divendres, 3 de juny del 2016

¿Quién manda en Unidos Podemos?

Julio Anguita.

Parece mentira, pero es verdad. Mucho 15M, mucho asaltar los cielos, mucha nueva política, vieja casta, círculos, asambleas, transversalidad, para que, al final, venga este buen hombre, pecio de todos los fracasos, a impartir las órdenes. Fracasó con el Partido Comunista de España; fracasó con Izquierda Unida y solo tuvo éxito con la pinza de los años noventa, con lo que España disfrutó de ocho años indecibles de la derecha de Aznar que, gracias a esa alianza negada por los comunistas, pudo nombrar a Blesa presidente de Caja Madrid y, así arruinar el país.

Parece mentira, pero es verdad. Durante los primeros tiempos de Podemos, sus dirigentes rechazaban toda idea de unidad con los comunistas de IU a los que, con arrogancia fuera de lugar, llamaban "amargados", "pitufos gruñones" y lindezas semejantes porque los consideraban, con razón, unos fracasados. Tanto era así que muchos militantes de IU, seguramente los más ambiciosos o menos escrupulosos, se cambiaron de barco. (Por cierto, habrá que ver cómo se toman estos ahora la llegada de sus viejos colegas pitufos gruñones en este arco iris de la verdad y la novedad en marcha). Se abrigó la esperanza de que en Podemos hubiera la capacidad intelectual y el vigor teórico para articular una nueva izquierda incontaminada del anquilosado comunismo revanchista y la aburguesada socialdemocracia.

Esperanza defraudada. Bastaron unos resultados electorales mediocres el 20 de diciembre del año pasado  y unos sondeos que pronosticaban descenso de Podemos para que la organización corriera a ponerse a la órdenes de Anguita merced a las zalemas de Garzón. De nueva elaboración teórica aquí no hay más que unas nebulosas quimeras populistas sin fuelle. Ahora ya la duda se reduce a saber si de verdad pretendieron hacer algo nuevo y no pudieron o, en el fondo, sabían que estaban mintiendo y engañando desde el principio a la gente que esperaba esa innovación.

En realidad, esta izquierda solo tiene de nueva el hecho de que así la califica porque le da la gana y sin ninguna base de apoyo el señor Anguita. El mismo señor que los técnicos de imagen de Podemos quisieran mantener oculto pero a quien su enorme ego e infinita vanidad impiden quedarse en segunda fila e impulsan a la primera para que todo el mundo se entere de quién vuelve a mandar aquí. Porque basta con que Anguita formule un deseo, como que esta izquierda tenga mayor unidad tras el 26 de junio para que sus doctrinos en Unidos Podemos, Garzón e Iglesias, que cada vez se parecen más a Tweedledum y Tweedledee obedezcan al pie de la letra, hablando de una alianza estable para después de las elecciones.

A Anguita no le ha movido nunca otra cosa que un odio profundo al PSOE, el único partido de izquierda que ha gobernado en España en esta tercera restauración borbónica. Habrá gobernado bien, regular, mal o rematadamente mal, eso va en juicios de cada cual. Pero ha gobernado, cosa que no han hecho los comunistas de Anguita jamás, con lo cual pueden (y, de hecho, es lo que hacen) afirmar que ellos son "la verdadera" izquierda, la izquierda "transformadora", con tanto crédito como si dicen que son querubines con el alma transparente.

El único objetivo del verdadero estratega de Unidos Podemos es que no haya unidad de la izquierda. Consiguió cargarse el posible gobierno de coalición hace un par de meses y ahora mantiene la guardia para que no flaquee el propósito del sorpasso, de ganar al PSOE con el falaz argumento de que solo ganándole será posible una coalición; algo rotundamente falso. El único objetivo es liquidar al PSOE, es la revancha para este hombre que vive anclado en el pasado. Basta con escuchar sus obsesiones en esta entrevista, en donde sigue diciendo que el Partido Comunista debe continuar funcionando como motor de esta fábula porque los comunistas son los mejores. Quede claro. Es el único objetivo que tiene. No tiene programa (lo de "programa, programa, programa", bien claro está hoy, era un cuento); no tiene experiencia de gobierno; no tiene crédito; no tiene más que la intuición de que, con la nueva fórmula, ahora sí cabe engañar a la gente.

La fórmula consiste en que él pone el concepto y Pablo Iglesias la telegenia que, con todas las televisiones a su disposición, se le da de miedo.

Puede que esta vez le salga (en realidad, está desesperado porque sea así, ya que es su última oportunidad) pero también es posible y hasta probable, que de nuevo los de Podemos estén vendiendo la piel del oso antes de matarlo.

Solo el genio se ríe de sí mismo

Matadero de Madrid. Sueño de una noche de verano. Magnífico montaje, magnífica dirección, magnìfica interpretación. Quizá un poquito sobreactuada. Pero eso seguramente será inevitable con este torrente de genialidad, farsa, bromas, veras, risas, fantasía, enredos y burlas. Shakespeare riéndose de Shakespeare a todo trapo y, con él, del mundo entero, de la tradición, de la ley, del amor, del teatro, de todo.

De pocas obras debe de haber más y más alambicadas interpretaciones que de esta. Sociólogos, filósofos, lingüistas, críticos literarios, mitólogos, freudianos, marxistas, estructuralistas, feministas, gays, transexuales, todos han aportado versiones, hipótesis, teorías. Por supuesto, Palinuro también. El Sueño de una noche de verano son dos comedias en una. De un lado, una de enredo amoroso con muchas puntas de feminismo y antitradicionalismo shakespeariano y, de otro, otra comedia, comedia dentro de la comedia, una representación de la tragedia de Píramo y Tisbe, para celebrar la boda del Duque de Atenas, Teseo, con la bella Hipólita. Esto del teatro dentro del teatro es un recurso lleno de posibilidades. Es, por ejemplo, un momento esencial en Hamlet. Aquí sirve para que Shakespeare se ría de él mismo o, más concretamente, de su propia obra, Romeo y Julieta. Escrita, según mis noticias, más o menos en la misma fecha que la tragedia de los Montescos y los Capuletos, El sueño...constituye una burla feroz de la tragedia de Píramo y Tisbe en la que Romeo y Julieta está basada.

Hasta aquí, todo normal. Pero conviene retroceder cinco siglos, cuando el mundo se veía de otro modo. La tragedia de Píramo y Tisbe aparece en Ovidio, quien nutrió de fábulas y temas literarios a occidente durante siglos y traída, según leyendas, de Babilonia. Reaparece en el Decamerón y la vuelve a narrar Chaucer: la tragedia de un amor ardiente que perece por la incomprensión circundante, el principio de autoridad, la tradición y el orden patriarcal. Nadie se había atrevido a reírse de ella.

Hasta que lo hizo Shakespeare. Y lo hizo tras haber escrito Romeo y Julieta completamente en serio. Así, el Sueño de una noche de verano es un anticlimax.  La sátira del drama de amor imposible. El don Quijote de las historias trágicas de amor. La burla de un elemento casi sacrosanto.

Luego está la obra en sí misma, que mezcla tres mundos absolutamente distintos, el de la realidad, el de la fantasía y el de la farsa. El de la realidad está poblado por personajes habituales en los dramas shakesperianos, con sus nombres tan pronto clásicos como modernos: Teseo, Egeo, Hipólita, Demetrio, Lisandro, Hermia, Helena y Filóstrato. El de la fantasía se puebla con seres fabulosos, extraordinarios, sacados del magín del dramaturgo y, por cierto, inolvidables: Titania, Oberón y Puck. Quien los haya visto alguna vez, no los olvidará por muchos años que pasen, como tampoco se pueden olvidar los personajes de La flauta mágica, Tamino, Pamina, etc. Y, por supuesto, el que nadie olvidará será Píramo con cabeza de burro por encanto travieso de Puck. Por último, el terreno burlesco, los toscos, rudos, simpáticos plebeyos también muy frecuentes en la obra shakesperiana, aquí llamados (en buena traducción) Nicolas Trasero (Bottom), Francisco Flauta (Flute), Tomasa Morros (Snout, en el original un hombre), que hacen una interpretación desternillante de Píramo y Tisbe.

Y los tres mundos están interrelacionados, las convenciones sociales saltan por los aires: todo se mezcla con todo, la realidad con la fantasía, los aristócratas con los plebeyos, los hombres con las mujeres. Durante siglos, en especial en el predominio del clasicismo, se relegó a Shakespeare a las tinieblas del goticismo (incluso antes de inventarse el nombre) gracias, entre otras cosas a obras como ésta, La tempestad, etc. Además el hecho de que la acción transcurra en un bosque parecía dar la razón a quienes más que como un dramaturgo, lo tenían como una especie de bárbaro druida de la tradición celta. De hecho, los primeros en rescatarlo, los románticos, lo hacen precisamente por estos temas. 

La obra es tan audaz y falta de todo freno y respeto que Shakespeare manda a Puck al final a explicar al público que lo que ha sucedido no ha sucedido; que es un fantasía en la profundidad mágica de un bosque; que, en fin, es un sueño. El sueño de una noche de verano.

Por entonces, Calderón de la Barca aún no había nacido.

dijous, 2 de juny del 2016

Armagedón socialista

Vaya por delante que aplico el principio de presunción de inocencia en el caso de los dos acusados Chaves y Griñán, así como en el de los demás procesados. Ojalá salgan todos absueltos y brille su inocencia. Es mi esperanza y mi deseo por el bien de ellos, de su partido y del país en su conjunto.

Vaya igualmente por delante que, en principio, su comportamiento en estas turbulencias ha sido correcto: han dejado los cargos y han causado baja en su partido. Es un comportamiento responsable que, si no elimina el perjuicio ocasionado al buen nombre y el prestigio de la causa que dicen defender, cuando menos lo mitiga.

Pero eso no basta. Por las dimensiones cuantitativas (más de 800 millones de defraudados) y cualitativas (dos presidentes de Andalucía y federales del PSOE, consejeros, altos cargos, etc) del asunto, quienes hayan sido responsables directa o indirectamente y/o beneficiaros de esta tropelía, han hecho un daño tremendo, inimaginable a la trayectoria de un partido centenario, a la buena fe de miles y miles de militantes y a la confianza de millones de votantes. Sin duda sus adversarios harán mucha leña del árbol caído. Pero es que este árbol no se ha caído; lo ha tirado una serie de sinvergüenzas que se han aprovechado de la confianza que otros han depositado en ellos. Que aguante lo que se le viene encima porque se lo tiene merecido.

Una cuestión sobre la marcha: ¿cuánto de este desaguisado de presunta delincuencia e inmoralidad conocía la dirección? ¿Todo? ¿Mucho? ¿Poco? ¿Nada? ¿Qué es más creíble? ¿Me paso de suspicaz si digo que ahora entiendo por qué el PSOE no realizó oposición digna de tal nombre al gobierno del Sobresueldos en la Xª legislatura? ¿Si añado que ya sé por qué no tuvo valor para presentarle una moción de censura? Porque estaba tan enfangado como el partido del gobierno, esa asociación de presuntos malhechores; porque sabía que lo callarían sacándole a relucir su propia corrupción. 

Este episodio plantea una situación límite, una de la que no se puede salir con declaraciones cosméticas, afirmando la fidelidad del PSOE al principio de legalidad y el Estado de derecho o señalando la eficacia real y la contundencia de las medidas aplicadas. Sí, ya se sabe: el PSOE no es el PP; no es un partido en principio hecho para delinquir, no es una una banda de ladrones y la corrupción en él no es su razón de ser. Pero, paradójicamente, quizá sea algo peor: que el PP es una presunta manga de ladrones, como sostienen los jueces, es evidente y no asusta a nadie; la prueba es que sus votantes piensan seguir votándole aunque saben que les roba. Pero el PSOE no es -o no debiera ser- eso. Y no lo es. 

La corrupción del PSOE-A no se extiende como la metástasis por todo el partido, como sucede con el PP; está territorializada y reside en Andalucía. Pero Andalucía es el gran baluarte del socialismo y no puede dejar pasar esta situación sin más. Es obligado hacer una reflexión sobre la trayectoria de ese partido y sobre sus casi cuarenta años de gobierno consecutivos en la región, algunos de ellos con mayorías absolutas. 

¿De qué han servido a Andalucía esos cuarenta años de socialismo? ¿Exagero si digo que de muy poco? Las magnitudes sociales y ecónomicas siguen siendo tan malas en comparación con las zonas más prósperas del país como antes. Los datos del paro, la desigualdad, la pobreza y otros factores disfuncionales siguen siendo tan alarmantes como hace 40 años. Los cuarenta años del PSOE no han servido prácticamente para nada, salvo para desarrollar una estructura burocrática y clientelar que ha alimentado la corrupción, y para hacer de esta algo endémico. Un panorama de caciquismo, enchufismo y favoritismo que todavía ha deprimido más a la sociedad andaluza. Algo que los estudiosos conocen desde hace años, incluso siglos: el poder sin cortapisas, sin frenos, sin alternancia, sin límites temporales o de otro tipo, corrompe y destruye las sociedades.

Por dignidad y un mínimo sentido de la eficacia, el PSOE no puede escurrir el bulto, limitarse a fabricar contraargumentarios frente a las acusaciones, esperar que amaine la tormenta mediática, hacer algunas declaraciones compungidas, resolverlo con dos o tres dimisiones  y esperar que todo se olvide pronto, hasta un nuevo episodio.

La situación exige  que los socialistas tomen medidas drásticas. Tienen que comparecer ante la sociedad y pedir perdón. Tienen que abordar el asunto con espíritu crítico y de regeneración. Tienen que sanear sus filas, reformar su organización interna para que estos abusos no puedan volver a suceder. Tienen que reformar sus usos y prácticas, eliminar el amiguismo, el enchufismo y el fulanismo que los caracterizan y, aunque ellos no lo sepan, producen irritación y rechazo social. Tienen que dejar de ser autocomplacientes y de mirarse el ombligo. Tienen que parar a los arribistas y carreristas, que abundan entre ellos, gentes que no van a servir al país a través del partido sino a servirse a sí mismas a través del país y del partido. Tienen que poner en su sitio a los llamados "barones". Tienen que tratar de recuperar a toda la gente que, asqueada por el ambiente de peloteo que reina en el interior y los juegos de "familias" se han ido apartando de sus filas. Tienen que escuchar a los críticos que, generalmente, llevan más razón que los halagadores y pelotas. Tienen que suprimir la camarillas, los cabildeos, las manipulaciones y asegurar la transparencia y democracia de todos los negocios internos. Y apenas hay tiempo.

Obviamente, tienen mucho que hacer. Pero es hacerlo o terminar de hundirse por el escotillón de la historia. De no proceder así, igual que el Sobresueldos destruye el país , Sánchez destruirá el partido.

Hitler siempre a mano

Hace un par de días, Joan B. Culla publicaba un interesante artículo titulado Barruts y farsants, algo así como "desvergonzados y farsantes" en el que se refiere a esos intelectuales nacionalistas españoles, con acceso a los más importantes medios de comunicación en los que publican artículos arrogantes, dogmáticos, irrespetuosos, incluso insultantes con quienes no coinciden con ellos. Lo que más criticable le parece a Culla es que estos intelectuales tengan intensos compromisos partidistas, pero no suelan hacerlos explícitos y, por el contrario, pretendan estar argumentando desde una posición de falsa objetividad, cual si sus argumentos de partido fueran la conclusión de sus imparciales observaciones como estudiosos, lo que, en opinión de Culla, es un impostura. 

El autor se refiere a dos conocidos intelectuales, el jurista Francesc de Carreras y el filósofo Fernando Savater, los dos con acceso frecuente a El País, en el que suelen publicar sus artículos sobre cuestiones muy controvertidas de la actulidad política y generalmente sin hacer referencia a sus respectivos vínculos partidistas. Cuando menos en el caso de Francesc de Carreras porque de Savater es bastante más conocido que es el intelectual orgánico de UPD y que se ha presentado como candidato al Senado y al Congreso por ese partido. En el caso de De Carreras, su estrecha vinculación con el partido Ciudadanos es menos conocida pero no menos intensa. Es uno de sus fundadores y más fieles apoyos desde el año 2007. Sin embargo, en ningún momento advierte De Carreras al lector sobre este extremo, cosa que Culla considera tramposa.

Curiosamente, ayer mismo aparecía un artículo del citado De Carreras en El País titulado La singularidad catalana en el que equipara a Artur Mas con Hitler. No sé qué grado de familiaridad tiene De Carreras con internet y me parece extraño que ignore lo que viene conociéndose como la ley de Godwin, una de cuyas versiones es que, cuando en un debate alguien menciona a Hitler, el debate se acaba. Ser un intelectual y entrar en un debate para aniquilarlo me parece un contrasentido.

Comparar a Artur Mas y, en general, a los independentistas catalanes con los nazis no es algo infrecuente en las diatribas de las derechas españolas más reaccionarias que, además, tienen escaso sentido del ridículo si se piensa en que el general Franco, cuya dictadura aquellas no condenan, llegó al poder gracias precisamente a Hitler. Pero uno no esperaría ver este lamentable recurso en la pluma de un respetable académico.

Aunque, si bien se mira quizá no sea tan estrafalario. ¿No es Rivera, el líder del partido al que apoya De Carreras quien afirma que las dictaduras "no tienen libertad, pero tienen cierta paz y orden"?

Pues eso mismo.

dimecres, 1 de juny del 2016

¿Y las ideologías?

Según parece, murieron de consumo ostentoso a mediados del siglo pasado. Certificó la defunción Daniel Bell, con gran irritación de Gonzalo Fernández de la Mora, quien reivindicaba para sí la patente del título. Estando muertas las ideologías, ¿de qué podrían echar mano los seres humanos para seguir entrematándose? Huntington encontró la fórmula: de las civilizaciones. Las peleas serían ahora por algo mas inabarcable que las ideologías, por las culturas en su sentido más amplio, profundo y perdurable: las civilizaciones. Según el mismo autor: las luchas ideológicas eran sustituidas por choques civilizatorios. Después, Rodríguez Zapatero tendría la cándida idea de sustituir el "choque" por la "alianza" de civilizaciones. En realidad, ideologías o civilizaciones, ambas venían a ser disfraces y justificaciones de las eternas pulsiones humanas: guerra, saqueo, opresión, rebelión, venganza, más guerra. En tiempos de las ideologías, algunos creyeron que el comunismo era la salvación e incorporaba la promesa de unas relaciones humanas libres de aquellas taras. Hasta que la invasión de Afganistán por la Unión Soviética en 1979 y su derrota diez años más tarde les hizo comprender (aunque no a todos ni mucho menos) que, comunistas o no, los rusos eran tan imperialistas como todos los demás. Unos veinte años más tarde las necedades de Bush hablando de exportar la democracia a punta de cañón en el Oriente Medio no conseguían disimular el objetivo de la sempiterna guerra de rapiña, para quedarse con los recursos del Irak.

Ideologías, civilizaciones, palabras altisonantes, conceptos graves, pompa y circunstancia. Nuestros políticos -que han decidido ofrecer un solo espectáculo de debate a cuatro el día 13- son gente práctica, con los pies en la tierra, realista, con sentido común y no van a dejarse envolver en las nieblas de la ideología. Por eso hablarán de cosas tangibles, de las que dicen creer que verdaderamente interesan a la gente: los impuestos. Y, como se ve, uno (precisamente el que menos crédito tiene por ser un embustero redomado) promete bajarlos; otro dejarlos en donde estan, pero bajando el IVA cultural (Rivera) y otros (PSOE y Podemos), hablan de subirlos.  Aparentemente, estamos en un terreno realista, objetivo, que interesa a todos, utilitario, en definitiva. ¿Cómo es posible que unos propongan lo contrario de los otros? ¿Hay o no margen para bajar los impuestos?

Sí y no. Y aquí es donde la maldita ideología reaparece de entre los muertos porque en realidad no estaba muerta ni lo ha estado nunca. La decisión de subir o bajar los impuestos no es una decisión económica, sino política. En realidad, ninguna decisión económica es económica, pero no tenemos tiempo aquí de probar tal verdad, porque toda decisión colectiva es política. Hasta ese "óptimo de Pareto" que se quiere impoluto es una decisión política. Una decisión es política cuando beneficia a unos y perjudica a otros en función de opciones subjetivas que se justifican por criterios puramente ideológicos. 

Pongo un ejemplo: todo el mundo está temblando por las pensiones; especialmente los sinvergüenzas del gobierno que han saqueado el Fondo de Reserva a base de comprar bonos del Estado, es decir, bonos basura porque son bonos para financiar este desastre de Estado, que no tiene para pagar a los médicos o a los profesores pero sí para alimentar a los curas. Bastó, sin embargo, con que Pedro Sánchez dijera que, si había problema con las pensiones, se pagarían mediante impuestos para el Sobresueldos se le echara encima casi mordiendo. ¿Por qué? Porque, al igual que los grandes empresarios (que, por cierto, no pagan al fisco), cree que la recaudación fiscal es suya y no quiere malgastarla en devolver a los pensionistas el dinero que les ha birlado y era suyo por haber cotizado cuarenta, cincuenta, sesenta años.

Es decir, subir o bajar los impuestos, como invertir aquí o allá, subvencionar esto o lo otro, son decisiones colectivas que se basarán (es de suponer) en documentación técnica de viabilidad pero que responden a una decisión política que, a su vez, obedece a una orientción ideológica. Si se escamotea la discusión sobre las orientaciones ideológicas argumentando eficacia práctica, lo que se está haciendo es permitir que en los debates queden por encima (y, por tanto, arrastren más votos) quienes mienten más con las estadísticas en la mano.

Y esta es la trampa de esos encuentros mediáticos -en TV o en radio- en la que la izquierda se deja engatusar por la derecha. Lo importante en la acción colectiva no son los medios, sino los fines. La derecha lo tiene claro. Como demuestra un examen somero de la última legislatura del PP, el fin de su actitud era expoliar el erario, todos los fondos y propiedades públicos y entregárselos en propiedad a los amigos y, de paso, financiar la asociación de ladrones a la que llaman partido.

Por el contrario, los fines de la izquierda no están tan claros ni mucho menos. Teóricamente consisten en mejorar las condiciones de vida de los sectores en desventaja, pero no hay acuerdo respecto a la forma, aunque debiera haberlo si su opción fuera mirar de verdad por el interés de los desfavorecidos y no por su propio ombligo, sus cargos y sus vendetas personales.

Sería bueno que en el debate televisado del próximo13 de junio, los del PSOE y los de Podemos no se atacaran sañudamente como acostumbran y concentraran sus ataques en descubrir cómo sus adversarios gestionan la economía con criterios ideológicos para beneficiar a los empresarios, capitalistas, banqueros y curas y cómo, en el trayecto, parte de ese dinero acaba en los bolsillos de los políticos que intervienen en estos latrocinios. No veo por qué no se va a llamar indecente a un político que, como el sobresueldos, lleva decenios cobrando cantidades de dudosa procedencia y amparando rodo tipo de corruptelas en provecho propio, de sus familiares y amigos.

Cataluña no cabe en España

Ya sé que el título es un poco provocativo pero, ¿qué quieren ustedes que les diga? Durante los 40 vergonzosos años de dictadura sanguinaria y zarrapastrosa, Cataluña fue tratada igual de mal que el resto del país con el añadido de que se quiso exterminar su lengua, su cultura, su personalidad. Después de esa estúpida barbarie de la que sus beneficiarios, hoy en el gobierno, no se arrepienten, ahora llevamos cuarenta años más diciendo que se debe encontrar un encaje de Cataluña en España. Lo dicen todos. Incluso los que, cuando oyen hablar catalán padecen ataques de furia asesina; todos. También los que, aparentemente, se felicitan de la llamada "diversidad de los pueblos de España", como si fuera una obligación. Lo dicen, pero no lo hacen. Ni por asomo. El federalismo al que el PSOE se ve obligado hoy a recurrir a regañadientes estaba ahí, disponible, cuando este partido gobernaba con mayoría absoluta. ¿Hizo algo por implementarlo? Nada. Y ahora, que hay una posibilidad real de que Cataluña se vaya, sacan la idea federal del desván, adobada con unos balbuceos sobre la "singularidad" catalana. De lo que dicen las derechas neofranquistas, mejor no hacer caso.

¿Por qué no aceptar de una vez que quizá lo que sucede es que Cataluña no tiene encaje en España? Dicho en términos más claros: España no tolera a Cataluña. Cada vez que un nacionalista español (de esos que dicen que no son nacionalistas) asegura que quiere mucho a los catalanes y admira a Cataluña, el aire se puebla de mentira. Es falso. Para ser español de pro hace falta ignorar a los catalanes, envidiarlos, despreciarlos, contar chistes sobre ellos y decir que quienes los tenemos en alta estima y nos gustaría no que España españolizara a los catalanes sino que Cataluña catalanizara a los españoles, somos traidores y carne de exilio.

En fin, ¿para qué seguir? De esto va mi artículo de hoy en elMón.cat. En el fondo, de llamar a las cosas por su nombre.

Aquí la versión castellana:

Cataluña no cabe en España

Parece que los nacionalistas españoles comienzan a entender que la cuestión catalana es una crisis constitucional española. No una “algarabía” como definió en su día Rajoy el asunto con su habitual inteligencia, sino una cuestión medular que afecta al fundamento mismo de la tercera restauración y a la viabilidad del Estado. Gracias a esa conciencia se han hecho algunas propuestas, pues la política es una actividad práctica.

Abrió camino Podemos, admitiendo el referéndum que los demás nacionalistas españoles negaban, como lo hicieron ellos mismos hasta su fracaso en las elecciones de 27 de septiembre de 2015. Ahora matizan que ese referéndum habrá de ser pactado con el Estado, lo que equivale a quitar con una mano lo que se da con la otra.

Reaparece igualmente el PSOE, también moderando su primitiva intransigencia. La gustaría un país federal en el que Cataluña tuviera un reconocimiento de su especificidad. Menos da una piedra y algún socialista llega incluso a hablar de “bilateralidad”, si bien otros recuerdan que cualquier reconocimiento de especificidad y bilateralidad deberá hacerse en el marco constitucional de la igualdad de todos los españoles. Al margen de que los españoles no seamos iguales, yendo a la letra pequeña de la oferta, se descubre que esta viene a ser como la cuadratura del círculo: la singularidad catalana dentro de la igualdad española.

Una vez más alguien está dando vueltas a eso que llaman “el encaje” de Cataluña en España, una expresión convencional cada vez menos significativa. ¿Y si, en realidad, Cataluña no tuviera encaje en España? No es cosa de remontarse a los siglos pasados, práctica muy socorrida en estos casos. Basta con observar cómo en el último, Cataluña se ha desarrollado en un sentido mientras España lo ha hecho en otro, hasta llegar a ser dos países distintos.

Cataluña ha adquirido una plenitud que España no tiene y encajar la una en la otra pudiera ya ser imposible por falta de fórmulas para ello. Pero el nacionalismo español, siempre dos pasos por detrás de la realidad, insiste en proponerlas dando por nuevas algunas que, como el federalismo, cayeron en desuso antes de estrenarse. Un espíritu generalizado en el independentismo tiende a ver la propuesta federal como algo ya anacrónico y exige el paso al referéndum unilateral. Es posible que este paso acabe siendo necesario, pero en el momento actual, la posición de Puigdemont, parece dictada por la prudencia del que quiere transitar “de la ley a la ley”, razón por la cual se muestra dispuesto a un referéndum en el que el federalismo fuera una posibilidad. Pero el referéndum es el punto de partida, no el de llegada.

¿Cómo han admitido por fin los nacionalistas españoles una ronda de ofertas de reforma de la Constitucion? Sencillamente, porque no les ha quedado más remedio. Al comienzo de la polémica, nadie pensaba que el proceso soberanista alcanzara el punto que ha alcanzado, en el que la independencia es una opción real. A partir de cierto momento se considera imprescindible contrarrestarlo haciendo propuestas más o menos razonables. Este es el giro de la política española, propiciado seguramente por las nuevas elecciones del 26 de junio, de las que Sánchez hace responsables a los independentistas catalanes.

Y ¿a qué se deben esas propuestas más o menos razonables sino es a la unidad del frente independentista? En el fondo, bien claro está, en la crisis del sistema español, la Cataluña independentista actúa como la verdadera esencia de una oposición que falta en España. La oposición verdadera en el Estado está territorializada y se llama Cataluña. Es la unidad del independentismo el que fuerza al nacionalismo español a hacer ofertas de reforma para resolver la crisis constitucional. Con todo y ser insuficientes, más lo serían si esa unidad se rompiera por las razones que fueran. En ese caso, las ofertas desaparecerían como por ensalmo.

Es la insistencia en la opción independentista la que fuerza la presentación de fórmulas reformistas que tratan de evitar la convicción de que, en el fondo, Cataluña no tiene encaje en España o, como sostenemos aquí, Cataluña no cabe en España. Si la voluntad política independentista catalana se rompiera, el horizonte de la construcción de un Estado desaparecería y volverían los tiempos de la Comunidad Autónoma, eso sí, muy específica.

dimarts, 31 de maig del 2016

Mentir como respirar

Estamos en campaña electoral oficiosa. No se puede pedir el voto explícitamente, pero se pueden largar las habituales mentiras y disparates. El momento no merece especiales respetos. Rajoy afirma en contra de la opinión de los expertos, de la de sus adversarios, en contra de los datos y hasta en contra de sí mismo, que bajará los impuestos si gana y también las cotizaciones. 

El personal se queda maravillado, suspenso, con la boca abierta y no porque, con un déficit sin controlar, una multa al caer por ello y una petición de recortes adicionales de 8.000 millones de € , lo último que un gobernante puede decir es que bajará los impuestos. Es tan absurdo que hasta Pedro Sánchez, a quien encantaría tener el aplomo de Rajoy para mentir, ha dicho que, a decir verdad, los impuestos no pueden bajarse. No conoce el mozo a Rajoy cuando puntualiza con el índice y el pulgar: es capaz de afirmar impertérrito que la tierra es plana. 

¿No fue Rajoy quien ganó las elecciones de 2011 prometiendo bajar los impuestos?
¿No fue Rajoy quien los subió apenas se vio en La Moncloaca?
¿No fue Rajoy quien reconoció que no había cumplido su palabra?
¿Qué sentido tiene votarlo otra vez? ¿Permitirle que vuelva a engañar?

La campaña electoral, los discursos, los relatos, las explicaciones, los rendimientos de cuentas, todo eso es indiferente a Rajoy que no cree en la democracia ni en la responsabilidad de los políticos. No cree en la suya y, por supuesto, tampoco en la de los demás. Mintió en 2011; se desdijo en 2012; vuelve a mentir en 2016 y espera desdecirse en 2017. Este hombre es un insulto.

Cuando habla, miente. Y cuando no habla, también miente. Por ejemplo, nada dice de la corrupción, a causa de la  cual tendría que haber dimitido. Cuando dijo que la Gürtel era una conspiracion contra el PP; cuando envió un SMS a Bárcenas; cuando reconoció haber cobrado sobresueldos; cuando el PP borró los discos duros de Bárcenas; cuando se obstaculizó lo que se pudo el funcionamiento de los tribunales.  Y no ha dimitido nunca porque lo que es, en esencia, es un caradura. Desde que lleva hablando de su denodada lucha en contra de la corrupción, han aparecido docenas de corruptos, de su partido, muy cercanos a él, el último, un presidente autonómico, y no por sus normas en contra de la corrupción sino a pesar de ellas.

Ya se sabe que la política tiene relaciones problemáticas con la ética. Maquiavelo las separó y por eso lo llaman el padre de la ciencia política. Pero luego llegó Kant y volvió a juntarlas y deste entonces los políticos, como Hércules cuando tuvo que elegir entre la virtud y el vicio, pueden pronunciarse por dos caminos con o sin ética; decir la verdad o mentir. El que ha elegido Rajoy está claro desde el primer momento y, con cierto sentido de la ironía podremos entender que, en el fondo, el Sobresueldos no ha engañado a nadie: desde el principio supo todo el mundo que es un mentiroso.

Delirios patriarcales

Todo lo que sobra al cardenal Cañizares en la cola de su capa cardenalicia le falta en raciocinio. Desde lo alto del púlpito, su eminencia ha arremetido contra el "imperio gay" en defensa de la familia y en contra de las leyes basadas en la "insidiosa ideología de género". En defensa del Patriarcado (aunque él no lo llamará así sino que recurrirá a fórmulas como "esencia del ser humano", su "condición natural" o su "vocación divina") llama a la desobediencia a las leyes basadas en esas monstruosas ideas de considerar a los gays como personas con dignidad y derechos o a las mujeres iguales a los hombres.

Por favor, ¡las mujeres iguales al cardenal Cañizares! No sé quién debiera enfadarse más.

Desobedecer la ley. Si lo anuncian los independentistas catalanes se les dice que se les caerá el pelo. Lo propugna Cañizares y nadie se da por aludido. Porque la Iglesia en España es un Estado dentro del Estado. Un prelado pidiendo al personal que quebrante la ley. Desobediencia civil. Es muy fuerte, en principio, pero no tanto cuando se recuerda que hablamos del casuismo católico. Los católicos se oponen a la desobediencia civil, según y cómo. Aún está reciente una sentencia avalada por el Supremo que reconoce la objeción de conciencia a un farmacéutico que se negó a despachar a una cliente la píldora " del día después. O sea, la desobediencia en sí es inadmisible por ser mala, pero la Iglesia la admite cuando puede ocasionar un mal peor.  

Se dirá, siempre se dice, que la Iglesia tiene derecho a hablar a los suyos. Con nosotros no va y, si escuchamos, es porque somos unos cotillas. Piano, piano. Esa Iglesia desobediente se financia con el dinero de todos, creyentes y no creyentes, por tanto, está obligada a respetar a los no creyentes... o prescindir de su financiación. Ánimo, que pruebas más difíciles se han dado. Si los curas encuentran imposible dar a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César porque también quieren quedarse con esta parte, la del Cesar, tendrán que aguantar que los ciudadanos normales digamos lo que pensamos sobre la Iglesia cuando esta se expresa en lo que nos afecta, hágalo en un templo o en un partido de fútbol.

Esto sin contar con que los curas se afanan en difundir sus prédicas y doctrinas a los cuatro vientos, por encima de sus rebaños, a través de sus propios medios de comunicación. Esos medios hablan a todo el mundo, no solo a los miembros de la secta católica. Y lo hacen con el dinero de todos, tanto si no rellenan la casilla de la Iglesia en la declarción del IRPF como si lo hacen, cual es el caso, parece ser, de Pablo Iglesias, quien rellena la casilla de la Iglesia.

Por tanto, todos tenemos derecho a opinar sobre Cañizares ya que Cañizares se lo arroga para hablar de los deberes ciudadanos. Imáginese: lo que dice sería lo que dijera un conciliar de Trento de habérsele pasado por la cabeza que pudiera haber gays y en igualdad de derechos y no quemados vivos o que las mujeres reclamaran igualdad con los varones sin acabar de inmediato también quemadas vivas por brujas. 

Cañizares va contra el avance de las costumbres, las libres relaciones entre las personas, la emancipación social. Va contra la evolución de la sociedad a los efectos de que todo el mundo pueda realizar sus proyectos vitales y vivir una vida plena. Esta vida plena exige autonomía del individuo, libertad de elección y responsabilidad por sus actos. Nada que ver con las imposiciones fanáticas e intolerantes de un clérigo que, en realidad, no sabe de lo que habla.

dilluns, 30 de maig del 2016

Incertidumbre

Suele pasar. Justamente cuando todo parece estar claro acabará siendo más oscuro; cuando todo el mundo espera que algo suceda, deja de suceder y sucede lo contrario; cuando las apuestas van al unísono, suena la nota discordante. El comportamiento de los seres humanos es imprevisible y así seguirá siendo hasta el fin de los tiempos aunque queramos convencernos de que, mediando las correspondientes tecnologías, conseguiremos profetizarlo.

Según parecer casi unánime los resultados de las próximas elecciones del 26 de junio serán un calco de los del pasado 20 de diciembre. Aquellas dejaron una situación de impasse y desconcierto en los partidos que nos ha traído hasta aquí. Si esas son las respuestas de la gente a las preguntas con que después se hacen los sondeos y encuestas, así pudiera ser. Pero solo pudiera. De hecho hay una continua contradicción entre el discurso de la igualdad de resultados y la seguridad de que la combina IU/Podemos finalmente conseguirá el sorpasso al PSOE. Este cálculo está basado en sumar el voto a IU y el voto a Podemos. Pero se trata de una pretensión con muy débil fundamento. Suponer que los votantes de IU van a votar la confluencia o que lo hagan los de Podemos es razonable, pero no es una conclusión avalada por prueba alguna. También puede pasar lo contrario y la confluencia haga perder votos.

De hecho, el PSOE resistió bastante bien la avalancha de Podemos en las elecciones del 20 de diciembre y ahora plantea una campaña electoral de centralidad política, moderación, recuperación del voto perdido. Si no se le tuercen las cosas, puede darle buen resultado pues sus dos principales rivales, PP y Podemos, con notable falta de habilidad se han dejado identificar con aspectos negativos desde el punto de vista de la opinión pública mayoritaria. Nuestra sociedad gusta de verse a sí misma como  moderada y con horror a los extremos. La prueba más clara: los dos líderes políticos peor valorados, casi al unísono, son Mariano Rajoy y Pablo Iglesias, lo cual no deja de ser extraordinario pues son quienes disfrutan de un tratamiento más continuadamente favorable en los medios, cada uno de ellos con prensa digital a su servicio y cadena de televisión (Rajoy las públicas e Iglesias, la Sexta) y abundante copia de plumíferos riéndoles las gracias. Sin embargo, de ahí no se sigue mayor probabilidad de ser votado. Curioso dato para relativizar ese poder indiscutido de los medios de comunicación.

La imagen de Rajoy, acorralado por la corrupción, indolente, declarado en rebeldía frente al Parlamento, mentiroso casi compulsivo e incapaz de reconocer sus errores, está bajo mínimos. Igualmente la de Iglesias, caracterizado por una trivialidad y oportunismo de juicio que hacen abrigar la sospecha de que ni él ni muchos de su equipo, se toman en serio el asunto de las elecciones. Rajoy no puede sacar la cara a la calle porque se la parten e Iglesias no sale de los platós de televisión, con una política mediática cuya contumacia ha superado ya todos los límites del hartazgo. Según Paracelso, el veneno es cuestión de cantidad y los griegos aconsejaban no tener demasiado de nada. La omnipresente corrupción en torno a Rajoy, como la ubicua presencia mediática de Iglesias acabarán pasando factura en las elecciones sea cual sea la cantinela de los sondeos al día de hoy porque hasta el sufrido pueblo español acaba hartándose de la plúmbea vaciedad de estos simulacros de dirigentes.

La esperanza del PSOE de recuperar los votos díscolos en las anteriores elecciones es legítima pero, para conseguirlo, como sucede a los cristianos con la salvación que tanto les preocupa no basta con la gracia del Señor, se necesita fe y buenas obras, además. De estas, el PSOE tiene pocas; si acaso abundantes declaraciones de su dirigentes pero imprecisas y contradictorias. Y no se hable de la incapacidad de su candidato para decir algo nuevo, original o de interés. Si por él fuera, hasta sería verdad esa insistente trola Errejón (otro convencido de la conveniencia de machacar el hierro en frío) de que el próximo 26 de junio, la gente va a desempatar, cuando no hubo empate.

Dato empírico de nuestro tiempo (y de todos)  las campañas en positivo no suelen atraer la atención de los electores. Hablar bien de los demás no suscita interés. Son mucho más rentables las campañas en negativo y esto los políticos españoles lo bordan. El flanco más negativo de Podemos es precisamente su confluencia con IU y la reaparición del fantasma del Manifiesto del Partido Comunista. Preocupados, los comunistas están ya tocando a rebato afirmando, como hace Garzón y muchos otros, que la gente no tiene miedo al comunismo sino a las dificultades para llegar o no llegar a fin de mes. Son como Franco: no se metan en política y preocúpense por la centa de la compra. Obviamente, no se dan cuenta de que al cuestionar el miedo que puedan suscitar los comunistas, están aumentándolo. Por descontado, los comunistas ya no inspiran miedo pero todavía menos ganas de votarlos. Votar por alguien que esconde su filiación política y, cuando la desvela, lo hace pidiendo que no se le tenga miedo no es una fórmula segura de éxito. Necesita explicación.

La situación  al día de hoy es tan problemática y su resultado tan incierto que hasta Rivera, el de Ciudadanos, ha tenido que ir a buscarse los votos al otro lado del charco, en los confines del imperio. Y aun así, no ha conseguido mantener la buena reputación que tenía entre el electorado y ha entrado en valoración negativa.

Nadie sabe lo que pueda pasar el próximo 26 de junio.

Cara al sol de España y olé

Jordi Borràs (2015) Desmuntant Societat Civil Catalana. Qui son, què oculten i què fan per impedir la independència de Catalunya. Barcelona: Edicions Saldonar (221 págs)
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Si uno quiere enlazar con la mejor y más sana tradición del liberalismo europeo y occidental, echa uno mano al concepto de sociedad civil. Tiene una acrisolada prosapia en la historia del pensamiento político, viene de la societas civilis de los romanos que, a su vez, la habían tomado del celebérrimo zoon politikon aristotélico. Más cerca de nuestros días, el sintagma aparece relacionado con el ascenso de la burguesía ilustrada, que quiere reservarse un ámbito de libertad y libertades, protegidas frente a las arbitrariedades de los monarcas. Alcanza carta de ciudadanía con la Ilustración escocesa y toca el cielo con la mano cuando Adam Ferguson, uno de sus más interesantes cultivadores, escribe su historia, la historia de la sociedad civil, desde los tiempos más primitivos hasta los más modernos. Luego, en el continente, Hegel le daría mayor empaque aun, al identificar la "sociedad civil" (o bürgerliche Gesellschaft) como el ámbito del mercado, de las relaciones privadas, el sistema de la necesidad y, por tanto, de la libertad. Y así ha venido siendo hasta hoy. Cuando Habermas atribuye el comienzo de la opinión crítica burguesa a los cafés y periódicos de la sociedad civil del siglo XVIII. La sociedad civil es el terreno en donde los ciudadanos nos movemos a nuestras anchas, libres de la injerencia del Estado y las instituciones. Una sociedad civil vigorosa es una sociedad libre.

No tengo duda de que en el espíritu de los fundadores de la Societat Civil Catalana (SCC), de la que se ocupa este interesante libro de Jordi Borràs, un fotoperiodista y hasta cierto punto activista en pro de la independencia de su país, anidaba este recuerdo y este propósito. Su organización tenía que simbolizar un resurgir potente del humus cívico, privado, liberal, de la sociedad burguesa frente a las demasías y arbitrariedades de las instituciones y los poderes públicos. La sana sociedad civil catalana que tenía que erguirse y decir prou a la deriva independentista del gobierno de la Generalitat. Voy adelantando que, después del concienzudo trabajo de investigación de Borrás, que ha rastreado todos los entresijos de la organización, su estructura, su membresía, su financiación y sus actividades, el propósito inicial ha sido un rotundo fracaso.

Y no solo un fracaso porque, siendo la diosa fortuna, calva y caprichosa como es, los interesados no supieran quizá aprovecharla por casualidad, sino porque estaba destinada a ser un fracaso, dado que en su origen y desarrollo, la tal SCC, no era sociedad y mucho menos civil, sino una tapadera para manipular a los sectores unionistas catalanes a través de la ideología y las consignas de la extrema derecha española más cerril y fatigosa; un puro pretexto, una trampa. Una sociedad civil catalana fundamentalmente española que pretendía aglutinar a todos los partidarios del hispanismo catalán para contrarrestar la hegemonía política del independentismo. El asunto se descubre cuando, de un modo incomprensible, el Parlamento europeo otorga el premio al Ciudadano Europeo 2014 a esta SCC en la persona de su presidente Josep Ramon Bosch, quien no se presentó a recogerlo y dimitiría unos días después. Por aquel entonces se supo que el tal Bosch había sido denunciado ante los tribunales por insultos, injurias y amenazas a través de las redes sociales y apología del odio, el fascismo y el nazismo. La denuncia se basaba en la documentación que, tras sus meticulosas investigaciones había proporcionado el autor de este libro que cuenta en él cómo se desarrolló esta curiosa historia. 

La presentación de SCC se hace en el Teatro Victòria de Barcelona el 23 de abril de 2014. Allí estuvieron gente del PP, de C's y UPyD y una representación del PSC con Juan Rangel, delegado del gobierno en Cataluña con Rodríguez Zapatero, los de Vox (Santiago Abascal), el partido PxC, xenófobo, con su secretario general, Robert Hernando, representantes de la Fundación Nacional Francisco Franco (FNFF) y el Movimiento Social Republicano (MRS). No hubo gente del PSOE. Pero es claro que SCC quería cubrir todo el arco, desde la izquierda a la extrema derecha para justificarse (p. 45). Contaba con 75 socios fundadores (el autor tiene identificados a unos 40), entre ellos gente de extrema derecha como Guillermo Elizalde Monroset, fundador del digital Dolça Catalunya en donde se insulta e injuria a los independentistas o la Fundación Burke, relacionada con El Yunque, sociedad secreta ultracatólica de extrema derecha mexicana (p. 63).

La SCC surge, según Borrás, tratando de enmendar los errores cometidos antes por otras organizaciones que buscaban más o menos los mismo fines pero habían fracasado: Moviment Cívic d'Espanya i Catalans, Moviment Cívic 12-O y Somatemps, así como Federalistes d'Esquerres (p. 33), esta última, un intento de tender puentes con la izquierda en pro del españolismo. En el momento idílico del teatro Victòria, el entramado de SCC está compuesto por gentes de Somatemps, Catalans Universals, Puerta de Brandeburgo, Asociación por la Tolerancia, Crónica Global, Universitaris de Catalunya, Impulso Ciudadano, Club Delta, Fem Pinya, Som Catalunya-Somos España o Manifiesto entre otras (p. 75). Trátase en casi todos los casos de  páginas web españolistas de extrema derecha (y casi unipersonales, a juicio irónico del autor). Añádense con algo más de consistencia, EC (Empresaris de Catalunya) y el Centre Lliure de l'Art i la Cultura (CLAC), en cuyo equipo fundacional figuran académicos de peso como Francesc de Carreras, Félix Ovejero, Ignacio Vidal-Folch, Manuel Cruz, Miriam Tey, también socia fundadora de SCC (p. 88), bastantes de los cuales tienen acceso expedito a las páginas de El País para exponer su doctrina. Se añaden la Fundació Joan Boscà y el Observatorio Electoral de Cataluna (p. 92). Por nombres y firmas y tarjetas de visita no va a quedar.

Borrás prueba de modo fehaciente que todo lo anterior en la que hace a la SCC es un puro escaparate para ocultar la conexión del unionismo españolista con la extrema derecha. Casi de modo rocambolesco, Borràs descubre que el presidente de SCC, Bosch es también Fèlix de Sant Serni Tavèrnoles, un perfil falso que desde 2012 venía insultando, amenazando a los independentistas y haciendo apología del nazi-fascismo en Facebook (p. 97).  A su vez, Somatemps es una organización de los sectores más intransigentes de la extrema derecha catalana: el Partido Español Nacional Socialista (PENS), FE, JONS, y el vínculo entre las dos organizaciones es Josep Ramon Bosch, un hijo de un militante de FN y él mismo admirador de Blas Piñar (p. 112). Bosch ha dejado abundante rastros delictivos en las redes, comentarios en FB, amenazas, insultos y varios vídeos en YouTube con su voz en off ensalzando las Waffen SS, etc (p. 122).

La SCC ha organizado dos actos en la calle: una Diada españolista en Tarragona, 11 de septiembre de 2014 y un día de la Hispanidad en Barcelona, 12 de octubre de 2014: dos fracasos con unas 40.000 personas entre los dos, aunque en Tarragona hubo gente del PSC y PSOE como Carme Chacón y también gente de derechas como Albert Rivera y Alicia Sánchez Camacho (p. 135). Nada en comparación con el millón y medio que se manifestó en la Diada independentista.  El 12 de octubre, la SCC llevó a la Plaza de Cataluña a FE de las JONS, SyL, MSR, Somatemps, PxC, Casal Tramuntana, Hermandad de Combatientes de la División Azul, Hermandad de Antiguos Caballeros Legionarios de Barcelona (p. 139). Junto a estos actos al aire libre algún otro más recoleto pero con igual sabor de extrema derecha: el 15 de septiembre de 2014 SCC presenta un libro en Barcelona, Hotel Atenea, Nos duele Cataluña.  Edita Editorial Galland Books, presenta Bosch, entre los asistentes Alberto Fernández Díaz. Conviene saber que Adolf Galland, cuyo apellido de nombre a la editorial, fue un comandante nazi de la Legión Cóndor (p. 143)

Como era de esperar, el financiamiento revela lo que cabía imaginar: los ingresos son donaciones secretas de empresarios, entre los que pueden contarse los de empresas recientemente privatizadas y hasta es posible que instituciones públicas. Financiación en negro con sospecha de blanqueo de capitales. Basta con ver el balance económico de 2014: Total ingresos: 992.672,13 €. Cuotas socios: 15.250 €. Merchandising: 14.369 €. Aportaciones privadas (secretas): 963.053,13 €. Junto a esta plétora de ingresos que permite a SCC contar con una financiación espléndida y dadivosa para sus actos a los que casi no acude nadie, presupuesto deficitario (de menos 91.714,37 €) inexplicablemente y que quizá solo pueda entenderse si se cuenta con la posibilidad de que los propios dirigentes de SCC metan mano en la caja. Por ejemplo, la empresa Manifiesto, propiedad de un miembro de la junta directiva de SCC es la que aparece beneficiada con las partidas de gasto más abultadas y hasta extravagantes.

La conclusión del libro es que el españolismo y la ultraderecha en Cataluña son inseparables (pp. 98-99). La SCC es un fracaso absoluto. Trató de representar a la famosa "mayoría silenciosa" (p. 209) que Rajoy se sacó del caletre con la intención de nombrar lo que él suponía (o decía suponer) que era la opinión mayoritaria antiindependentista en Cataluña, pero eso, como todo lo que dice el presidente del gobierno, era mentira.

El libro y la aventura que narra son muy interesantes y es bueno que la gente se informe de qué se oculta tras la bambolla de las actividades unionistas catalanas. De resultas de ello, los lectores estamos más informados y Borràs tiene que ir con escolta.

Otras obras del autor: Warcelona, una historia de la violencia (Pol.len Ediciosn, 2013) y Plus Ultra. Una crònica gráfica de l'Espanyolisme a Catalunya (Pol.len Edicions, 2015)

diumenge, 29 de maig del 2016

En la memoria no puede haber consenso

A El País no le ha gustado nada que a "Ganemos Madrid", el grupo político que apoya a Carmena, no le haya gustado tampoco la Comisión de la Memoria Histórica nombrada por el Ayuntamiento, presidida por la abogada Francisca Sauquillo. El diario aplaude el propósito de este órgano de proceder a su delicado cometido por consenso y teme que, si no se actúa de este modo, se vuelva a las andadas de viejos radicalismos y maximalismos que no conducen a sitio alguno.

A su vez, algún especialista con suficiente conocimiento de causa, el profesor Rafael Escudero Alday, ha sostenido que esta Comisión es, en realidad, una "Comisión de (Des)memoria histórica" porque: a) le falta competencia específica en la materia a la presidenta y a la mayor parte de los vocales; b)los vocales que tienen algún tipo de competencia basada en la experiencia, justamente rechazan el concepto mismo de "memoria histórica" o adoptan una actitud de equidistancia entre las dos Españas (para entendernos brevemente) cuando se trata de hacer justicia a las víctimas de un bando; c) faltan juristas que aporten savoir faire en materia de justicia transicional; d) falta representación de las víctimas; d) hay una sobrerrepresentación del sector negacionista de la memoria.

Intentemos aportar algún matiz y alguna observación sobre este asunto que quizá no estén de más.

Palinuro sostiene que aplicar política de consenso a una comisión de la memoria histórica es un empeño inútil si no complaciente con la injusticia.

El propio concepto de "Memoria histórica" es problemático. El determinante "histórica", obviamente no lo es de tiempo (aunque lo parezca): todo cuanto tiene que ver con la memoria por definición ha de estar en el pasado, ser historia. Por tanto, "memoria histórica" es una redundancia. En el fondo, el determinante no es de tiempo sino de personas; "histórica" quiere decir que es memoria de todos, compartida, memoria colectiva.

Pero eso no existe. La memoria es un atributo del individuo. No hay memoria colectiva, igual que no hay espíritu del pueblo. Eso son metáforas, invenciones, en muchos casos, pretextos. La memoria es individual y es absurdo considerarla como producto de consenso. Uno no consensúa nada con uno mismo. Y tampoco puede consensuar memorias con los demás, con los que convive. Puede compartir la memoria, pero no consensuarla.

Entonces ¿por qué los miembros de la Comisión, el Ayuntamiento, El País y el sursum corda, se hacen lenguas del consenso como método de trabajo y adopción de decisiones en este campo? Tengo varias hipótesis complementarias que someto al juicio crítico de la lectora. a) el consenso se propugna porque la Comisión en su mayoría abarca una gama no muy variada de opiniones, que van desde la derecha extrema hasta una izquierda moderada, acomodaticia y pusilánime; b) el consenso se propugna para rescatar el espíritu de la Transición, que fue de consenso; c) el consenso se defiende  para hacer justicia a los dos bandos por igual.

a) El consenso timorato. Escudero Alday subraya cómo los miembros de la comisión oscilan entre diferentes tipos de negacionismo: los más radicales, propios de la derecha y los más moderados, pero igualmente radicales a la hora a la hora de echar cerrojo a este singular episodio de la historia de España, a la hora de pedir que se termine con la Ley de "Memoria Histórica" porque seguir con ella equivale a perpetuar el enfrentamiento. En principio, esta Comisión tiene como misión principal aplicar la Ley  a las denominaciones de calle y plazas, placas en edificios, monumentos y recordatorios varios. La actuación es en medio urbano. Es decir, el grueso de su acción se desplegará desde el final de la contienda y en los años cuarenta y cincuenta. Por entonces ya no había resistencia, no había dos bandos, sino vencedores y vencidos que quedaban a merced de los vencedores, los cuales no tuvieron ninguna.

b) El espíritu del tiempo. La Transición estuvo presidida por la necesidad de pactar. De llegar a un acuerdo. La transición fue un pacto producto del miedo que los protagonistas de la época se profesaban unos a otros. Hubo consenso, sí, pero tácito: las izquierdas renunciaban a sus símbolos y valores y se integraban en el funcionamiento democrático ordinario del sistema político español sin remover el pasado; a cambio, la derecha abandonaría toda tentación golpista y, con el paso del tiempo, permitiría que se hiciera justicia a la víctimas, sin tratar d revivir los enfrentamientos no de apropiarse en exclusiva la representación de España. Pero esto ha sido falso: a raíz del triunfo socialista de 1982 cundió el temor en la derecha. Pero, cuando esta vio que no había ánimo revanchista en la izquierda, recuperó su talante de intransigencia y acabó volviendo a la imposición del vencedor "sin complejos", como se decía entonces. Promulgada la tímida Ley de la época de Zapatero, se comprobó que la derecha no tenía voluntad alguna de aplicarla sino de boicotearla, como ha hecho en la X legislatura con mayoría absoluta del PP. Resultado: cuarenta años después del fin de la dictadura, en las cunetas siguen enterrados más de cien mil compatriotas asesinados y Madrid reverbera de símbolos, placas, calles y recordatorios de los franquistas. 

c) Los dos bandos por igual. Lo dicho, el tiempo que se quiere revisar es de imposición, dictadura de los vencedores sobre los vencidos. De igualdad, nada. La presencia de un cura en la comisión con el argumento de que se trata de hacer justicia "también" a las víctimas de la Iglesia revela su falacia: en la época de que se trata, la Iglesia no tenía víctimas puesto que era ella misma la victimaria. La colaboración de la Iglesia con la represión del franquismo en la postguerra fue total. Dicho en plata: en la Comisión no hay representación de las víctimas, pero sí de los victimarios. Y eso la cuestiona moralmente de tal modo que la hace inservible. 

Por supuesto que la Comisión debería estar compuesta con otros criterios y que la que hay no es justa. 

Todo consenso que se dé entre la justicia y la injusticia será injusto. La justicia es el único consenso, como sabe muy bien una alcaldesa que es jueza.

Alicia hace las Américas

Confieso no haber visto la versión que hizo Tim Burton de Alicia en el país de las maravillas en 2010 y, como, según parece, fue un éxito, ignoro cuál sea la base de este. Esta versión de A través del espejo ya no está dirigida por Burton, sino producida por él y dirigida por James Bobin e interpretada por Mia Wasikowska (a quien vi hace poco de Madame Bovary) como Alicia, Johnny Depp como el Sombrerero Loco, Helene Bonham-Carter como la reina roja. Los tres repiten papeles de Alicia en el país de las maravillas. El film es trepidante, literalmente saturado de efectos especiales, rodado para 3D, muy abigarrado, original y divertido y probablemente será un éxito también... pero no tiene nada que ver con la segunda parte de la novela de Lewis Carroll. Y cuando digo "nada" quiero decir "nada". Cierto, aparecen prácticamente todos los personajes de Alicia en el país de las maravillas, aunque sin justificación alguna salvo Alicia, claro está, el sombrerero loco y la reina de corazones, que tienen unos papeles sobredimensionados respecto a la obra.  La trama, la historia, el relato, los diálogos, todo, absolutamente todo están inventados para la ocasión y, aunque la tramoya sea, como digo, muy vistosa, la invención es bastante lineal, predecible y de escasa relevancia. En definitiva, un poquito tostón. Ya desde el comienzo, la escenografía y ambientación recuerdan mucho Piratas del Caribe, también con Johnny Depp y, en punto a simplicidad de la narrativa, tiene poco que envidiarla. En definitiva, un producto de los estudios de Walt Disney, típicamente americano. Hasta tiene dos finales, uno el que la lógica y el guión exigen y otro, sobrepuesto, el final feliz que los estudios sostienen siempre que es el que gusta a la gente. Y tendrán razón.

Insisto en que no me parece mal. Cada uno adapta las novelas al cine como le da la gana y, si se le juzga, el juicio de ajuste a la obra original es secundario. Lo importante es el valor del producto final. Tal valor, en este caso, no me parece menudo; al contrario, probablemente fascinará a un público muy numeroso e infantil, adolescente y juvenil no demasiado exigente. Eso está bien. Tiene que haber historias para todas la edades. El film es muy animado, colorido y lleno de trucos vistosos. Si acaso objeto a algunas caracterizaciones. La del Sombrero Loco está lograda, aunque algo historiada. La liebre de marzo no me parece de recibo. Tweedledum y Tweedledee son un auténtico insulto y Sir John Tenniel, el ilustrador primero de Alicia se hubiera muerto del digusto al ver en que se han convertido sus dos mozalbetes; la reina de corazones está lograda en el outfit, pero falla en que Helene Bonham-Carter es demasiado guapa. Tenniel la representó fea, copiando directamente el modelo de la Duquesa fea, de Quentin Massys. Y del famoso gato de Cheshire, mejor es no hablar.

Tiene su lógica que el guión se aparte del texto porque este es más complicado aun que la primera parte, prácticamente intraducible a cualquier otro idioma, cinematográfico o teatral. A través del espejo vuelve a jugar con la ironía del significado del nombre de Alicia ("Verdad") en un mundo en el que todo es falso, mentira, realidad distinta o invertida. ¿Qué hay al otro lado del espejo? Pues eso, un mundo al revés. Cuando Alicia encuentra el celebérrimo poema Jabberwocky, ve que no puede leerlo salvo que lo ponga frente a un espejo porque la escritura es invertida. Aun así tampoco entiende su significado. Bueno, ni ella ni nadie ya que Jabberwocky está hecho con palabras inventadas por Carroll. Nada de extraño que los surrealistas lo tomaran como modelo. Pero, ¿como poner Jabberwocky en cine? Igual que el inenarrable diálogo con Humpty Dumpty con la feliz invención de las palabras portmanteau. O el poema, La morsa y el carpintero que le recitan Tweedledum y Tweedledee.

En fin, hasta la vuelta a la realidad sigue mostrando una diferencia cualitativa importante a favor de la novela sobre la película. En esta, las aventuras de Alicia se entienden como resultado de una locura pasajera; en la novela, el retorno es el despertar de un sueño.
Porque la vida es sueño.

dissabte, 28 de maig del 2016

Amansando a la fiera

Los empresarios del Círculo de Economía se han reunido en Sitges, grato lugar. No suelen estos reunirse en el Arroyo abroñigal. Sitges propicia más los ánimos al entendimiento y la conciliación. El Círculo es, además, una "asociación cívica", sin ánimo de lucro, penetrada de su misión de ser lugar de encuentro, reflexión, intercambio. Suena razonable. Los empresarios, como la Iglesia, tienen muchas caras; entre otras, la áspera y la sonriente. Escuchar a Juan Rosell, el presidente de la patronal, pedir el restablecimiento de la esclavitud mete miedo. Pero luego llega Antón Costas, el presidente del Círculo y el vendaval amaina.

Llaman los patronos a capítulo a los líderes, hasta los más resabiados, y les hacen cantar la palinodia. Y los líderes la cantan, especialmente los de izquierdas. Nada amansa más a un revolucionario que la mesa y mantel con quienes toman las decisiones. Así que Pablo Iglesias, todo dulzura, no fue a afear a los empresarios eso de que, sin presentarse a las elecciones, sean los que pretenden gobernar. Ese es más discurso de masas. A los patronos fue a decirles que Podemos es la verdadera socialdemocracia, que no haya miedo, vaya. Trataba de amansar a la fiera a base de mostrarse manso. Vendió a los empresarios una versión suave del keynesianismo y subrayó que Barcelona y Madrid son las ciudades donde más crece la inversión. Le faltó decir lo de Solchaga durante el Felipato: España, el país en que es más fácil y rápido hacerse rico. Podemos va a invertir a través, supongo, de una "potente" banca pública; los empresarios estarán encantados de invertir y la prosperidad volverá a regar nuestros campos y ciudades. Estos idílicos propósitos, que convierten la Economía de "ciencia triste" en ciencia alegre, compiten dialécticamente con las imágenes de los últimos días que todos los empresarios tienen en la retina: actos de líderes de IU y Podemos puño en alto, figuras de otro tiempo, héroes de antaño que acuden a la última llamada del deber, viejos profetas de la razón en marcha y anuncios de luchas intestinas entre las izquierdas "verdaderas". Difícil ensamblaje.

Al día siguiente, turno de Sánchez. A este vinieron a escucharle muchos que no hicieron acto de presencia en la exposición de Iglesias. Un indicador de a quién ven los empresarios como próximo presidente. O sea, los que no se presentan ya han elegido a Sánchez. Hasta Iglesias parece aceptar que el próximo gobierno pivotará en torno al PSOE. Del Sorpasso prometido va quedando ya solo el nombre que, dentro de poco, sonará a ritmo suramericano: el merengue, el bolero, la lambada, el sorpasso...La cosa consistirá en que el PSOE tendrá que elegir. Pero será el PSOE, no Podemos. Es bastante razonable. Los socialistas manejan mejor la imagen, dosifican su mensaje y, siendo este tranquilizador adquiere más crédito: son gente tan de orden e institución como el PP, pero tan dispuestos a reformar y hasta innovar como Podemos. Los Unidos/Podemos cada vez se presentan más como una aventura con mucho fragor mediático y poca consistencia y un potencial de desbarajuste sublime.


Mensaje de Sánchez a los empresarios (suscrito por todos los demás partidos): habrá gobierno en cualquier caso. No habrá nuevas elecciones. Si él gana, estará gobernando en siete días; si no gana, habrá gobierno, pero ya no garantiza el tiempo. El antecedente de las elecciones pasadas vierte un poco de ácido sobre su promesa de que no habrá terceras. Se supone que la gama de posibles gobiernos se abrirá tanto a la derecha como a la izquierda. Afirma que no excluye a ningún partido, pero no es cierto: los independentistas catalanes no entraron en sus cálculos de meses pasados ni siquiera como non entities y probablemente ahora tampoco. Los culpa de que no haya gobierno en España, negativa que antes atribuía a Podemos.

Y ahí es donde Sánchez, más consciente de en dónde hablaba que Iglesias, fue más prolijo y explícito: Cataluña. Sánchez admite ya que el problema de Cataluña, en realidad, es el problema de España. Le ha costado meses entenderlo pero parece que, al borde del Mediterráneo, lo ha visto, como Ulises llega a Ítaca. "La falta de solución en Cataluña", razona, se ha convertido en el problema de España y aprovecha para largar una chufa a Iglesias afirmando que la aceptación del referéndum catalán será la extensión de tan peligrosa manía al país Vasco, a Galicia y, sabe Dios, a lo mejor a Peñaranda de Bracamonte. O sea, Pablo Iglesias tiene la culpa de todo y Sánchez sigue si dar con la fórmula salvífica porque dice que se pondrá en peligro la convivencia de los españoles. Yo creo que quiere decir "conllevancia", como Ortega, que es a donde, con suerte, llegamos, pero le han dicho que el pesimismo no vende.

Por una ironía del destino, ayer anduvo por la corte también Puigdemont, que vino al Eurofórum en el Ritz y contó con la cerrada ausencia del establecimiento político institucional español: nadie del gobierno, nadie de la oposición, exceptuado Ángel Gabilondo que, como es de Metafísica, se habría equivocado de destino. Ante un público catalán, Puigdemont explicó que lleva ya seis meses y quedan 12 para el día D, que estamos en tiempo de descuento y los españoles ni prestan oído, excusado es decir audiencia. Como es hombre realista, está abierto a todo tipo de negociación, si bien no cree que, a estas alturas, la reforma de la Constitución sirva para algo. Pero, si no hay negociación, en 12 meses habrá parusía laica en forma de República Catalana. De verdad que no entiendo cómo los políticos españoles no se percatan de que este propósito es el evento más importante de la historia española en unos cientos de años. Una República Catalana que los países europeos se sentirán inclinados a reconocer vista la obtusa parálisis de los sucesivos gobiernos españoles.

Sánchez también parece haber caído en la cuenta de que la independencia catalana es una ruina para España porque, dice, se rompe la unidad de caja que es una manera de decir que se pierde una saneada fuente de ingresos para el resto del país. No puede haber independencia catalana; ni hablar. Hay que ir a la reforma de la Constitución. Pero, si lo he entendido bien, por primera vez admite que, luego de la tal reforma, haya una consulta. Al final va a ser una cuestión de nombres, como sucede siempre cuando se tiene miedo a las ideas. Todo referéndum es una consulta, pero no toda consulta es un referéndum. Todavía tiene el socialista tierra virgen por explorar. Dado que la reforma constitucional va a requerir un referéndum, quizá dos, según cómo vengan las cosas, ¿por qué no resumirlos, el de reforma y el de autodeterminación, en uno solo? Uno que, por ejemplo, tuviera dos opciones en una sola pregunta "¿quiere usted que Cataluña sea un Estado independiente ya o prefiere que siga siendo parte de España según una reforma de la Constitución que luego se someterá a referéndum en los mismos términos de este? Es una propuesta razonable que devuelve la iniciativa al gobierno; en este caso, a la oposición porque el gobierno en funciones no está para estos galimatías. No estuvo nunca, ni cuando estaba en no-funciones. La propuesta da iguales oportunidades a todo el mundo, es fair play y a los socalistas los saca del bloque del "no" a secas. Para eso ya está la legión que, al parecer, desfilará hoy por Barcelona detrás de la cabra, animal totémico apropiado al país que representa. Nada de león, águila, toro o elefante. Una cabra.

Si Sánchez es capaz de articular un mensaje en esos términos tiene muchas papeletas para ganar la rifa. El premio: la gobernación de este desastre.

Desde lo más profundo del tiempo

El Museo Arqueológico Nacional tiene una interesante exposición de los hallazgos de una misión española de la Universidad Autónoma en los confines de Oriente próximo en la península de Omán. Comisariada por Joaquín Córdoba Zoilo, catedrático de Historia antigua de esa universidad, muestra los resultados de los trabajos de ese equipo de españoles, incorporados a una misión internacional y aporta datos muy interesantes, fascinantes incluso, sobre una civilización de la que, hasta hace poco no se sabía prácticamente nada, ni siquiera en dónde estaba: la del país de Magán. Algún texto sumerio hablaba, al parecer, de los "barcos negros" (porque los calafateaban con betún) que llegaban de aquel lugar que debió de florecer como centro de comercio del cobre para el golfo pérsico entre el 2300 y el 500 a.d.C. Imagino que la existencia de este centro -no me atrevo a llamarlo emporio- y algún otro vecino, como Mleiha y el puerto de Dibba, ciudades caravaneras fortalecerán las viejas teorías difusionistas. Luego, llegó la decadencia y pareció habérselo tragado la tierra, de forma que algunos conjeturaban que podía incluso encontrarse en el África, otros en Yemen, o en Irak. Ahora, gracias al encomiable trabajo de estos investigadores ya sabemos que se encontraba en lo que hoy es el Emirato de Sharjah, en el cuerno de la península arábiga. Puro desierto.

Los materiales que se muestran son básicamente cerámicas, cuentas, utensilios, puntas de flechas y lanzas, alguna piedra con inscripciones, tumbas individuales y colectivas, diferentes tipos de enterramientos con rituales desconocidos. Todo habla de asentamientos humanos durante un larguísimo periodo que va desde los orígenes más oscuros en el paleolítico hasta la Edad del bronce y todo también documentado porque, como dicen los investigadores con legítimo orgullo, ponen voz a los que no la tienen, los sacan de la oscuridad y nos los muestran, interpretando su existencia que, por lo que cabe colegir de la pobreza y rusticidad de la muestras, debía de ser muy dura durante siglos y siglos. 

Dos o tres consideraciones se imponen al visitante que se siente trasportado a las condiciones de vida de aquellas comunidades que peleaban por sobrevivir en un clima muy adverso. La importancia que adquieren los vestigios funerarios que aquí, como en muchas otras partes, son el vínculo que nos une con civilizaciones extinguidas y casi por entero desaparecidas de la faz de la tierra. Es ese deseo de perdurabilidad que ha alentado siempre en el corazón de los seres humanos el que los lleva a proveer a los difuntos de cantidad de objetos que al cabo de siglos, milenios, nos hablan de cómo eran y con el auxilio de varias ciencias nos permiten pasar de las conjeturas o teorías sólidas sobre sus vidas, sus costumbres, sus enfermedades, incluso, aunque no tanto sobre sus creencias y otros elementos puramente espirituales.

En algún lugar nos informan los miembros de la expedición, si no he leído mal que la esperanza de media de vida era de 27 años. Da que pensar y mucho y en muchas direcciones. Dante escribió la Divina Comedia n'ell mezzo della sua vita y contaba treinta. La esperanza de vida hoy en España está en torno a los 80. ¿Qué cabe hacer en 27 años teniendo, además que consumir la mayor parte en procurar la supervivencia en condiciones sumamente duras? Y, sin embargo, uno piensa que aquellas gentes eran como nosotros, se reían, festejaban, se adornaban (hay muchos collares, adornos, pulseras), se enamoraban y se peleaban... 

Los periodos de florecimiento y decadencia debieron ser intermitentes pero algo les dio seguridad y continuidad, algo que debieron a su puro ingenio y que los españoles han sabido descubrir y explicar: un ingenioso sistema de regadío subterráneo que les permitió desarrollar la agricultura. Lo cual es congruente con esa teoría de que todas las formas de civilización primitivas y prehistóricas se han fundamentado en sistemas de regadío. Hay una reproducción a escala de esos pasadizos tallados en el subsuelo por los que discurrían las aguas que se almacenaban en las capas freáticas en un país desértico y que ellos, que debían ser competentes zahoríes, descubrieron y supieron aprovechar. 

Solo por ver esa obra de ingeniería del neolítico (supongo) merece la pena acercarse a esta curiosa exposición que documenta la existencia de unas gentes de las que no sabíamos nada y de las que seguimos sin saber gran cosa. Gentes a las que tenemos que hacer un sitio en nuestra galería que muestra el proceso por el que los seres humanos han conseguido adueñarse de un mundo en el que empezaron siendo absolutamente insignificantes y hoy están a punto de destruir. 

divendres, 27 de maig del 2016

Por qué no votaré al PSOE ni a IU/Podemos

Sánchez acaba de presentar sus seis propuestas -"principios" las llama él, "líneas rojas", según la prensa- para un gobierno de coalición despúes del 26 junio.

Le deseo mucha suerte y le agradezco que sea tan claro, pero yo no lo votaré.

Los seis enunciados, en su mayoría son vagarosas generalidades sin nada concreto. No mencionan la cuestión de la Monarquía/República (ya se sabe: no toca) ni los privilegios de la Iglesia católica, ese Estado dentro del Estado que parasita la colectividad y cuyos medios de comunicación sirven para difundir el veneno del odio en nuestra sociedad.

Solo hay algo concreto en ese conjunto de vaguedades: no al referéndum de independencia en Cataluña. Es lo único claro. Y es mentira porque nadie, que yo sepa, pide un referéndum de independencia en Cataluña. Se pide un referéndum consultivo, para decidir, de autodeterminación, si quieren ustedes; pero no de independencia. Esa mentira procede de las escasas meninges de quien haya redactado este catecismo. Por lo demás, a tono con el resto de las referencias a la cuestión: puras mentiras que debieran avergonzar a alguien de izquierdas. Sigue diciendo el escrito no a la desigualdad de trato entre españoles por razón de su origen. Otra mentira igual a la de Rajoy cuando habla de la igualdad de todos los españoles. Los españoles no somos iguales de hecho ni de derecho. Los vascos y los navarros tienen trato distinto, como sabemos todos. O no son españoles o son españoles desiguales, pero el sistema de concierto (en cuya justicia o injusticia no quiero entrar aquí) demuestra que Rajoy y Sánchez mienten al unísono. El resto de las consideraciones sobre el Estado autonómico, la reforma de la Constitución y el federalismo, puro relleno para tapar la injusticia de negar a los catalanes el ejercicio de un derecho.

Injusticia sin disculpa alguna, sin razones, sin principios auténticos, sin valentía ni autenticidad. Después de los referéndums de autodeterminación en el Canadá y Escocia, no hay ninguna razón para negar ese derecho a los catalanes salvo que se reconozca que el Canadá y el Reino Unido son democracias y Estados de derecho y España no es lo uno ni lo otro, sino el reino (y Reino es) de la mentira y la arbitrariedad. Todos los nacionalistas españoles dicen que en Cataluña la mayoría no es independentista. Pero no dejan que salgamos de dudas contándolos mediante un referéndum. Es más ni siquiera admiten que se cuente ni como principio que tanto gustan de invocar. Felipe González ya ha dicho que aunque los partidarios de la independencia fueran el 120%, no se permitiría la autodeterminación porque no es una cuestión de mayorías y minorías sino un asunto de principios.

Porque los principios de esta gente son como los de Groucho Marx.

Con lo que queda claro que la única razón para negar a los catalanes el ejercicio del derecho de autodeterminación es la razón de la fuerza: no porque no. Porque somos más, tenemos más poder y no nos da la gana. Recuérdese el famoso "diálogo meliano" de La guerra del Peloponeso: "Los fuertes hacen lo que pueden y los débiles sufren lo que deben".

Y yo no puedo votar eso porque me repugna.

¿Y qué sucede con IU/Podemos? Pues lo mismo que lo anterior y dos huevos duros, para seguir con los inspirados hermanos Marx que tienen mucho en común con los de Podemos, aunque con más chispa.

Los de Podemos admiten el referéndum de autodeterminación en Cataluña: sí, pero con la boca chica, vinculándolo a una imposible reforma de la Constitución y después de haberse dado una castaña en las elecciones del 27 de septiembre de 2015. Se presentaron entonces sin tener ni idea de a quién estaban dirigiéndose, tratando a los catalanes poco menos que como lelos y haciendo trampas, como hacen siempre, con ese referéndum, mezclándolo con un proceso constituyente que no se creían ni ellos.

Por lo demás, estos tampoco plantean la cuestión de la Monarquía (ignoro si esto tiene algo que ver con Juego de tronos, que tanto les gusta) ni la de la Iglesia y el Estado. En algunas cosas, van por detrás del PSOE (al que acusan de ser como el PP), por ejemplo en el asunto del aborto que, según ellos, no es de importancia ni interés social. Como tampoco lo es la del género según se desprende de ese título siete machos que han puesto a su coalición "Unidos Podemos" que algunos tratan de disimular pronunciando el "Unidos" como "Unidas" según reglas fonéticas desconocidas hasta la fecha en España.

Pero lo más lamentable de esta buena gente es su carencia absoluta de principios, de esos que, al parecer, sobran a los socialistas, y su tendencia a orientarse hacia donde sople el viento y mentir sin el menor pudor, como esos trileros que ellos veían profusamente repartidos entre quienes somos tan antiguos como para ser de izquierdas.  Se presentaron como tercera opción entre el comunismo más anquilosado y la socialdemocracia más aburguesada. Tropezaron con la primera dificultad práctica; vamos, que se dieron una bofetada en las elecciones del 20 de diciembre que ellos vendieron como gran triunfo con tanta veracidad como ahora aseguran que quieren "desempatar". Comprobaron luego que no tenían ni sombra de capacidad teórica para elaborar el contenido de esa nueva izquierda y corrieron acongojados a echarse en brazos del antiguo chamán huero y vanidoso de IU para componer ese vertebrado gaseoso que han parido. Con él aspiran a sustituir a la socialdemocracia tras destruirla si buenamente pueden para colmatar sus ambiciones tristes y viejas de decenios y hacerse respetables socialdemócratas "de verdad". Para seguir con la superchería aseguran que no, que el sorpasso no es al PSOE, sino al PP, como si las gentes fuéramos estúpidas y no tuviéramos ojos y oídos. 

Me da igual con qué logomaquias populológicas tratan los de Podemos de disfrazar su desesperada ansia de poder al precio que sea y la miseria con que han encubierto su traición a lo que dicen que fueron sus orígenes. Como a los socialistas, también les deseo lo mejor que tiene toda la pinta de ser otros cuatro años más de gobierno de la derecha, según la acreditada marca de La Pinza, S.L.

Pero yo tampoco los votaré porque me da la risa. Sardónica, verdad es, pero risa. 

Por si a alguien le pica la curiosidad: no me abstendré y seguramente votaré al PACMA que, según mis noticias, no ha firmado con Podemos pues estos no piden la abolición de las corridas de toros porque pensarán que tal cosa quita votos.