor organizado ni es muy coherente. Lo cual es lógico. El alma de IU es el Partido Comunista y, desde la caída de la Unión Soviética el comunismo arrastra un déficit de legitimidad tan profundo que no puede articular teoría alguna. La crítica al capitalismo y su manifestación visible en el mercado ya no se acompaña con propuestas alternativas acerca de con qué substituir a aquellos. Nadie propone, al menos claramente, la socialización de los medios de producción, la abolición del mercado y su substitución por un sistema de planificación centralizada. En esas condiciones es muy difícil elaborar una teoría crítica de la socialdemocracia tradicional porque no tiene en dónde apoyarse. Es un discurso débil y confuso que no fía tanto en la elaboración de propuestas propias como en la táctica de apoderarse de las de la socialdemocracia clásica empujando a la socialdemocracia real, al menos retóricamente, al campo de la derecha.

En el PSOE, la situación es grave, casi terminal. En las turbulencias de la crisis (y en parte movido por su amarga derrota de nov. de 2011) ha optado por convertirse en partido de orden, de Estado, incluso dinástico. La teoría se encargó a la intelligentzia del partido en aquella Conferencia Política que parió un ratoncillo asustado, pero monárquico y muy español. No importa; de lo que se trata es de recuperar el apoyo electoral. La teoría puede esperar. La apuesta por el orden puede hoy parecer ajena al espíritu del tiempo y, aunque repela a los votantes radicales, atraerá al abundoso centro-izquierda. Y, como todas las apuestas, se revelará al final. No es previsible que en España suceda como en Italia y Grecia; pero tampoco es imposible. Por ello mismo y porque, por muy pragmático que se haya hecho el PSOE, tiene una vocación de izquierda que en algún sitio habrá de demostrar debe proponer ese diálogo de una unidad de la izquierda basada en un programa mínimo común.

Un programa mínino común de la izquierda sería la mejor base para un gobierno con una triple tarea: a) derogar toda la legislación de la derecha, contraria a los intereses, los derechos y las libertades de la mayoría de la gente; b) convocar un proceso de reforma constitucional con participación de todos y sin condiciones previas; c) adoptar mientras tanto medidas de ampliación y consolidación de la democracia en España de carácter progresista y redistributivo.

dijous, 26 de desembre del 2013

¿Qué pasa en el PSOE?

Doña Trinidad Jiménez, en nombre del PSOE, ha calificado el discurso del Rey de comprometido, cercano y realista así como trascendente y profundo. ¿Quizá no hemos escuchado el mismo discurso? En la entrada de ayer, Cómo engañar a la tropa, Palinuro se hacía cruces de los juicios que esa alocución  del Rey/Rajoy merecía a algunos comentaristas habituales. Ahora toca a los partidos de la oposición, aparentemente también afectados por el síndrome del cortesano agradecido. No todos, bien es verdad. Cayo Lara, hombre llano, concluye que el Rey vive en una burbuja, ajeno a la dura realidad. Se acerca más a la diana, pero no da en el blanco. El Rey vive en una burbuja en todo cuanto afecte a la dura realidad de la ciudadanía; pero vive en la dura realidad que le afecta a él o a su familia. Y la vive muy de cerca, pendiente de  ella. Él es, él mismo, la dura realidad.

La dura realidad es que en España no todos somos iguales ante la ley, dijera él lo que dijera en el discurso del año pasado. El fiscal anticorrupción se opone a la imputación de la infanta y acusa al juez de instrucción de querer imputarla "por ser quien es" que, como argumento jurídico, es insólito. Es imposible evitar la convicción generalizada de que la ley no es igual para todos. Y esa es la dura realidad que el Rey representa ya por el hecho de ser Rey cuando la propia ley se rinde ante él. No ignora el Rey la dura realidad. Al contrario, la representa.

El ministerio fiscal parece actuar como defensor de los gobernantes por principio. Se opone a que Matas entre en la cárcel mientras se tramita su indulto; se opone a la investigación de los correos de Blesa, pero apoya la de quien los filtra; se opone a la imputación de la esposa de Ignacio González en el turbio asunto del ático marbellí; se opone a todo lo que moleste al gobierno o a sus afines. Todo eso es la pedrea de la dura realidad de los ciudadanos y, a partir de ahí, el pedrisco: la impunidad de los estafadores, la corrupcion de innumerables gobernantes, los negocios de otros tantos, los saqueos de los dineros públicos, los tráficos de influencias más escandalosos, el paro inaguantable, la precariedad, la explotación, los recortes de servicios e ingresos, el empobrecimiento, los desahucios, la privación de derechos, la represión.

La valoración de Jiménez produce pasmo y algo de sonrojo. No diremos que el PSOE podría recordar que el último régimen legítimo en España, abolido por la fuerza de las armas, fue la República. Pero de ahí a encontrar trascendente el insulso recitado del programa del gobierno que hizo el monarca media un abismo. No se puede ser tan cortesano y tiralevitas. Salvo que, en el fondo, el halago no vaya dirigido al Rey sino, precisamente, al gobierno.

El PSOE no ignora que en ningún caso, jamás, podría el monarca decir algo como jefe del Estado que contradijera en lo más mínimo a los gobernantes. Y no porque ello sea metafísicamente imposible sino porque este gobierno en concreto  no lo permitiría. Si el PSOE ignora esto resultará ser más inepto de lo que parece. Sin embargo tiene abundantes pruebas -como las tenemos los ciudadanos- de que el gobierno ha transgredido todos los límites de lo que, para entendernos, llamaremos convenciones democráticas, muchas de ellas no escritas, pero seguidas inmemorialmente por las democracias más consolidadas, empezando por el respeto a la división de poderes.

El gobierno ha entrado a saco no ya en los muy problemáticos consensos de la transición, sino en territorios más evidentes y concretos relativos a la rendición de cuentas de los gobernantes, el respeto al principio de legalidad, la autonomía de los otros poderes, los derechos de los ciudadanos. Es decir, se ha instalado en lo que los liberales clásicos (los de verdad) llamaban la tiranía de la mayoría. Ciertamente, a la vista de barómetros y sondeos, esa mayoría ha desaparecido y la intención de voto del partido del gobierno es escasa. Pero eso es irrelevante. Fue mayoría y a ello se agarra. Sin embargo la mayoría también tiene límites y el gobierno ha demostrado no respetarlos. ¿Y cree el PSOE que va a respetar la hipotética autonomía del jefe del Estado? Eso es imposible. Por tanto, los ditirambos de Jiménez van dirigidos, en el fondo, al gobierno, el autor del discurso. ¿Con qué intención? Hagan apuestas.

La clave del misterio está en Cataluña. La rebelión catalana tiene al nacionalismo español de los nervios porque no le encuentra solución. Por eso trata de reconstruir a toda prisa la figura de una instancia superior, indiscutible, una egregia magistratura por encima de las luchas faccionales y echa mano de la Corona que lleva una larga temporada en una pendiente de descrédito sin paliativos. Un descrédito que no mejorará si sigue actuando como la voz de su amo. La palabra mas frecuente en el discurso fue unidad y sus derivados, unión, unidos, etc. El hilo de Ariadna con el que el nacionalismo español aspira a salir del laberinto en el que él mismo se ha metido. Es una táctica errónea y, probablemente, suicida. Si el PSOE vincula su destino al de la Monarquía, lo seguirá. Y no está claro cuál sea. Y no lo está por la cuestión catalana, frente a la cual ninguno de los dos partidos dinásticos tiene nada nuevo o viable que proponer.

El respeto a las reglas del juego es incuestionable, aseguró el Rey (iba a escribir el Roy). Son, sin embargo, las reglas del juego las que se cuestionan. Se adoptaron -con más o menos legitimidad para hacerlo- en un momento dado y el único argumento que se esgrime para instar a su mantenimiento, presente en el discurso regio, es que "han dado buen resultado".

 A la vista está. 

dimecres, 25 de desembre del 2013

Cómo engañar a la tropa.

Tan esperados como el discurso Nochebuena  eran los comentarios de habituales opinantes en los medios. Madre mía. No hablo de los del batallón de húsares del Rey pues esos, ya se sabe, levitan con su palabra. Entre los demás, satisfacción generalizada. Mejor o peor, un monarca en su sitio, realista (en el sentido filosófico, no del blasón), centrado, oportuno, moderado, con sus toques de atrevimiento. Alguno incluso lleva su fascinación al extremo de hablar de una giro a la izquierda. Eso es fe. Fe de Jingle bells. Majestad, os los habéis metido a todos en el bolsillo.

¿A todos? Bueno, no a todos. Siempre hay por ahí algún descreído, escéptico y hasta cínico contumaz que critica acerbamente las manifestaciones reales. Tomo como ejemplo ese cascarrabias de Arturo González quien pone al Rey, con razón, de chupa de dómine por haber pronunciado un discurso que califica de inútil. Inútil para González y para Palinuro y para más gente aunque, según se ve, no tanta, pues muchos parecen haber encontrado en él solaz y consuelo. Pero no inútil para el gobierno.

Lo primero, lo más evidente, lo palmario de este discurso es que el Rey no ha dicho ni dejado de decir nada que no diga o deje de decir Rajoy. Es un discurso de Rajoy punto por punto y coma por coma. Del Rey no hay ni las buenas noches. Hasta el lema preferido del presidente, España es una gran nación, salió a la palestra. Verdad, Juan Carlos se lo atribuyó a su hijo. Estaría bueno que citara a Rajoy como fuente. El Príncipe de Asturias también lo va soltando por ahí por órdenes estrictas del gobierno. Padre e hijo son presas de un presidente que, como Napoleón en Bayona, les dicta lo que tienen que decir y hacer, sin permitir ni tanto así de autonomía. Y esta es la realidad del discurso borbónico: una pieza censurada al milímetro por el gobierno. Puede que esta derecha no gobierne; puede, incluso que esté cometiendo todo género de irregularidades; pero lo que tiene muy clara es la necesidad de la propaganda, de controlar los mensajes que llegan a la ciudadanía, adoctrinar en todas direcciones. La expresión tampoco es de Rajoy, sino que la tomó del título de un libro de Mayor Oreja. ¿Está claro? La fuente de inspiración última, el soplo de la musa del soberano viene de Mayor Oreja.

El Rey se ha mostrado modesto. Ciertamente. No está el horno para bollos, con una monarquía desprestigiada, en manos de unos medios de comunicación públicos y privados que el gobierno controla y pueden llegar a ponerse muy desagradables si les da por meterse con la Corona. En cualquier momento un juececillo de tres al cuarto le imputa a la hija. Y él, además, no puede ni tenerse en pie. No es para salir sonriendo. Es una modestia impuesta por las circunstancias. En ese estilo un poco délfico, el buen hombre asume someterse a las pautas de ejemplaridad y transparencia que hoy reclama la sociedad, como si no las hubiera reclamado ayer y siempre. "A partir de ahora seré transparente". Cosa tampoco cierta, pues sigue sin saberse el monto real de su fortuna.

Con todo, es la única referencia a la corrupción (palabra no pronunciada) que aparece personalizada. Es trago amargo a estilo Bayona. Hay otra alusión a la "falta de ética" o algo así, achacándosela a toda la sociedad y evitando escrupulosamente cualquier asociación de ideas por remota que sea entre esa falta de ética y el gobierno. Si acaso, la vida pública y los dirigentes. Lógico. Aquel, como sabe todo el mundo, está elaborando fórmulas para purificar la cosa pública, castigar los desmanes y hacerlo todo transparente. No va a dejar que el Rey se vaya de la lengua.

¿Y qué me dicen de esa afirmación como al desgaire de que España se observan indicios de recuperación que se están empezando a ver? Eso es Rajoy en estado puro. Igual que la referencia a la reducción del paro como única forma de salir de la crisis, algo que el presidente repite sin cesar. Por no hablar de ese tributo o saludo o recuerdo entrañable del monarca a los emprendedores y trabajadores autónomos, dos entes de razón de la derecha con los que espera reabsorber el desempleo al igual que aspira a la colaboración de la Virgen del Rocío en tan titánica tarea. Nada que no diga Rajoy. Este también se lamenta por la suerte de los más golpeados por la crisis y dice sentirlo mucho. Pero asegura al tiempo que, si perseveramos y estamos unidos, saldremos de esta, pues de otras peores hemos salido. ¿Quién habla, el Rey o Rajoy?

Hay un párrafo real casi insultante: Gracias, en definitiva, al conjunto de los ciudadanos por vuestro ejemplo de responsabilidad y de civismo en tiempos ciertamente diifíciles. Traduzco: gracias por ser dóciles y aguantar carros y carretas. Aquí Rajoy es menos iluso. Aunque también da las más efusivas gracias al pueblo español por su mansedumbre, como no se fía, tiene preparada una Ley Mordaza y dispone de una policía pertrechada hasta los dientes para machacar toda protesta y a la que paga suculentos suplementos de "productividad", supongo, por apalear ciudadanos.

Y, por supuesto, la monserga de la unidad, verdadera obsesión del discurso. Unidad para salir de la crisis, para regenerar éticamente la vida pública y unidad para preservar nuestra diversidad que tan ricos nos hace. Unidad para hacer frente a quienes, malvados, hablan de la decadencia de nuestra sociedad y de nuestras instituciones que, como puede verse mirando la que él encarna, gozan de envidiable salud. Unidad de los espíritus (pues nunca se habla de territorios ni pueblos ni, por supuesto, se nombra ningún otro gentilicio que el de "españoles") que se reconocen respetuosamente como diferentes, pero unidos. Unidad a la sombra del respeto a las reglas del juego aprobadas por todos, coronado con un concluyente Esta es una verdad incuestionable que debemos tener muy en cuenta. ¿Esta entendido o tiene que salir Rajoy a explicarlo? In-cues-tio-na-ble.

Lo único taxativo es que el Rey no abdica. En esto coinciden la voz y el mando. El Rey no quiere abdicar pues, ¿a dónde irá que más valga? Rajoy no quiere al rey abdicado porque prefiere lo malo conocido a lo bueno, etc. Comunidad de intereses y colorín colorado.

Hay quienes ven señales para el optimismo en este discursillo del Rey y no una prueba más del estrecho, asfixiante, control que el gobierno de la derecha ejerce sobre todas las instituciones, empezando por la más alta magistratura del Estado. Deben de ser los mismos a quienes Gallardón y Wert se la pegaban haciéndose pasar por derecha civilizada. Unos linces.

(La imagen es una foto de La Moncloa aquí reproducida según su ”aviso legal”).